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domingo, septiembre 12, 2010

Textos antaño, fragmentos sueltos en el tiempo

Volvía al taller de escritura y con esto, a darme cuenta que la temporalidad de mis relatos está afectada, no se sábe desde dónde hablan los personajes. Todo futuro que se expresa como presente va perdiendo credibilidad, me dijo Staffo y pensé en el tiempo, que en mis relatos está en pasado del pasado del presente, y también el presente todo mezclado. Ordenando la compu encontré pedazos de cosas que nunca terminaron de ser algo, por algo son fragmentos, para mí muy bellos e intensos, de épocas bastante distantes y él sólo hecho de publicarlos, los libera siempre del pensamiento y tal vez los ponga en conexión. No sé...

tengo fotos en mi cabeza de vos, fotos que ni una cámara puede captar, porque son fotos para mí, fotos que quedaron impresas en mi cuerpo, imborrables, borrachas, tiernas, fotos movidas, extremadamente nítidas, en sepia, en blanco y negro y en color, ese color que entra de madrugada, con los pájaros que cantan para decir que todo está terminando, pronto.

y éramos tan oscuros, dijiste

Y tu espalda

la curva de tu espalda

vos, cerrando la persiana

caminando casi sin tocar el piso

como poniendo los pies de costado sobre el empeine

un poco volando, un poco porque tenías frío

ah y cuando sonaba el despertador

que BELLAMENTE

sonó muuuuuchas veces, siempre

y cada vez que sonaba, yo lo adoraba

porque te tenias que dar vuelta a apagarlo

y por entre la rendijas de la persiana

entraba una luz que te sentaba tan bien

tu cuerpo blanco azulado

y una sombra negra, alrededor

y cada vez que lo apagabas

volvías a besarme el hombro

por eso amaba al despertador

y te amaba tanto a vos

y pucha, también me amaba tanto a mí, por amarte así

Devenir cerro, devenir Guatemala, Cuzco y en ese instante yo devenía en vos y vos en mí, y me sacaste una sonrisa espontánea, esa que no sale nunca, y te supe cerca, amante rival amigo, y pensé en el paraguas y en sus puntas cruzada que no indican el norte y pensé que no quería salir del concepto (menos debajo del plano) y llegué a la esquina y es tan difícil manejarlo e intuyo que será difícil siempre y que habrá que acostumbrarse a sentir así, porque sé que vos lo sentiste también y lo sé simplemente porque sino yo no lo hubiera sentido tampoco y lo sentiste, claro vos también, el devenir cierro dijimos, sentiste el devenir cerro tocándonos la pera con la mano izquierda, a lo argentino, y sonreímos y el paraguas era quizás el plano y no sé por qué mientras caminábamos hacia la avenida, pensé en el paraguas, conejillo de indias, mientras caminábamos pensé en el paraguas, paraguas placebo, paraguas planos… y el viento en contra siempre y nosotros sobrevolando el plano, siempre también, detrás de él nosotros concepto, y lo sentí en el cuerpo y en el devenir cerro y Deleuze tenía razón, cuerpos sin órganos, ese concepto que ni Guattari ni él podrían explicar por separado y tal vez tampoco juntos, y que pena que se haya ido, tanta pena como salir del paraguas.

Gute

martes, mayo 11, 2010

Nosotros no hacemos el amor

(antes de leer este post, se recomienda hacer click en el título para musicalizar la lectura)


Sobre la noche, esa, esa única noche dónde todo pudo haber acabado; pero no. Todo siguió igual y yo sin dormir, como a la espera de algo que alivie.

Salvia comida

El amor nos nutre, nos perfora, nos duele, nos renace, nos oculta, nos mutila, nos despierta, nos enlentece, nos desarma, nos fragiliza, nos devora, nos agranda, nos achica, nos apura, nos calma, nos llora, el amor nos hace. Nosotros no hacemos el amor.

Los hombres piensan que la cosa pasa por la continuidad del llamado y, no, no pasa por ahí el compromiso.

Ellos ya saben que todo no se sostiene con el sexo y que el compromiso en realidad viene de lo siguiente:

Antes de los noventa, se los llamaba mujeriegos; después de los noventa algo pasó y se camuflaron delante de la frase “yo no quiero compromisos, esto es free, Light, tranqui, sin compromisos”. Distinguimos la marca del menemismo, en dos detalles: uno, la posición tan chota desde donde se emite el discurso; segundo, los términos anglosajones para camuflar su posición de mujeriego. Creen que en la posibilidad de variar a tiempo, yace la posibilidad de conservar el deseo intacto.

Las mujeres, en cambio, necesitamos cierto anudamiento del deseo, quizás ficticiamiente, en el compromiso; porque la continuidad de un vínculo nos tranquiliza todo ese exceso que tenemos. Pero tranquilizar no es lo mismo que adormecer. Recuerden que gran porcentaje de los divorcios y de las separaciones están decididas por las mujeres.

Nosotras no tenemos más miedo de separarnos de lo que ya no nos genera deseo: mal, bien, a tiempo o destiempo, nosotras ya aprendimos a dejar, de alguna manera; y necesitamos algo mucho más que el sexo; pero no se trata de hacer el amor. Sabemos que el amor no pasa por el sexo; que en todo caso, ayuda a sostener ciertas posiciones sobre el sexo (sobre, que no es lo mismo que al sobre).


Según la abuela, todo se soluciona con saliva

La primera saliva es la mejor por eso hay que tomarse un vaso de agua cuando te laventás y claro, también al acostarse.


It s all right if you need to write, but remember to keep the left even if you write with your right.


Dicen que rompo corazones, pero es porque yo tengo el corazón roto y transmito todo eso; y voy rompiendo corazones para no sentirme tan sola; porque en esa soledad, en esa soledad no habita nadie, y vos, petit cochon, vos eso lo sabés muy bien…

Sabés qué feo es que ninguna persona ya te sorprenda; que pocos te generen esa admiración; y sólo aquel, aquel que logró capturarte, ya ni siquiera mira, porque está igual que vos, perdido; pero ya no es que “ya no se pueda nada”, sino que ya nada te sorprende.

Puta revolución que no llegó.

Eso sí, se vuelve al formato mínimo de la comunidad de la especie, porque volvimos a ser especie.

No me mires así con sorpresa, petit cochon, esto lo entendés y te duele tanto como a mí. Claro, tu caparazón de felino te protege del mundo, pero ojo, también te protege de sentir con el cuerpo, y conmigo algo sentís, que no sabés qué es; como no te permitís decir nada que sea gris (tiene que ser blanco o negro) y conmigo la cosa es gris; y no te lo bancás.

Yo, en cambio, si bien algo de esto puedo sentir, algo de la revolución sí ha llegado a mí, mejor dicho, en mí.

Desde hace no mucho, surgió en mí una epifanía sobre el amor, gracias al derrumbe de las bases de los pilares que habían construido la manera de vivir el amor.

El amor nos construye definitivamente, ya bien lo dijiste, como nos construye el universo en el proceso misteriosamente hermoso de la vida, en todas sus dimensiones. Y como la vida es cambio, siempre habrán catástrofes, descubrimientos, decepciones, ilusiones: todo puede cambiar en cuestión de segundos, vos ya bien lo sabés, porque eso lo debemos saber quienes andamos por los caminos del amor. Sino estamos fritos.

Hay que dejarse construir por el amor, por el amor de lo que llega a nuestra vida, traiga lo que traiga; entregarse al momento y soñar; aprender para seguir andando; saber que siempre se puede estar mejor. Por eso a veces me voy.


Vendrán seguramente muchas personas a compartir el amor, pero siempre queda el amor de los amigos, que es el mejor………..y claro,

El amor por la comida también

Bueno sí, la cosa para mí no es nada fácil. Una cosa es aprender inconcientemente lo que es perder; y otra, que se te queme las casa y salves tus cosas. Ahí perdés mucho más…

¡Puta!, aprender a diario, que todo puede perderse definitivamente en escasos segundos de corridas, porteros eléctricos y hollín.

Pero bueno, aquí me ves con mi música y vos con tus nomates. Se baila y se escribe, se pinta, se hace música para inscribir algo también. Sólo es cuestión de establecer el método, no los elementos.

Lo intenso siempre es singular, pero no necesariamente peor, ni menor; es diferente y a veces, te lo aseguro, petit couchon que hay intensidades tan singulares, pero tan singulares, que parecen preparadas. Intensidades intencionadas. Pero lo loco, es que son azarosas, petit couchon y eso también lo sabemos los que no hacemos el amor.


Texto Maripaz & Gute; música Les negresses vertes & Massive Attack; foto, Gute; fuego, Maripaz; Arbol, piñas; Argentina, Mar Azul 2010

jueves, diciembre 31, 2009

Desde la esquina del bar

Desde la ventana de un bar, se escribe, mientras se ve pasar eso que pasa...


Escribí algunas veces, cuando podía. Esas veces que podía, escribí. Todo surgía casi como un canto natural, hasta que llegaba una nota y paraba, pensaba en la emoción y paraba, como quien se para en una esquina y se fija que no haya un auto cerca, para que no te pisen. Paraba, en la esquina del margen izquierdo, paraba para pensar en la emoción, cerraba los ojos y recordaba imágenes que pudieran representarlas, imágenes extranjeras a mí; pero que de alguna manera habitaban de la misma forma, aquello que yo sentía querer decir.

Otras veces no escribí, me remitía a vivir las cosas con la impulsividad de un yo-yo, que se deja caer sabiendo que una mano con cuidado lo volvería a agarrar…mi vida en los momentos de yoyo era feliz, plenamente feliz, porque no pensaba demasiado, porque tenía una mano que me agarraba aunque cayera; entonces, vivía lo que tenía que vivir, probaba bebidas diferentes, recorría las calles sin tantas brújulas.

Hoy cuando escribo, algo me hace detenerme, y no es la emoción, tal vez es la falta de ellas y de la vida yoyo, ahora escribo y me detengo, en la otra esquina, fuera del margen, veo que viene un auto, cruzo la calle, veo a mi yoyo atropellado, lloro, me río, te lo merecías, y ahora escribo sobre eso: sobre mi yoyo atropellado, sobre mi canto detenido, escribo una y cien veces: “ no cruces la calle sin mirar si vienen autos”.


Foto y texto, Agustina Saubidet


Feliz año nuevo para todos, que el 2010 nos traiga muchas vidas yo-yo y que la paz nos toque a todos muy de cerca (paz es paz, no es detenimiento, ni muerte, ni silencio, ni sueño; paz, es PAZ, que eso que se llama paz, nos toque a todos, ese es mi deseo)


Gute

lunes, noviembre 16, 2009

Noche de escritura

La lucha condujo al salto, el salto a su boca abismo, una red imprevisible desde el primer beso y hasta el último. Ahora habita en ella esa sensación rara de boca pastosa, de sol encandilante que endurece pupilas, como el dolor de garganta después del grito contenido, aullido de loba libre. Piensa algo, pero no mucho, lo vuelve a abrazar, lo abraza, lo besa pero esta vez con menos cautela y el champagne que se desborda y derrama toda la espuma encima de su cuerpo, como una ola que desconoce las mareas.

Quería explicar todo, que después de tanta lucha algo se entendiera, y en realidad necesitaba que él dijera algo (que no sobre) y finalmente entendió que él se había tomado un tiempo para inventar otra forma de lenguaje, más libre, menos temeroso, como el del sexo joven; y ese decir la penetraba, lo penetraba, se penetraban. Y ahí entendió que después de la lucha y la prisión, viene la libertad; pero una libertad que no duele, porque hay momentos en donde nada duele y ahí, en ese segundo, todo es posible.


Gute

viernes, octubre 23, 2009

En el recreo de un cuento, pienso...(estados de escritura)

La noche permite atrapar las emociones en estado más puro, poco solemne; por eso suelo escribir de noche, cuando el teléfono suena menos y el msn está casi dormido; esas noches donde el mate se olvida con mayor premura y calentar la pava se vuelve un recreo para pensar en eso, en la necesidad de un recreo para luego volver; donde los cigarrillos se consumen sobre el cenicero y apenas los toco...
Escribo de noche porque ahí me permito ser menos anónima y más auténtica conmigo, como si la noche y yo nos llevaramos tan bien que podríamos pasar toda la noche juntas.
Escribir de noche es manejar las intensidades sin manejarlas, detenerlas cuando están a punto de desbordarme, y entonces escribo, para acotarlas y continuar escribiendo hasta perderme sin rumbo otra vez; hasta llegar al puerto a tiempo, a tiempo para escribir la palabra fin, de madrugada, casi, como un despertador que suena para entonces sí, entregarme al sueño ya de madrugada, casi, como una reescritura neófita de un pasado de una noche que ya no regresa y continúa sólo en sueños.
Amo escribir, amo esas noches de escritura, no sé si se nota, no sé si se entiende, no sé si lo entiendo, por las dudas lo digo, para que se sepa, para que se entienda, por eso escribo, para que se sepa que amo escribir de noche, porque amo la noche, y la escritura y podría pasarme toda la noche escribiendo sobre esto y aún así, jamás entendería qué encuentro raro se produce ahí, de noche, yo, el teclado, la escritura, los mates, los puchos que no toco, la escritura y la noche, un libro abierto, una puerta sin casa, de noche...la escritura

Agustina Saubidet

jueves, septiembre 24, 2009

Los objetos y las cosas (Dondiquieraqueestes)


sin esa ilusión de que algo se perpetúe, me ausento

(por eso saco fotos, no sé si por la misma razón escribo, calculo que es distinto, la palabra bordea lo ausentado, ya conocemos de sobra eso que dicen: la distancia irremediable entre la cosa y la palabra, entre el objeto y su representación. No creo ya que pueda existir una representación más perfecta que otra; por más que salte, la representación ya no toca al objeto; por eso creo un poco más en las cosas, y en ese querer creer, no me ausento. La fotografía permite eso, que el desgaste natural de las cosas quede detenido en una imagen, en un instante que lejos del azar, hace que el clic subjetivo del instantemirada se burle un rato del tiempo... pero sólo un rato, yo "me erosiono, ergo sum". El secreto tal vez para que cualquier imagen se produzca, es que la mirada, que recorta ese objeto en ese tiempo, quede afuera, ausentada pero presente, en el borde de una lente que desgasta al tiempo, tantas veces como se cierra... y eso no es una ilusión, eso es un hecho; como es un hecho imposible que una cámara pueda sacar fotos de los mundos adentro de quien la dispara)

Cualquier cosa que escriba sobre esto, es puro blablabla; vos sabés, nunca te saqué una foto, ni te escribí una carta manuscrita, me alcanzaba con mirarte para verme ahí detenida y hallarme; y que vos lo entendieras todo.

Gute Saubidet, dondiqueraqueestes

"Dicen que el tiempo lo cura todo, lástima que el tiempo en primavera, esté tan loco...", dijo Alan, y se fue volando, porque llegaba tarde.

jueves, junio 04, 2009

Hilvanada

“No lo tenían pensado. Yo nací después. Pero es cierto que hay una fijación con eso de tener tres hijas y llamarlas a todas Marías. Además en francés María Clara puede ser una marca de maquina de coser”(1), pensaba María sin mirar el cielo, observando el trazo punteado en serie que se formaba sobre la tela. Era cierto también que ella no podía formar parte de las constelaciones de sus padres. Tres Marías, más una y ella era ese más una. Ella era la cuarta y con esto, su mundo se modificaba en cada pedacito de tela que veía. Era difícil sentirse incluida en algo que se había armado antes de que ella hubiera nacido. “Nació de carambola” decía su madre sin ninguna clase de cuidado al referirse a ella. Nadie la esperaba, nadie la deseaba, como nadie desea que se le descosa un vestido o un pantalón nuevo.
María sabía que el secreto para el buen uso de una máquina de coser radicaba en el regulador de tensión. Sabía que si llegaba a comprender la sutileza de su uso, la vida en su casa le resultaría más liviana. Así, se pasaba horas comparando telas, puntos, llenando la casa de retazos. Solía coser de noche, en la piecita de servicio que estaba pegada a la terraza. Mientras todos dormían, subía con una taza de té que siempre dejaba enfriar hasta tomarlo casi helado. Luego prendía la radio bajita, se sentaba en la silla de madera gastada enfrente de la Singer, se sacaba los zapatos y con cuidado apoyaba su pie derecho sobre el pedal. Según la canción que pasaran en la radio, iba más despacio o más rápido; y así María se iba en ritmos y se iba también la prolijidad de las costuras (pero no le importaba demasiado). Cosía para ella, jamás para sus hermanas ni para sus padres, salvo que se lo pidieran. En ese caso, se tomaba su tiempo, no era cuestión de que creyeran que iba a estar ahí eternamente.
Es verdad –pensaba María- uno supone que las estrellas están ahí por siempre, pero las estrellas también mueren, se van apagando, hasta que casi ya ni se ven, pero uno no es conciente de la muerte de las estrellas cuando las estrellas no son nombradas. Y las tres Marías eran tres, no cuatro, tal vez la cuarta había nacido y muerto en el mismo momento o se fugó y se fue a formar la cruz del sur en horizontes evangelizados, qué sé yo –.
Sin dudas, ella había nacido para arreglar el mundo ajeno, para recordarles a sus padres que todavía se deseaban o tal vez, por descuido y efecto secundario, volver par la insoportable imparidad fraternal de sus hermanas.
De todas maneras, aunque se fugara de noche y se escondiera en la piecita del cuarto, al lado de la terraza, de día ella era parte de la serie: todos puntos iguales, parejitos; pero claro siempre hay un punto que queda suelto, flojo y tal vez en esa diferencia María se sentía más Clara que otra cosa.


Agustina Saubidet Bourel

(1) cita de un texto de Silvina Ocampo

miércoles, junio 03, 2009

22:33 No Vintage (a Pipingulus)

Los recuerdos se reciclan, aggiornados, revestidos, desmantelando mi cabeza. A la distancia algo de aquello viejo puede rescatarse, lo bueno, lo que aún nos queda bien (y lo que nos queda mal, tal vez pueda meterlo en una bolsa de consorcio).

Con un clic de pc alcanzó para abrir el baúl que antes hacía las veces de mesa de luz. Tengo varias fotos tuyas, no podría ordenarlas, tampoco con certeza enunciar sus tonalidades…, menos venderlas al mejor postor. A la distancia las observo y se ven más lindas de lo que creía.

De alguna manera, me diste algo que nadie más me dio: la posibilidad de volver a creer que el amor es un tren que aunque no pasa seguido, pasa más de una vez…(y lo cambia todo, como un volantazo a tiempo que despabila la vida y ya nada vuelve a ser como antes).

Siento que entre muchas cosas, me regalaste el comienzo de mi novela. Fue gracias a vos que la empecé y es ahora responsabilidad mía terminarla (ya no tiene que ver con vos). Sin embargo este hecho inacabado e irresponsable de mi parte, no desdibuja para nada el espacio de inspiración que me regalaste (y que yo también supe tomar), junto con el cd de vocal sampling, dibujos en una libreta hechos con biromes que patinan, una carta para mi cumpleaños, una postal de tu ciudad y varios mails.

Los años pasaron y estoy distinta, la ropa me queda distinta, porque estoy más flaca y más liviana de pesares; sin embargo, conservo intacto en mi recuerdo ese que fuiste en mi cabeza. No sé si alguna vez coincidió con lo que vos eras, pero ese que amé, que “cimbronó” mi vida, a ese siempre le voy a tener cariño, sólo por lo bueno, sólo por lo nuestro, cuando fue nuestro y valió la pena; y claro que valió la pena sentir que conquistábamos el mundo, que éramos capaces de derribar agentes de seguridad de recitales con sólo tenernos de la mano y mirarnos; o cuando me llevaste en tu vespa a ese bar de tu ciudad más húmeda que buenos aires y me regalaste, vos también, la mejor versión que escuché en mi vida de Julia de los Beatles hecha de la mano de Manuel Moretti; y tu perra que se empeñaba en no salir si no la sacábamos los dos juntos (nunca aprendí cuando sino va junto o va separado).

Los recuerdos me habitan, no se quitan con una ducha, ni pesando menos, ni comprando ropa nueva; los recuerdos me habitan y qué bueno que lo bueno me siga habitando y quedando bien, aunque mi cuerpo no sea el mismo, ni esté en el mismo lugar; aunque no estemos más juntos, aunque ya no te ame, ni sepa bien quién sos, ni quién fuiste más allá del que yo vi… Sin embargo, hay emociones escondidas que siempre tocarán mis pupilas con la misma intensidad y me harán temblar la pera y retener las lágrimas y me lanzarán una y otra vez al mismo lugar. Ese lugar que ya no nos pertenece, ese lugar en donde ni vos ni yo estamos, pero que sin embargo a pesar de habernos ido, siento que ha atrapado algunas sensaciones que sólo pudieron pertenecernos a nosotros, cuando eramos dos…cuando éramos uno.

¿Sabés? Ese lugar es como una caja de madera, chiquita, pero inmensa a la vez, que cabe en una mano o en un abismo. Cuando te recuerdo, como con un clic, esa caja se abre, y la emoción intacta que quedó atrapada vuelve a mí; pero esta vez para escribir textos como el del "eterno resplandor de una mente sin recuerdos", que tal vez leerás de corrido, ignorando que fue escrito pensando en vos, en ese a quien yo quise que fuera capaz de cimbronar hasta mi escritura.


Agustina Saubidet Bourel (Gute o Pipina)


PD: tal vez la única distancia que te logra mantener intacto es esa, la de mis textos y qué bueno que sea eso, ¿no?



jueves, marzo 12, 2009

Porque se escribe (desde la playa del Faro. La Serena, Chile)

Se escribe porque se está cansado; porque ya no se piensa, porque se está aburrido, porque es bueno matar el tiempo entre líneas, así se ordena la muerte y la vida y todo, casi todo, menos la casa.
Se escribe porque la emoción nos molesta, nos incomoda.
Se escribe con trazos distintos, todo el tiempo, porque uno no es nunca el mismo cuando escribe.
Se escribe por miedo, un miedo casi necesario, como por incertidumbre. A veces se escribe tambien por coraje, pero son las menos.
Uno jamás intuye la palabra siguiente. Uno se dicta así mismo lo que diría; pero al escribirlo no lo dice; o sólo se lo dice a uno mismo porque en esa soledad no habita nadie, sólo se dice lo mismo que se dice frente a los espejos, salvo: "estás bonita".

Agustina Saubidet y su amuleto

viernes, febrero 06, 2009

Los saltos no tienen garantes, ni guantes

Para mi gran amigo Alejo Sivori compañero de escritura desde hace tantos años



Hay veces que se salta asumiendo riesgos. Siempre se asumen riesgos, para levantarse, para tomar unos mates, hasta para lavarse los dientes. Lo que pasa es que uno no vive pensando todo el tiempo en cada riesgo que asume. En otros momentos, como cuando se salta, hay riesgos que son más visibles, que se vuelven concientes, sobre todo antes de dormir. Se decide entonces, para eso de las cuatro de la mañana, saltar igual y sólo así, una vez tomada la decisión, podemos conciliar el sueño.

Cuando nos va mal (que es la mayoría de las veces), duele la caída más que cualquier otra cosa: el cuerpo se resiente, se debilita, pierde algo, imposible saber con exactitud qué (igual quién nos quita lo saltado, ¿no?).

Es bueno perder la mesura del paso, tan bueno como recuperarla a tiempo, sobre todo después de la caída (lástima que lo primero que se rompe siempre son los relojes, por eso yo hace años que dejé de usar reloj pulsera). También en las caídas por lo general se pierden los anteojos (entre otras cosas, como los zapatos), entonces no es tan fácil ver donde quedó la mesura. Uno va tanteando: “mmm acá hay una pierna”; “uy mirá, acá quedó el cuello”; “Che, pero ¿dónde está la mesura?” (por eso la tristeza nos desborda)

Para encontrar la mesura, antes hay que encontrar los anteojos, por una cuestión de lógica. Sin los anteojos no podemos encontrar nada (tantear es un buen verbo, pero no para estos casos).

Si encontramos los anteojos, tal vez después encontremos la mesura y con suerte y tanteo a favor, el amor.


Agustina Saubidet


PD (bueno, una posdata optimista): cuando se salta y nos va bien, no nos caemos, volamos o escribimos poesía.

¿vamos a tomar una gaseosa?

jueves, febrero 05, 2009

Re de descrubrimientos obvios: la historia de Marketa y Djavan


La historia de Marketa y Djavan,

Cuento homenaje a Horacio, la Maga, Julito y Mauri (a este último le digo “viste que pudimos escribir de a dos”)


Cuando Djavan se fue, Marketa aprendió de la manera más dolorosa (el método pedagógico más socorrido y eficiente que el capitalismo inventó: “hacernos creer que el amor es propiedad privada y el solo hecho de pensar que podemos perder el amor, nos desespera y hacemos actos heroicos como comprar el libro Rizoma aunque ella ya no esté y él le regale como último presente “Los hombres son un martes y las mujeres son de miércoles).

Perdón, me fui, soy yo una de las escritoras. Agustina, mucho gusto. Volviendo a lo que decía, es decir, resumiendo… Marketa aprendió de la manera más dolorosa, que no es bueno soñar mientras se camina por aquí, cuando se está en la tierra.

Marketa glorificada por los comentadores, que claro, son todos sus amigos; y crucificada por los críticos (J y A), se enteró también que no se puede satisfacer simultáneamente al mundo entero, es decir al pasado y al presente. Se enteró también que no es bueno liberar las ilusiones en voz alta y a los cuatro vientos, es decir no estuvo bueno hablar de Djavan con todo el mundo.

Marketa comprobó que no es de sabios congelar los sentimientos. Ella no podía congelarse. Ella no. No podía beber hasta emborracharme todas las noches para olvidar. Ella no. Ella eligió sentir toda la vida.

Comprendió, también Marketa, de la manera difícil -lo cual en sí es cosa bien fácil y común, porque esto le pasa a todo el mundo y sale a flote, no es tan difícil como ella cree- que en poco se puede creer mientras uno trata de vivir. “¿O vivís creyendo o dejás de creer y vivís? “ Eso se preguntó Marketa.

Él, Djavan, supo que la solución al problema era precisamente no buscar sólo una solución (“no se puede estar solo” sin acento, esto le hará entender a Djavan por qué Marketa le daba tanta importancia a los acentos y a la puntuación, “cambia el sentido, boludo” y no digas nada, que vos también decís boludo, Djavan y ella no te dice nada); aprendió Djavan que tampoco se trataba de buscar respuestas en los seres semejantes a él mismo, como su mejor amigo del secundario.

También Djavan se enteró que se puede ser paciente, pero sólo cuando la tiene enfrente a Marketa; pero que es casi imposible ser un santo (no se puede estar con una madre nutriente y con Marketa a la vez.)

Ahí vio que no hay fronteras bien definidas entre lo bueno y lo malo, entre la bohemia y el snobismo. Djavan se decía: “bueno, puedo jugar afuera un rato, como tantas otras veces hice y no pasa nada, todos lo hicieron”.

Pero con Marketa descubrió que el mundo no es blanco ni es negro, con ella es siempre Viernes 3AM -y a veces Seminare pero sólo en los parques-; y Marketa había logrado cambiar la forma de Djavan de medir las cosas. Y por último y no por eso menos importante: aprendió Djavan que el conocimiento produce dolor, y saber esto -como que las radios son todas impares-, le produce mucho dolor a Djavan y entonces sabe que cada vez que sintonice una radio o corte cebolla o lo vea su mejor amigo a los ojos está condenado a recordar por siempre a Marketa.

Marketa, que hasta el momento creía en todos, se dio cuenta de que hay demasiados tramposos que te invitan a jugar, para que al ser descubiertos te puedan echar la culpa. Djavan dice “no fui yo, fue ella la que me miraba a los cuatro años, no fui yo.”

Muchas personas visten ropajes confeccionados con espesas cortinas negras para ocultar sus intenciones y sus peligrosas acciones, como el traje que usan para ir a trabajar o los que cursan el último año de la carrera de abogacía.

Hay quienes dicen que no todo es tan negativo (tal vez el proyecto de cotidianeidad que imaginaron juntos Marketa y Djavan estaba bueno para vivir), pero más de uno estará de acuerdo conmigo (“nunca más, nunca más”, el libro)

La dignidad ha desaparecido y a nadie le importa tragársela cuando se la encuentran.

Esto diría Djavan al respecto “a mí que tanto me costó valorar la dignidad ahora me dicen que se pasó de moda, no puedo estar tan out siempre”

“No todo está perdido aunque a la gente sólo le interese lo suyo” -sigue pensando Djavan. “Bueno -le dice Marketa -está bueno ser un poco egoísta, pero eso sólo vale para los que son generosos, Djavan. Andate”

Djavan se va pensando, llorando, resignado, pateando la pelota que dice por todos lados “te quiero” y agrega “Al final, toda revolución termina convertida en rutina, teñida de mayores diferencias y de peores injusticias que aquellas contra las cuales luchó en sus orígenes”.

Marketa le grita desde la ventana como un eco en su cabeza: “Vos ya sabías que el proyecto de cotidianeidad podía fallar, ¿no?, y no me dijiste nada. Pero yo sí creía que podía funcionar.”

Marketa, habla con A, A le dice: “Los líderes sólo buscan el aprecio de su eco elocuente, encandilar con su ego reluciente, ese es Djavan y por eso se dedican a convencer a los demás, que en este caso sos vos Marketa.”

Marketa llora, abiertamente llora.

“Amiga, podés ir en contra de todo eso y renunciar a todo; o podés aceptarlo.”

“Bueno -dice Marketa- decido quedarme”.

“Pero sabé -le dice A- que lo más probable es que no vas a intentar cambiarlo”. Y era simple la respuesta y tenía razón A; porque Marketa ya lo había aceptado tal cual era y no le importaban los defectos de Djavan porque como alguna vez le escribió él:"cuando hablamos y no digo lo que esperas oír, antes de pensar que te quiero pelear, pensá solo que te quiero...” y esta frase, esta sola frase hizo que Marketa se hubiera enamorado de él tal cual era, aunque sólo no tuviera acento.


Mauricio Luja – Agustina Saubidet


PD: este cuento nace a partir del texto de Mauricio Luja posteado en el día anterior http://bizoma.blogspot.com/2009/02/descubrimientos-obvios-por-mauri.html.

Me tomé en atrevimiento de sobre escribirlo. Es decir dejar el texto original de Mauri y agregarle un contexto a cada frase. Tanti Auguri. Gute

lunes, enero 26, 2009

Impalpable, como el azucar (fragmentos novela)

Capítulo: EL lago

Te escribo porque es más fácil que mirarte o que tocarte, porque si te toco siento que ya no sos vos, que algo de mí te está cambiando, y no quiero, hasta cuando te miro siento que te volvés otra y entonces, ya dudo…pongo distancia, como cuando me enojo; pero esta vez me enojo conmigo mismo por no poder dejar de mirarte, ni de tocarte.
Te escribo que es casi como apreciar tu respiración entrecortada, detenerme a escucharla, contar cada pausa donde cada exhalación tuya se vuelve oxígeno para mis magros pulmones llenos de nicotina; pero entonces me doy cuenta de que se vuelve inútil tener algo entre las manos que no seas vos.
Te observo pálidamente para pasar desapercibido, para que no sientas que te miro y te palpo con mis ojos azules, mientras tus ojos negros descansan detrás de tus párpados.
Me hace bien mirarte, me hace bien escribirte…es como cuando nos reímos, cuando cruzamos miradas, cuando soñamos despiertos como aquella tarde en el cuarto del motel y jugamos con las formas de nuestros cuerpos en el espejo y creemos que estamos en Japón y que detrás de esa fuente de porcelana, asquerosamente decorada, imaginamos que aparece un superhéroe que nos resguarda; pero en realidad estamos en un lúgubre cuarto de hotel, y tenemos sólo unas horas y el parket no se puede sacar para romper esa fuente tan fea, porque esa ni siquiera es mi casa…
Hay veces que me pregunto si esta imaginación que nos invade por las tardes tiene el precio tan alto del equívoco; el peso de saber que estamos construyendo recuerdos que deben ser perfectos; o al menos debemos aprender a reírnos de sus imperfecciones…me pregunto si cuando “me mirás- mirarte” estás sabiendo todo esto, ojalá que no, porque entonces ya no sería a vos a quien estaría mirando…porque serías otra y no quiero que seas otra.
Me pregunto si realmente creés en mi burla constante; si detrás de eso no intuís nada de mi ausencia cuando se aleja de vos; si creés que realmente estoy ahí al lado, burlándome de todo, ocultándote el enojo; esa risotada sarcástica que ejerzo sobre mi mismo, no sobre vos, porque tengo varios años más que vos, y es la única solución que encontré frente a todo esto; porque al fin y al cabo, me parece bien que todavía creas que las cosas siempre son auténticas, que sólo son lo que muestran.
Me acuerdo de tu carita y me imagino tu mirada no entendiendo nada de todo esto; y me parece injusto estar generándote esa mirada, aunque sea así en mi imaginación, porque sé que hago mal en decirte estas cosas; estaría mal anticiparte un fracaso probable que no te pertenece; el fracaso de los años que vienen, porque no te tiene porque ir mal a vos, soy yo el que no puede mirar más allá de nada…
Por eso te escribo, porque no puedo mirarte, no ahora, ahora me da vergüenza y bronca haber creído una vez más en un superhéroe; me da vergüenza y bronca haber creído en tu cuerpo, en esa breve y eterna resurrección que le brindaste a mis labios secos y cansados de besar peceras sin agua…
Lo bueno de todo esto es que solamente vos sabés a quien le escribo, a vos, a quien desde la ausencia nombro sin tocarte ni mirarte, porque no quiero que te vuelvas otra, porque no quiero dejar de creer, aunque sea en un instante, que aquella tarde de jueves fue realmente a vos a quien vi, más allá de mí.

Agustina Saubidet

viernes, enero 23, 2009

Contextos de escritura- (a Jorge Drexler, por un rato)

Dicen que lo más difícil es “perderle el miedo” a la hoja en blanco, pero yo nunca le tuve miedo a eso. Le tuve más miedo siempre a la hoja ausentada de espacios en blanco.

Las ideas vienen de la cabeza, a través de imágenes, se vienen situaciones, rostros, manos, miradas, con suerte algún recuerdo personal (que casi nunca escribo, dije casi; pero están tan camuflados que pocos se dan cuenta cuales fueron reales y cuales inventados). Nunca fui buena describiendo personajes, o cuartos, escenarios, para eso soy pésima, me aburro, me parece “subestimar al lector” (estoy racionalizando mi impotencia a la hora de ser descriptiva. Hay que racionalizar la emoción siempre. A lo incómodo se responde andando)

Recurro por lo general a imágenes y a sensaciones y siempre que me meto en la situación me pregunto cómo siente, qué piensa esa persona que me imaginé. Me meto tan adentro de ese mundo que por momentos me creo que soy ese personaje y lo habito. Lo bueno que tiene este recurso, no es solamente la escritura desde la entraña, es también que uno puede ser todo aquello que racionalmente no sería nunca, un hombre, un torturador, un hijo de su madre, una nena de 3 años, un duende, un reloj, en fin, cosas que nunca seré.

Hay veces que sufro tanto como los personajes (y esto no es exagerado, esto es así) y si sufro mucho es porque algo falló y algo mío también está presente; pero claro la gente cuando lee no sabe en qué parte me quebré. Me expongo poco. Me cuido bastante; pero las cosas se sienten igual y algunas personas saben siempre en qué punto me quiebro.


Gute Saubidet


A falta de foto, recomiendo escuchar “la vida es más compleja de lo que parece” Jorge Drexler

¡Feliz cumpleaños!


PD: me di cuenta que siempre desde hace años utilizo casi las mismas palabras. Bueno el orden de las palabras afecta en este caso el producto.

martes, enero 20, 2009

Tengo miedo a los ascensores


Subo al subte, línea D, Agüero. Tengo miedo de quedarme encerrada en el subte, me falta el aire. Intento pensar en otra cosa, me hago la que miro revistas, no miro nada, a nadie miento, sigo sintiendo que en cualquier momento me ahogo. Llevo en mi mochila el libro de Duras, mi amuleto ante la posibilidad de encierro. No hay lugar en el subte para leer, estoy metida entre dos alemanes y un señor con un bolso enorme que lleva más pesares que otra cosa. Falta menos para bajarme, pienso: es en catedral. Quiero escribir, escribir me hace pensar en otras cosas, Duras me hace pensar en otras cosas que no son encierro. Llego a Tribunales, me quedo sin pilas en el mp3, ni la música puede salvarme. Leo los carteles, el recorrido del subte D, cuento las estaciones que faltan para ver el cielo, otra vez no quiero pensar en el encierro, quiero escribir.
9 de julio, la locutora anuncia combinaciones posibles, quiero irme, falta menos, quiero llegar.
Catedral, por fin la salida, todos caminan hacia la escalera, soy una más, pero distinta, me sé distinta por mi escritura, una escritura que la gente ignora, una soledad condición de la escritura que queda escondida detrás de mi fachada de persona y parezco una más. Sin esa sutil deferencia, soy una más. Subo la escalera mecánica y pienso ¿sabrá la gente la tristeza que se oculta detrás de una escritora que no ha publicado nada? Para que se sepa la condición de la escritora, digo, esa soledad irreductible, pienso en la publicación, no para hacerme famosa, si para que la gente sepa mi condición de escritora y lo que conlleva: mi soledad.
Salgo a la superficie, vuelve el cielo y sus nubes. Hay tanta gente por Florida, hace tiempo que no recorría sus calles. No quiero cruzarme con nadie. Antes era inevitable y deseado encontrarme con alguien por Florida. No quiero que me vean así, perdida por las calles, ahogada, siendo una más entre tantas hormigas, sabiéndome diferente sin decirlo. Florida en tanto mi paso, Citibank, Berlitz el jazz por las calles y Ella Fitzgerald. invitándonos a bailar, Javier bailando, deteniendo del tiempo, allá por el 98, cuando con Iris nos veíamos todos los días, o casi todos, no como ahora que está en Londres y la extraño. No quiero recordar quien fui, ya no más, ya no soy eso y Florida me recuerda lo que fui, Florida y Juan, Sam y Florida, Manu y Florida, cobranzas trámites, Cromañon y Florida. Recuerdos que cortan la misma calle.
Doblo por Sarmiento creyendo encontrar otra cosa, y no encuentro más que lo mismo, la gente que camina por Florida o por Sarmiento, da la sensación de que no les pasa nada, que no van a ningún lado, que no salen de ningún lado, que se han pasado la vida caminando sin ninguna pausa, sólo eso, sólo caminan, siempre igual, sin mirar al costado, esquivando a otros que caminan igual que ellos, sólo caminan. Viven para caminar.
Llego a mi destino, Sarmiento y Reconquista me piden los datos para entrar al edificio, me sacan una foto, me dan una tarjeta que garantiza no sólo mi entrada, pienso, sino la salida. Es en un cuarto piso, ascensores herméticos, tengo miedo de quedarme encerrada, le pregunto al de seguridad si puedo ir por escalera. "No, sólo por ascensor". Enfrento mi miedo, tengo a Duras conmigo, a mi amuleto. Somos varios, uno seis, no los cuento, somos varios. "¿Me marcás el 8?" "Sí, claro", contesto. "Gracias", me dice. Sonrío. Quiero llegar rápido al cuarto. Las puertas están por cerrarse y un ejecutivo último modelo se entromete, le pide al que me había pedido, que marque el 2, "¿cuál?, ¿éste?" Señala el botón con el número dos y pienso, "¿es tonto? De qué otro dos podría tratarse en un ascensor", en un encierro. Somos siete, sin contarnos. Si me agarra un ataque si el ascensor se para. ¿Quién me ayudará de ellos?

Llego al cuarto piso. Dos puertas contiguas, dos porteros eléctricos aseguran a quienes están dentro, a mí me ahogan. Me piden de nuevo el DNI, firmo, me dan papeles, me quiero ir rápido. Me dirijo al ascensor para irme y ver el cielo y sus nubes. No quiero bajar sola. Atrás mío sale un chico, bajo con él. Me dice que no le gusta el centro, que lo agobia, que es de la provincia y quiere irse. Le comento lo de la gente que camina, se ríe. Llegamos a planta baja. Paso por el molinete la tarjeta, me quedo atrapada en medio del molinete, el chico me dice, no nos dejan salir, el guarda, destraba el molinete. Me voy corriendo, ni me despedí del chico, no quería ni verlo, quería irme, quería evitar saludarlo, saltarhuiralejarme. Bajo hasta Alem y Corrientes, me siento distinta, me visto distinta de la que fui allá cuando lo amaba a Javier, cuando era recepcionista, cuando creía en el amor eterno y perfecto. Ya no formo parte de este mundo de Florida...sé de dónde vengo, pero no sé a donde voy. Eso me diferencia algo del resto de la gente que anda por Florida, pero no me diferencia del todo, ni me deja tranquila.
Quiero llegar al consultorio, a ese bendito edificio donde varias veces en el ascensor me quedé encerrada. Se hace tarde, tengo que tomar el subte B, pero qué hago si el subte se detiene. Agarro mi amuleto, mi amuleto Duras. Escribir. Llevo la escritura conmigo sin que nadie lo sepa, llevo conmigo la salvación y la muerte. Ambos están conmigo en el medio de una larga agonía. Salgo a la superficie, Pueyrredon y Corrientes, ya no tengo miedo al encierro, de eso ya no. Subo al ascensor sabiendo, como otras veces, que puedo quedarme de nuevo encerrada. Por primera vez miro hacia arriba. Es de esos ascensores viejos, que tienen rejas y aberturas por todos lados. Si uno mira el techo, desde adentro se puede ver el cielo y sus nubes. Subo. Por primera vez descubro que en realidad no estoy encerrada y que nunca estuve encerrada porque al final se puede ver la luz del cielo y la salida, y sube y sube y sube y sube, aunque el diario mañana anuncie que he muerto aplastada.
(uno anticipa tanto que anticipa el final)

Agustina Saubidet 02/07/2008


http://www.flickr.com/photos/gonzalo_ar/234562481

martes, enero 06, 2009

El eterno resplandor de una mente sin recuerdos posteo aparte

No recuerdo haber visto una película que representara tan bien la esencia del amor, y eso para no ser platónica, es demasiado decir, como decir que encontré una película de Carrey que me gusta como actúa.
Concluyo al verla que sí, es verdad, hay amores de esos “fugaces amores eternos” que no pueden ni olvidarse ni recordarse, como si el sentimiento los atravesara y rompiera al tiempo en mil pedazos.
Muchas veces uno se empecina en recordarlos con lujo de detalles para no olvidarse nada, como creyendo que de esos pedazos al juntarlos se trata la felicidad, pero el recuerdo los convoca, no los revive jamás y si al recordar uno ingenuamente cree revivir, automáticamente algo nos hace volver a la realidad, que aleja al recuerdo y lo mata; una y otra vez lo mata. Olvidar para Nietzsche es símbolo de sanidad, de vida, de afirmación de la vida...¿por qué? El niño, superhombre, él, el otro hombre, el infante, va al encuentro de las cosas sin memoria, sin impresiones previas, sin prejuicios, sin marcas, sin recuerdos, para crear en ese constante primer encuentro con las cosas de la vida, nuevos valores no preexistentes. Sin embargo, por más que uno recuerde cómo fue esa vez que por primera vez uno vio el mar, o sintió el amor, o degustó una mandarina, para el caso es lo mismo, de esos pocos momentos únicos de la vida, jamás el recuerdo se vacía de esa primera impresión, porque es la primera y nunca lo que vino después se parece. Jamás ver por segunda vez el mar, es lo mismo que la primera. Entonces vale la pena vivir el primer encuentro con el mar y saber que nada de que lo se vivió antes podría entenderlo, atraparlo. A fin de cuentas, no importa ignorar cuando uno no sabe nada.
Cuando uno se enamora, y uno no se enamora de una persona, porque sería como pensar que uno se enamora del agua salada, y no, uno se enamora de la inmensidad del mar, de lo inconmensurable, de lo que no posee referente, de lo que uno no esperaba que pasara, simplemente porque antes no había tenido existencia...uno no se enamora de la persona, se enamora de lo que descubrió con esa persona, de lo que creó con esa persona...mandarina, amo esa fruta, sus gajos, su olor penetrante, su color sin colorantes, mandarina...no recuerdo la primera vez que la degusté, lo que sí recuerdo en cada invierno es qué rico sabor tiene, amo esta fruta, casi tanto como a vos.

Trepemos alto como construyendo un precipicio, no tengas miedo de la altura, si caemos, la caída también será nuestra. No te distraigas con torpezas ajenas, si ellos caen fue porque dejaron de creer.
No me mires enojado, no me mires pensando que estoy loca, esta locura es nuestra también y no del pasado...


Pucha, como desearía no imaginarte, tenerte acá a mi lado y no hablar como si estuviera loca.
¿A dónde fue lo que tuvimos? Sería triste que ninguno de los dos sepamos la respuesta, ¿por que razón dejamos de buscarlo?, ¿por que puta razón lo perdimos?
Escribirte no es tenerte, eso está claro. Escribirte, es un hecho.

Agustina Saubidet