“No lo tenían pensado. Yo nací después. Pero es cierto que hay una fijación con eso de tener tres hijas y llamarlas a todas Marías. Además en francés María Clara puede ser una marca de maquina de coser”(1), pensaba María sin mirar el cielo, observando el trazo punteado en serie que se formaba sobre la tela. Era cierto también que ella no podía formar parte de las constelaciones de sus padres. Tres Marías, más una y ella era ese más una. Ella era la cuarta y con esto, su mundo se modificaba en cada pedacito de tela que veía. Era difícil sentirse incluida en algo que se había armado antes de que ella hubiera nacido. “Nació de carambola” decía su madre sin ninguna clase de cuidado al referirse a ella. Nadie la esperaba, nadie la deseaba, como nadie desea que se le descosa un vestido o un pantalón nuevo.
María sabía que el secreto para el buen uso de una máquina de coser radicaba en el regulador de tensión. Sabía que si llegaba a comprender la sutileza de su uso, la vida en su casa le resultaría más liviana. Así, se pasaba horas comparando telas, puntos, llenando la casa de retazos. Solía coser de noche, en la piecita de servicio que estaba pegada a la terraza. Mientras todos dormían, subía con una taza de té que siempre dejaba enfriar hasta tomarlo casi helado. Luego prendía la radio bajita, se sentaba en la silla de madera gastada enfrente de la Singer, se sacaba los zapatos y con cuidado apoyaba su pie derecho sobre el pedal. Según la canción que pasaran en la radio, iba más despacio o más rápido; y así María se iba en ritmos y se iba también la prolijidad de las costuras (pero no le importaba demasiado). Cosía para ella, jamás para sus hermanas ni para sus padres, salvo que se lo pidieran. En ese caso, se tomaba su tiempo, no era cuestión de que creyeran que iba a estar ahí eternamente.
Es verdad –pensaba María- uno supone que las estrellas están ahí por siempre, pero las estrellas también mueren, se van apagando, hasta que casi ya ni se ven, pero uno no es conciente de la muerte de las estrellas cuando las estrellas no son nombradas. Y las tres Marías eran tres, no cuatro, tal vez la cuarta había nacido y muerto en el mismo momento o se fugó y se fue a formar la cruz del sur en horizontes evangelizados, qué sé yo –.
Sin dudas, ella había nacido para arreglar el mundo ajeno, para recordarles a sus padres que todavía se deseaban o tal vez, por descuido y efecto secundario, volver par la insoportable imparidad fraternal de sus hermanas.
De todas maneras, aunque se fugara de noche y se escondiera en la piecita del cuarto, al lado de la terraza, de día ella era parte de la serie: todos puntos iguales, parejitos; pero claro siempre hay un punto que queda suelto, flojo y tal vez en esa diferencia María se sentía más Clara que otra cosa.
Agustina Saubidet Bourel
(1) cita de un texto de Silvina Ocampo
Mostrando las entradas con la etiqueta constelaciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta constelaciones. Mostrar todas las entradas
jueves, junio 04, 2009
sábado, agosto 02, 2008
Quién sabe?
De repente la constelación de estrellas se equivoca, y yo estoy aquí con vos. En un bar. Como esa vez que me cediste la espuma de tu capuchino, qué tonta te pregunté si no te gustaba. Claro que sí, pero te gustaba más cedérmela. Estúpidas constelaciones de estrellas y mariposas que no llegan. Y la analogía de la vidriera y no puedo creer que te lo dije. ¿Realmente mencioné que yo necesitaba enamorarme de las cosas antes de comprarlas? Que ahí sí, no me importaba el precio, pero que no podía simplemente comprar algo porque me parecía que estaba "bien"? Y así dejé que te fueras, y me quedé con el aroma a nuestras hormigas cosmopolitas que devoraban viñedos en lo alto de montañas lejanas. Me quedé con las luces bajas y las velas refractando en mi rostro como tanto decías que disfrutabas. Te fuiste y volvió el placer de verme a través de esa mirada… y vos cambiabas de cara y me volvías diferente. La morena que en tu tango caminaba arrastrando su halo. La italiana de tu bife marcado y sólo así, qué buen bife! La mujer de tus poemas que existió mucho antes en el deseo de dedicarlos. Esa no era yo, eras vos. Pero... fueron lindas esas fotos. Y aún así siempre yo, que no compro. No puedo comprar. Aunque me muera de ganas, está claro que no muero porque ahí donde mora el encuentro no enamora… ahí no puedo quedarme, ahí no estoy…
Y la nave se va… Y pasa el tiempo y pago precios muy altos para estar con él, que no sos vos, que no tiene nada que ver conmigo. En él con quien no disfruto de verme en su mirada porque su mirada no dice nada, no habla de mí porque no me ve. Me tiene en frente y nunca me ve (o es mudo?). En él con quien pierdo la cabeza y se vuelve tan lindo perderla de vez en cuando. En él que no presentaría a mi familia, que no simpatiza a mis amigos… En él, Que no parece más que un impulso de autodestrucción y de almohadas revueltas. De pieles entrelazadas, pieles latientes, hambrientas, enfurecidas. Pieles que se rozan, se provocan, se amalgaman, se escalofrían. Pieles que simulan mariposas, pero con cosquillas, con cuellos orejas nucas lenguas… que no vuelan. ¿Y qué constelación de estrellas?, ¿Qué fuerza errática me impulsa a pensar en él, a acercarme como no puedo con vos? ¿A abrirme aunque no interese, aunque duela de soledad más que el estar sola? Hasta que llega la anestesia y ya da igual. Está claro que no reconozco el final porque relaciones anestesiadas no terminan… A menos que un día él empezara a verme, y se haría evidente que no hay nada ahí para vernos, no hay encuentro posible, y la que se iría soy yo, lo sé.
Algunos lo llaman histeria. (Vos Gute, cómo lo llamarías?).
Y me gusta estar sola. Eso es lo que digo. Me gusta estar conmigo y mis amigos, tenerlos y añorarlos… Valoro tanto mi tiempo, mi libertad, mi exclusividad, que sólo los dejo por personas especiales, jurídicas e internacionales. A menudo pareciera un mal trato. Yo lo pienso y lo pienso y no lo pienso demasiado porque la inercia va hacia allá. Porque pensar frena, pensar puede cambiar, pero aún peor... puede doler de ansias de cambio radical. Y nunca es momento para tanto. Nunca, es siempre, es ahora. Y ahora no es el momento pero ¿qué tal si fuera siempre así?
¿Qué tal si mi fortuna fuera la puerta de una vida anestesiada?
Busco una verdad evidente que se presente ante mí, ineludible.
Y cuando lo hace...
Decile que llame después, sí? Ahora estoy agotada.
V.-
Y la nave se va… Y pasa el tiempo y pago precios muy altos para estar con él, que no sos vos, que no tiene nada que ver conmigo. En él con quien no disfruto de verme en su mirada porque su mirada no dice nada, no habla de mí porque no me ve. Me tiene en frente y nunca me ve (o es mudo?). En él con quien pierdo la cabeza y se vuelve tan lindo perderla de vez en cuando. En él que no presentaría a mi familia, que no simpatiza a mis amigos… En él, Que no parece más que un impulso de autodestrucción y de almohadas revueltas. De pieles entrelazadas, pieles latientes, hambrientas, enfurecidas. Pieles que se rozan, se provocan, se amalgaman, se escalofrían. Pieles que simulan mariposas, pero con cosquillas, con cuellos orejas nucas lenguas… que no vuelan. ¿Y qué constelación de estrellas?, ¿Qué fuerza errática me impulsa a pensar en él, a acercarme como no puedo con vos? ¿A abrirme aunque no interese, aunque duela de soledad más que el estar sola? Hasta que llega la anestesia y ya da igual. Está claro que no reconozco el final porque relaciones anestesiadas no terminan… A menos que un día él empezara a verme, y se haría evidente que no hay nada ahí para vernos, no hay encuentro posible, y la que se iría soy yo, lo sé.
Algunos lo llaman histeria. (Vos Gute, cómo lo llamarías?).
Y me gusta estar sola. Eso es lo que digo. Me gusta estar conmigo y mis amigos, tenerlos y añorarlos… Valoro tanto mi tiempo, mi libertad, mi exclusividad, que sólo los dejo por personas especiales, jurídicas e internacionales. A menudo pareciera un mal trato. Yo lo pienso y lo pienso y no lo pienso demasiado porque la inercia va hacia allá. Porque pensar frena, pensar puede cambiar, pero aún peor... puede doler de ansias de cambio radical. Y nunca es momento para tanto. Nunca, es siempre, es ahora. Y ahora no es el momento pero ¿qué tal si fuera siempre así?
¿Qué tal si mi fortuna fuera la puerta de una vida anestesiada?
Busco una verdad evidente que se presente ante mí, ineludible.
Y cuando lo hace...
Decile que llame después, sí? Ahora estoy agotada.
V.-
Etiquetas:
constelacion,
constelaciones,
histeria,
leri,
lerinha,
v.-,
vida anestesiada
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)