Capítulo: EL lago
Te escribo porque es más fácil que mirarte o que tocarte, porque si te toco siento que ya no sos vos, que algo de mí te está cambiando, y no quiero, hasta cuando te miro siento que te volvés otra y entonces, ya dudo…pongo distancia, como cuando me enojo; pero esta vez me enojo conmigo mismo por no poder dejar de mirarte, ni de tocarte.
Te escribo que es casi como apreciar tu respiración entrecortada, detenerme a escucharla, contar cada pausa donde cada exhalación tuya se vuelve oxígeno para mis magros pulmones llenos de nicotina; pero entonces me doy cuenta de que se vuelve inútil tener algo entre las manos que no seas vos.
Te observo pálidamente para pasar desapercibido, para que no sientas que te miro y te palpo con mis ojos azules, mientras tus ojos negros descansan detrás de tus párpados.
Me hace bien mirarte, me hace bien escribirte…es como cuando nos reímos, cuando cruzamos miradas, cuando soñamos despiertos como aquella tarde en el cuarto del motel y jugamos con las formas de nuestros cuerpos en el espejo y creemos que estamos en Japón y que detrás de esa fuente de porcelana, asquerosamente decorada, imaginamos que aparece un superhéroe que nos resguarda; pero en realidad estamos en un lúgubre cuarto de hotel, y tenemos sólo unas horas y el parket no se puede sacar para romper esa fuente tan fea, porque esa ni siquiera es mi casa…
Hay veces que me pregunto si esta imaginación que nos invade por las tardes tiene el precio tan alto del equívoco; el peso de saber que estamos construyendo recuerdos que deben ser perfectos; o al menos debemos aprender a reírnos de sus imperfecciones…me pregunto si cuando “me mirás- mirarte” estás sabiendo todo esto, ojalá que no, porque entonces ya no sería a vos a quien estaría mirando…porque serías otra y no quiero que seas otra.
Me pregunto si realmente creés en mi burla constante; si detrás de eso no intuís nada de mi ausencia cuando se aleja de vos; si creés que realmente estoy ahí al lado, burlándome de todo, ocultándote el enojo; esa risotada sarcástica que ejerzo sobre mi mismo, no sobre vos, porque tengo varios años más que vos, y es la única solución que encontré frente a todo esto; porque al fin y al cabo, me parece bien que todavía creas que las cosas siempre son auténticas, que sólo son lo que muestran.
Me acuerdo de tu carita y me imagino tu mirada no entendiendo nada de todo esto; y me parece injusto estar generándote esa mirada, aunque sea así en mi imaginación, porque sé que hago mal en decirte estas cosas; estaría mal anticiparte un fracaso probable que no te pertenece; el fracaso de los años que vienen, porque no te tiene porque ir mal a vos, soy yo el que no puede mirar más allá de nada…
Por eso te escribo, porque no puedo mirarte, no ahora, ahora me da vergüenza y bronca haber creído una vez más en un superhéroe; me da vergüenza y bronca haber creído en tu cuerpo, en esa breve y eterna resurrección que le brindaste a mis labios secos y cansados de besar peceras sin agua…
Lo bueno de todo esto es que solamente vos sabés a quien le escribo, a vos, a quien desde la ausencia nombro sin tocarte ni mirarte, porque no quiero que te vuelvas otra, porque no quiero dejar de creer, aunque sea en un instante, que aquella tarde de jueves fue realmente a vos a quien vi, más allá de mí.
Agustina Saubidet
lunes, enero 26, 2009
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2 comentarios:
¡¡¡¡BRAVO!!!! Hmmm, ¿y los demás capítulos? Mira que lo dejas a uno como 'junkie' en pleno pavo frío Lennoniano. El traficante da una probada de su eficaz droga enganchadora y el 'junkie' trémulo cual gelatina en temblor japonés pidiendo más. Un abrazo... ¿y los demás capítulos?
mmmm, la gelatina no es tan rica que se la come todos los días. Ya te mandaré vía mail una copia de la novela. No me falta tanto para terminarla y seguir festejando por lo que venga. Otro abrazo de oso. Gute
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