lunes, abril 26, 2010

El humo


estoy agotada
decididamente agotada
salgo de una, entro en otra y en otra y en otra
llena de hollín y de olor a humo y detergente sintético.
ayer estaba agotada
y hoy estoy más
como si un humo de problemas me persiguiera
pero estoy feliz
El sábado volví a tocar algo de percu, alguien dijo que tenía una sombra de chamanes detrás
estaba poseídamente feliz contra mano mano izquiera, ritmo en derecha, jugar... fui feliz, más que sacando fotos, aunque tenía toda la ropa con olor a humo.
Varios tocaron instrumentos, algunos por primera vez en la vida y Maripaz en el sillón, parecía feliz y llena de humo, pero estaba feliz.
Jugó con la clave cubana y yo con mi contratiempo mano izquierda, volví a tocar
quiero volver a la percu, a la música, a cantar,
quiero hacerlo
permitirmelo
tocar
de nuevo
que es casi como amar
pero tocar es aún más increíble
soy feliz
como cuando bailo
y mi cámara duerme
y yo feliz
con olor a humo
y detergente sintético
y Maripaz feliz
y Manu feliz
Y Carli feliz
y Marce feliz
y Cristo feliz
yo plena
faltaba Marpín
dijo Maripaz
feliz

Gute
Foto Martín Naya

miércoles, abril 21, 2010

Cuando la sensación toma al cuerpo, la acción le gana a la cabeza

¿A dónde iría, si pudiera irme, qué sería, si pudiera ser, qué diría si tuviera voz, quién habla así diciéndose yo? Repóndanme simplemente mientras otro con frivolidad, pero con buen gusto, apoya sobre mis vértebras un bien reconocido protector solar.” Y entonces empiezo a encontrar seudas respuestas que no pienso, simplemente me respondo, él su mano, el olor a dermaglos 40, mi piel blanca, su mano sobre una piel que supo de niña llenarse de ampollas y me daba tanta vergüenza de niña que me vieran llena de ampollas en la pileta del GEBA y en realidad era por descuido de los adultos que mi piel se ampollaba. Ahora es distinto; ahora me cuido sola, ahora él y su mano sobre mis vértebras…como dibujándolas una a una y me daría vuelta simplemente para agradecerle que esté ahora él encima de la vergüenza de mis ampollas, pero no le digo nada, porque no tengo voz, porque no tengo respuestas frente a lo que encuentro, yo tirada, la loneta a lunares horrible de mi madre es hoy una bandera de brasil que elegí yo, que no me hace transpirar, sonrío, él no lo sabe, no sabe que soy feliz, tal vez soy feliz por no preguntarme nada ahora, ahora que él me pasa dermaglós 40 y cuenta mis vértebras una a una como trepando una escalera, me hace masajes por toda la espalda, hasta apretar con fuerza los hoyuelos, esos que tengo justo arriba de la cola, esos que hacen que mi culo se vuelva una cara, son puntos centrales de olvido y de contractura, de dolor y de cervicales podridas, él me aprieta como si fueran dos botones, como eyectado todo eso que no quiero de mí, yo no me muevo, por primera vez dejo que me acaricie toda y me llene de crema una y cien veces, que la bandera de brasil se llene de crema, como mis hoyuelos, yo sonrío, mi cara apoyada de costado, con los ojos cerrados, aún veo el mar, porque lo escucho, escucho el mar cuando hay algo del mundo que me calienta y no es la arena.

¿Y a dónde iría? Tal vez la pregunta sea otra, la pregunta correcta es, ¿quiero irme?, ¿qué pasaría si me quedara? Tomo sus manos, las detengo con fuerza, me doy vuelta, él se sorprende, mis piernas rojas se enganchan en sus pantorrillas marcadas, y se trepan hasta llegar a su espalda. Me lleno las manos de crema, lo tiro encima mío, no hay espacio para respirar, lo sabe-lo sabemos, yo llena de crema, mi cuerpo lleno de crema, de su crema maldita, puta, que nos pega, que nos perfora, separarnos ya no podemos, mis manos llenas de crema perforan sus vértebras. No hay dolor. Lo miro, siento que lo miro yo, él no me mira, él sangra y mis manos sólo buscan más sangre. El mundo parece ahora pertenecer a otro mundo que no somos nosotros, tengo miedo, mucho, me tira del pelo, para atrás, mis vértebras suenan, respira junto a mi oreja, lame mi oreja, la muerde, lo beso y tiene gusto a dermaglos, pero ya sin número; me vuelve a tirar del pelo, mis ojos se llenan de lágrimas, pero lágrimas de ardor, como si el pelo ardiera… estrujo mi manos hasta llegar a sus riñones, emite un quejido, le duele, me gusta que le duela porque sé que fue por la presión de mis manos, como si emanara de mis tentáculos todo mi dolor, mi goce y le llegara hasta sus riñones, hasta perforarlos, hasta gemir, hasta acabar sin buen gusto, envueltos en dermaglos.


Agustina Saubidet Bourel


PD: a falta de muzza, una grande, publico cosillas del taller de escritura, mientras vuelvo a los borradores de mi novela inconclusa, toujours…Mi profe Alfredo Staffolani, alias Staffo, se comprometió este año a lograr que mi escritura pase del pajerismo mental de los mundos adentro, a la acción realizada. Entonces, tiró consigna tensa entre esos dos mundo, el de Beckett y la mano de un otro pasándole protector al cuerpo del personaje (intervención de Staffo sobre Beckett). Me metió en un brete y la solución más fácil era el pajerismo mental; pero no, cada vez que me metía en el mundo de adentro, para evitar conectar con la acción, Staffo me decía, "no no, ponele acción, conectate". Así que le puse un poco de acción al cuerpo, conclusión: el título del post.

Ok voy a dejar de leer a Beckett y me voy a poner las pilas con Carver y Faulkner y a recordar una y otra vez, a Sallinger y sus nueves cuentos.



domingo, abril 04, 2010

Feriado: las pibitas del subte

a María, de Esquel
Estoy sentada en el subte D. Es feriado y lo sé porque no viajo parada. Cuatro o cinco pibitas suben al vagón, son de esas pibitas que venden gomitas de pelo o costureros por dos pesos que guardan en una bolsa de nylon negra, a veces blanca o verde.
Son muchas, rara vez hay tantas juntas (tal vez es porque es feriado). Tienen diferentes edades, uno las supone porque algunas comienzan a desarrollarse y otras aún son muy niñas, las más grandes cuidan de las más pequeñas, casi por descuido; y todo transcurre con “normalidad” en el subte, una imagen cotidiana y en realidad, en ese desarrollo temprano de los pequeños pechos que se esconden detrás de remeras ajustadas, hay una niña (que esconde sus pechos para seguir siendo niña) y uno piensa en los millones de hijos de puta que pagan por tener sexo con esas niñas, por el sólo hecho de sus pechos pequeños y entonces todo se vuele un asco, un rechazo a esa realidad que uno no concibe, ni por descarte de opciones. Son NIÑAS.
Niñas que usan por lo general zapatillas de colores, el pelo largo, lacio, atado, a veces ya teñido, a veces natural trigueño; usan calzas ajustadas y remeras coloridas que jamás combinan a los ojos de los otros, y en las uñas de las manos, un esmalte saltado que deja ver una mugre de uña percudida, de mano que ha pasado por millones de lugares, menos por agua, y yo me detengo simplemente a mirarlas…a pensar en esos detalles.
Algunas hablan a los gritos, otras al oído entre ellas. Se rién; pero son de esas risas que duran poco. La más benjamina debe tener cuatro año. Apoya su cuerpo en el pasamanos que va hasta el piso, en el fondo del vagón. Esa chiquita posee una belleza tan profunda en los ojos, mezcla de ingenuidad y desilusión, como si estar ahí fuera un juego y no tanto, como si tuviera ya conciencia de que esa vida de subte ya no es un juego, porque no la elige, porque ya no elige jugar a eso. Veo esa mirada, tengo la cámara de fotos conmigo, pero no le encuentro sentido, pienso en la nena, en su vida. Como esa vez, hace algunos años que me encontré con un chiquito de la calle, por Pueyrredón y Santa Fe, llorando porque no había conseguido vender nada y no pude más que comprarle un par de biromes y un paquete de carilinas, para tapar mi culpa social, un poco lo que hacemos todos, o no todos, algunos, aunque no todo el tiempo… de golpe, recordé a ese chiquito, no sé porqué recordé sus lágrimas grises, en el instante en que salí hoy del subte y pensé en escribir sobre esto, esas lágrimas de mugre. Puta pascua.
Aún resuena en mí, los ojos de ese chiquito angustiado, temeroso, triste, un pibito que no tendría más que 7 años en aquel entonces, que iba a la escuela, en aquel entonces; o esa chica que pedía en el vagón y que su mamá tenía celular, allá por el 99 y me dio una bronca. Uno ve todas esas fotos juntas y piensa, bah, no sé, yo pienso, algo no está bien; tal vez mi silencio no esté bien, esto también forma parte de la vida, de las cosas, de la cosas que elijo no sacar con mi cámara y que prefiero plasmarlas en un papel. Aunque también es un poco absurdo escribir sobre esto.
Cuando llegué a Paris buscando otra realidad para ver, lo primero que me pasó al tomarme el tren rumbo al centro, fue que un tipo me dejó un cartelito en francés diciendo, me llamo X tengo tres hijos, bla,bla,bla historia que todos conocemos y me dije: ¿viajé tantos quilómetros para encontrar más de lo mismo? Y en realidad no era lo mismo, porque ese tipo, estaba solo, no estaba camuflado por la imagen frágil de un niño, si tal vez por un relato que apelara a la desprotección, pero sin exponerla como un zoológico.
La vida adulta… hasta acá mi vida con lo que pude: juego ahora un solitario donde nadie puede ganar de mano, ni irse al mazo. Soy yo contra mí misma
Dos alternativas para apostar: puerta derecha, amor; puerta izquierda, arte ¿cuál elegís, Saubidet?
Ser adulto implica también hacerse cargo de esas elecciones y pienso en esas pibitas del subte, qué opciones tuvieron, o tienen. De chico no sé si hay opciones; con el arte no se come sobre todo de niño, con el arte se juega, o eso debería ser, porque tanto el arte, como el juego se plasman a partir de la fantasía, y la fantasía no es la realidad: una cosa es jugar a ser adulto, otra muy distinta, es serlo. La fantasía radica pues en eso, en creer que se… pero no serlo, ni estarlo y estas pibitas no jugaban, eran adultas, ¿eran adultas por falta de opciones? De qué carajo sirve el arte en estos casos, de qué carajo sirve jugar; de qué amor estamos hablando, ¿acaso arte y amor son opciones para ellas? Siempre creí que mientras más conectáramos con el arte, mayor era la posibilidad de revolucionar al mundo, aunque sea el propio; hoy no sé si pienso lo mismo. Ahora, en este instante, en lo único que pienso, es que empieza a hacer frío en buenos aires y pienso en el frío y en esas pibitas del subte también, pienso en el frío de esas pibitas que nunca las dejamos ser niñas.

Agustina Saubidet Bourel

PD: gracias María por la charla de hoy en la plaza, me hiciste pensar y sentir mucho. GRACIAS
PD: no sé por qué, pero me acordé de una canción que escuchaba de chica, que me hacía llorar tanto como Carito. El pibe Ramón, de Piero "y siempre andaba con los pies descalzos, inaugurando baldíos y plazas... y la inocencia la perdió en los charcos y veinte letras que se aprendió y así se fue tuteando con la bronca..."

jueves, abril 01, 2010

LLAMADO a la solidaridad: perdí mi pañuelo rojo


Acabo de llegar, después de bailar sentido, como había prometido; y me doy cuenta de que no tengo mi pañuelo rojo, perdí me pañuelo rojo, ese que me compré en el verano y que me traía suerte, mi pañuelo, quiero mi pañuelo rojo, no puedo salir si no sé dónde está, tirado, colgado de mi cartera o adentro, o adentro del placard.
A quien lo haya visto, se ofrece escribir a bizomalog@yahoo.com y como recompensa, un fernet o un paquete de cigarrillos (si fuma). Nada más.
Quiero mi pañuelo rojo

Agustina Saubidet