lunes, junio 29, 2009

Reflexiones sobre una servilleta # 4: sin mentir ni renegar

Cuando la verdad duele demasiado,
la apreciación de la belleza se vuelve lo más cercano a la felicidad.

Leri.-

sábado, junio 27, 2009

como en el uno a uno

Anoche te fuiste como escapando de mí

Como escapando dije

Bueno, sí…también dijiste de mí ¿querés unas pringles?


Agus (creo que nunca firmé así)


jueves, junio 25, 2009

Caleta y su relación con el habla

Amordazada, las palabras golpeaban en sus labios y caían por dentro, lastimando su lengua, su paladar, su garganta, su estómago.

- Creo que tenés una llaga. – le dijo, idiotamente sorprendido.

Ella cerró la boca. Abrirla había sido un error.
Casi tan grande como el de dejarlo entrar, una vez más.


Leri.-

lunes, junio 22, 2009

Anhelo (allá por el 2005)

Quiero querer a tus espaldas

perderme en laberintos de brazos y piernas

extremos besos, clavículas molidas, omóplatos férreos

TRANVIAS son mis lenguas

Quiero querer las lunas de día en auroras tardías,

vos y tu avión sin destino.

Quiero QUERER las muelas de juicio

tanto como a los jueces molares,

Las tortugas marinas, las prisiones sin muros,

de techos sumergidos

en mis pechos natalicios

Quiero querer las flores en capullos

disecadas en libros, boletos de colectivo

papeles de caramelos sugus

Querer quiero todo lo que dilate mi rutina

hasta volverla lágrimas,

para que las cuentes una a una

y en cada mediodía, las riegues en tu boca


Agustina Saubidet Bourel

sábado, junio 20, 2009

Silencio en fuga

Quiero escribir un silencio breve, necesario
liviano, trémulo, taquicárdico
Un silencio propio, ininterpretrable, intraducible
Un silencio abismal que entre en un costurero
o en una botella vacía de grand marnier
Quiero escribir un silencio apacible, tierno, inaugural
Un silencio que crezca y que muera en el instante
que desee morir

Quiero escribir un silencio, pero no sé cómo hacerlo


Agustina Saubidet Bourel

miércoles, junio 17, 2009

Te dejo

Te dejo, quieto y solemne

detenido

Te dejo sonriente de lágrimas

con vos y tu mundo

Te dejo palpando el pasado

y me retiro silenciosa

Te veo dormir como nunca te vi

dormir...

Por última vez

cierro la puerta

dejo un sobre que dice

"beso en la frente"

El viento toca mi cara

mis manos se enfrían

pero tengo mis bolsillos

aún tengo bolsillos

y están repletos de lágrimas

y papelitos de esperanzas


Agustina Saubidet Bourel (Gute)

lunes, junio 15, 2009

Momentos

Hay momentos que con el tiempo se vuelven receptáculos de otros momentos.
Cuando me quise dar cuenta ya no podía salir del cuarto (otro lado que nadie habita más que yo).
En broma o en serio, supe que era definitivo.

Por el puro deleite del juego, decidiste cruzar la calle con los ojos cerrados.
Todo cayó entonces, como si estuviera en planta baja, sin hacer demasiado ruido; y entonces te volviste el contenido de los mejores momentos de mi vida; así, en silencio, como el mar y las piedras y un colchón ahumado.


Agustina Saubidet

domingo, junio 14, 2009

Partidas 1 Ajedrez

Definitivamente una partida de ajedrez mal resuelta me vuelca en la ruta, algo tan molesto como un semáforo intermitente, una madera mal pulida, un clavo en la silla que vuelve a arruinar mis medias negras.


Agustina Saubidet

sábado, junio 13, 2009

La sentencia

















la sentencia cayó contundente
tan contundente que hizo un agujero en el piso
y siguió cayendo


(sólo que ahora, nadie la veía caer)





Texto Gute
Foto Gonza Saenz

viernes, junio 12, 2009

Y dijo...


"Usted se escapa mucho
pero al final (o no tan al final)
...tampoco huye del todo"

Y...

miércoles, junio 10, 2009

Olores 2

Me he dado cuenta de que la muerte tiene olor. Me di cuenta cuando hablé con Laura, le hermana del electricista que hizo trabajos en casa (yo suelo hablar mucho con la gente, sobre todo cuando puedo pasar un rato y me gusta pasar rato con gente).

El asunto es que Laura vino hasta casa a ver cómo habían terminado el trabajo, después caminamos un par de cuadras juntas y sentí ese olor y me contó de su enfermedad, que tiene cáncer, hace años, que lucha mucho por vivir, que hace 10 años que lucha.

Me acordé de mi abuela, de los chicos de cromagnon, pensé en Laura y en su olor y me pregunté si ella lo percibiría.

Es un olor difícil de describir. No es un olor feo, un olor sucio, es un olor a plástico denso, a remedio…no sé, hay quien dice que es olor a flores de cementerio. Yo no podría definirlo con exactitud, tendría que volverlo a oler para describirlo con mayor precisión, pero la verdad es que preferiría no olerlo nunca más.

No es como el olor a la canela que no me gusta y detesto cuando al capuchino lo arruinan con eso. La canela me da asco; pero puedo olerla (no mueve ninguna emoción, simplemente no me gusta); en cambio el olor a muerte no puedo dejar se sentirlo y de percibir un único sentido cada vez que lo huelo: la muerte anda cerca.

Hoy otros olores que me gustan mucho más. El olor a verano que está por llegar e invade todo buenos aires. Es un olor nítido, claro, cálido; me hace sonreír, rejuvenecer, me aliviana, sobre todo cuando ese primer viento de primavera, de finales de octubre, entra en mis fosas nasales.

Ojalá uno pudiera mezclar estos olores. No sé, mezclar el olor a muerte con el olor a verano y tal vez hacer de eso, un olor a vida nueva, menos mortificante y sin canela, por favor.


Agustina Saubidet Bourel

martes, junio 09, 2009

La historia del pez que volaba

Una vez conocí un pez que vuela, pero desde el vamos, yo no le creí del todo (dicen por ahí que ojos que no ven, corazón que no siente).

Después me dijo que bueno, que no eran todos los peces, que eran algunos, que él era uno de esos peces que vuelan (de los que hay pocos). Ahí le creí un poco más, pero seguía sin cerrarme mucho la historia.

Le pedí entonces que fuera más específico. Me dijo que los peces que vuelan tienen aletas con plumas (que era una cuestión genética); pero que si se mojan, nadie los quiere, porque entonces ya no pueden volar ; y eso, que lo hacía distinto al resto de los peces, desaparecía (no así su genética)

Me dijo que con la última lluvia su vida se había arruinado. Me dio pena…le dije que podía quedarse en mi cuarto, pero que no hiciera mucho lío (que para eso me tengo a mí). Me prometió quedarse quieto y hacerme bien.

Los días pasaban y sus plumas no se secaban; pero comenzamos a llevarnos bien, a charlar mucho y de alguna manera a querernos. Me contó sus grandes anécdotas, me hizo reír mucho; pero no todo era risa. De noche lo escuchaba llorar, me decía que quería volver a volar; pero que no podía, así, todo mojado.

Un día no aguanté más. Lo tomé entre mis manos, prendí el aire acondicionado (frío calor ), puse calor. Le dije que podía quedarse un rato en mi cama a secar sus plumas.

Me agradeció.

Al día siguiente ordenó sus cosas y se fue volando. Cuando lo vi volar, me di cuenta de que era verdad, que hay peces que vuelan; pero que también hay lluvia que moja y yo, como buen pájaro, decidí que era hora de aprender a nadar (por las dudas).


Agustina Saubidet Bourel


Foto Gonzalo Saenz



domingo, junio 07, 2009

Donde no me metería (a Armando)


Querido Armando:

Quiero decirte donde no me metería. Ok, empiezo

En tu cabeza
En tu cama
En tu olor, no me metería
En tus chanchadas
En tus delirios
En tus frustraciones, no me metería
En tus manipulaciones menos, me metería menos (no sé si puedo no meterme.
Me gustaría meterme menos en todo caso, como en tu boca)
En tu escritura
En tus papeles
En tus ojos arriba
No me metería, bueno tampoco me dejás
En tus salidas
En tus enojos
En tus celos
No me metería, definitivamente, yo, no me metería
En tus arribos
En tus partidas
En tus valijas
No me metería, básicamente porque no entro
En tu perfume
En tu cacerola
En tu agravio
No me metería, no me interesa

Atentamente,
La Sra.de Spacio


Me quedo en la puerta, no toco timbre, espero a que abrás, ignoro si sabés que estoy del otro lado de la puerta escribiendo este gran listado de lugares que deseo queden del otro lado de la puerta.
Abrís. Estoy… cauta, tenue, soy como un cuadro descolgado que aún no tiene pared.
Abrís, otra vez abrís, soy un lienzo sin pintar, un cuaderno arte rayado en blanco, un pincel nuevo, no sé bien de qué medida
Abrís, otra vez abrís, y tu puerta ya se volvió giratoria. Me ofrecés mates, me pedís consuelo y siento que aun no estoy metida en eso, pienso en el listado que dejé afuera de tu puerta. Quiero irme, no me dejás, no tengo espacio, quiero irme a casa a tomar de mi mate, ese, el uruguayo, asociás mates con amantes uruguayos, mochileros austriacos, suizos de joyería y departamentos nuevos. No quiero ya meterme en tus asociaciones, no está bueno meterse en espacios de análisis ajenos…jamás podrías tampoco saber qué me pasa, ahí no puedo meterte aunque quisiera porque ni yo sé bien en qué lugar estoy metida, pero lo que sé es que vos ahí no podés meterte.
No estoy segura de querer irme; tampoco de querer quedarme. Estoy en un borde, ni adentro, ni afuera; en un borde, pero sin abismos, como un borde de cantero recién plantado y aún poco florido. Pienso…Te dejo mi tarjeta. “Llamame cualquier cosa. Ya sabés donde encontrarme; pero eso sí, antes, por las dudas, tocá timbre”.

Agustina Saubidet

PD: foto, Alejo Sivori http://www.flickr.com/photos/alesivori/

jueves, junio 04, 2009

Hilvanada

“No lo tenían pensado. Yo nací después. Pero es cierto que hay una fijación con eso de tener tres hijas y llamarlas a todas Marías. Además en francés María Clara puede ser una marca de maquina de coser”(1), pensaba María sin mirar el cielo, observando el trazo punteado en serie que se formaba sobre la tela. Era cierto también que ella no podía formar parte de las constelaciones de sus padres. Tres Marías, más una y ella era ese más una. Ella era la cuarta y con esto, su mundo se modificaba en cada pedacito de tela que veía. Era difícil sentirse incluida en algo que se había armado antes de que ella hubiera nacido. “Nació de carambola” decía su madre sin ninguna clase de cuidado al referirse a ella. Nadie la esperaba, nadie la deseaba, como nadie desea que se le descosa un vestido o un pantalón nuevo.
María sabía que el secreto para el buen uso de una máquina de coser radicaba en el regulador de tensión. Sabía que si llegaba a comprender la sutileza de su uso, la vida en su casa le resultaría más liviana. Así, se pasaba horas comparando telas, puntos, llenando la casa de retazos. Solía coser de noche, en la piecita de servicio que estaba pegada a la terraza. Mientras todos dormían, subía con una taza de té que siempre dejaba enfriar hasta tomarlo casi helado. Luego prendía la radio bajita, se sentaba en la silla de madera gastada enfrente de la Singer, se sacaba los zapatos y con cuidado apoyaba su pie derecho sobre el pedal. Según la canción que pasaran en la radio, iba más despacio o más rápido; y así María se iba en ritmos y se iba también la prolijidad de las costuras (pero no le importaba demasiado). Cosía para ella, jamás para sus hermanas ni para sus padres, salvo que se lo pidieran. En ese caso, se tomaba su tiempo, no era cuestión de que creyeran que iba a estar ahí eternamente.
Es verdad –pensaba María- uno supone que las estrellas están ahí por siempre, pero las estrellas también mueren, se van apagando, hasta que casi ya ni se ven, pero uno no es conciente de la muerte de las estrellas cuando las estrellas no son nombradas. Y las tres Marías eran tres, no cuatro, tal vez la cuarta había nacido y muerto en el mismo momento o se fugó y se fue a formar la cruz del sur en horizontes evangelizados, qué sé yo –.
Sin dudas, ella había nacido para arreglar el mundo ajeno, para recordarles a sus padres que todavía se deseaban o tal vez, por descuido y efecto secundario, volver par la insoportable imparidad fraternal de sus hermanas.
De todas maneras, aunque se fugara de noche y se escondiera en la piecita del cuarto, al lado de la terraza, de día ella era parte de la serie: todos puntos iguales, parejitos; pero claro siempre hay un punto que queda suelto, flojo y tal vez en esa diferencia María se sentía más Clara que otra cosa.


Agustina Saubidet Bourel

(1) cita de un texto de Silvina Ocampo

miércoles, junio 03, 2009

22:33 No Vintage (a Pipingulus)

Los recuerdos se reciclan, aggiornados, revestidos, desmantelando mi cabeza. A la distancia algo de aquello viejo puede rescatarse, lo bueno, lo que aún nos queda bien (y lo que nos queda mal, tal vez pueda meterlo en una bolsa de consorcio).

Con un clic de pc alcanzó para abrir el baúl que antes hacía las veces de mesa de luz. Tengo varias fotos tuyas, no podría ordenarlas, tampoco con certeza enunciar sus tonalidades…, menos venderlas al mejor postor. A la distancia las observo y se ven más lindas de lo que creía.

De alguna manera, me diste algo que nadie más me dio: la posibilidad de volver a creer que el amor es un tren que aunque no pasa seguido, pasa más de una vez…(y lo cambia todo, como un volantazo a tiempo que despabila la vida y ya nada vuelve a ser como antes).

Siento que entre muchas cosas, me regalaste el comienzo de mi novela. Fue gracias a vos que la empecé y es ahora responsabilidad mía terminarla (ya no tiene que ver con vos). Sin embargo este hecho inacabado e irresponsable de mi parte, no desdibuja para nada el espacio de inspiración que me regalaste (y que yo también supe tomar), junto con el cd de vocal sampling, dibujos en una libreta hechos con biromes que patinan, una carta para mi cumpleaños, una postal de tu ciudad y varios mails.

Los años pasaron y estoy distinta, la ropa me queda distinta, porque estoy más flaca y más liviana de pesares; sin embargo, conservo intacto en mi recuerdo ese que fuiste en mi cabeza. No sé si alguna vez coincidió con lo que vos eras, pero ese que amé, que “cimbronó” mi vida, a ese siempre le voy a tener cariño, sólo por lo bueno, sólo por lo nuestro, cuando fue nuestro y valió la pena; y claro que valió la pena sentir que conquistábamos el mundo, que éramos capaces de derribar agentes de seguridad de recitales con sólo tenernos de la mano y mirarnos; o cuando me llevaste en tu vespa a ese bar de tu ciudad más húmeda que buenos aires y me regalaste, vos también, la mejor versión que escuché en mi vida de Julia de los Beatles hecha de la mano de Manuel Moretti; y tu perra que se empeñaba en no salir si no la sacábamos los dos juntos (nunca aprendí cuando sino va junto o va separado).

Los recuerdos me habitan, no se quitan con una ducha, ni pesando menos, ni comprando ropa nueva; los recuerdos me habitan y qué bueno que lo bueno me siga habitando y quedando bien, aunque mi cuerpo no sea el mismo, ni esté en el mismo lugar; aunque no estemos más juntos, aunque ya no te ame, ni sepa bien quién sos, ni quién fuiste más allá del que yo vi… Sin embargo, hay emociones escondidas que siempre tocarán mis pupilas con la misma intensidad y me harán temblar la pera y retener las lágrimas y me lanzarán una y otra vez al mismo lugar. Ese lugar que ya no nos pertenece, ese lugar en donde ni vos ni yo estamos, pero que sin embargo a pesar de habernos ido, siento que ha atrapado algunas sensaciones que sólo pudieron pertenecernos a nosotros, cuando eramos dos…cuando éramos uno.

¿Sabés? Ese lugar es como una caja de madera, chiquita, pero inmensa a la vez, que cabe en una mano o en un abismo. Cuando te recuerdo, como con un clic, esa caja se abre, y la emoción intacta que quedó atrapada vuelve a mí; pero esta vez para escribir textos como el del "eterno resplandor de una mente sin recuerdos", que tal vez leerás de corrido, ignorando que fue escrito pensando en vos, en ese a quien yo quise que fuera capaz de cimbronar hasta mi escritura.


Agustina Saubidet Bourel (Gute o Pipina)


PD: tal vez la única distancia que te logra mantener intacto es esa, la de mis textos y qué bueno que sea eso, ¿no?