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martes, febrero 17, 2009

Olores


Quedó tu olor impregnado en el almohadón del living, no me había dado cuenta. Jamás imaginé que algunas cosas pudieran quedar. Tampoco uno puede aferrarse a un almohadón, pero tal vez esta noche, por ser la última, duerma abrazada a lo que alguna vez creí iba oler el resto de mis noches.

Cuando se murió mi abuela Mamidé, hace ya 16 años, me quedé con una cartera de ella, no porque fuera linda o me gustara, sino porque tenía su perfume. Cuando la extrañaba mucho, me bastaba abrir la cartera para sentirla de nuevo cerca. Al principio la olía todos los días y era inevitable no ponerme a llorar y abrazar fuerte la cartera, como una forma de no decir Adiós. Con el tiempo, lo hacía menos seguido; luego una vez al año; después solamente cuando ordenaba a fondo la parte de arriba del placard; hasta que un día me di cuenta de que su perfume no estaba más ahí, que ya no tenía nada que la trajera a mi lado, más que la millonada de recuerdos que estaban en mi cabeza; pero para ese entonces ya la cartera olía a mí.

No sé qué fue de esa cartera, creo que debe estar en la casa de mis viejos, en el mismo lugar donde la dejé la última vez. Tal vez con el almohadón sea más fácil y alcance con ponerlo a lavar en el lavarropas junto a todos los recuerdos que tengo de vos. Recuerdos que ya no te traen a mí, pero al menos van a ser recuerdos limpitos.


Agustina Saubidet


PD : Gracias Alejo por la foto. http://www.flickr.com/photos/alesivori/

jueves, enero 22, 2009

Intimas Verdades 3

Siempre odié la nata, la nata siempre me dio asco, la nata sobra en la leche. Recuerdo de chica, a mi viejo cuando me hacía la leche con chocolate caliente y si no iba rápido a tomarla, se formaba la nata, que yo cuidadosamente sacaba con la cuchara. Me daba asco la nata. Me acuerdo que cuando la leche estaba caliente yo miraba las burbujas que se formaban en el borde de la taza, una taza blanca de cerámica con unos rombos verdes en forma de guarda. Yo miraba las burbujas que se formaban a su alrededor, e imaginaba que eran globos de colores.
En ese mundo yo era feliz.
Me di cuenta que había crecido cuando mis cuatro dedos ya no podían entrar en el asa todos juntos, (tuve que dejar a dos afuera. Dos.)
Lloro. Creo que perdí muchas cosas mías en el camino, cosas que me hacían feliz.

-a. Saubidet

martes, enero 06, 2009

El eterno resplandor de una mente sin recuerdos posteo aparte

No recuerdo haber visto una película que representara tan bien la esencia del amor, y eso para no ser platónica, es demasiado decir, como decir que encontré una película de Carrey que me gusta como actúa.
Concluyo al verla que sí, es verdad, hay amores de esos “fugaces amores eternos” que no pueden ni olvidarse ni recordarse, como si el sentimiento los atravesara y rompiera al tiempo en mil pedazos.
Muchas veces uno se empecina en recordarlos con lujo de detalles para no olvidarse nada, como creyendo que de esos pedazos al juntarlos se trata la felicidad, pero el recuerdo los convoca, no los revive jamás y si al recordar uno ingenuamente cree revivir, automáticamente algo nos hace volver a la realidad, que aleja al recuerdo y lo mata; una y otra vez lo mata. Olvidar para Nietzsche es símbolo de sanidad, de vida, de afirmación de la vida...¿por qué? El niño, superhombre, él, el otro hombre, el infante, va al encuentro de las cosas sin memoria, sin impresiones previas, sin prejuicios, sin marcas, sin recuerdos, para crear en ese constante primer encuentro con las cosas de la vida, nuevos valores no preexistentes. Sin embargo, por más que uno recuerde cómo fue esa vez que por primera vez uno vio el mar, o sintió el amor, o degustó una mandarina, para el caso es lo mismo, de esos pocos momentos únicos de la vida, jamás el recuerdo se vacía de esa primera impresión, porque es la primera y nunca lo que vino después se parece. Jamás ver por segunda vez el mar, es lo mismo que la primera. Entonces vale la pena vivir el primer encuentro con el mar y saber que nada de que lo se vivió antes podría entenderlo, atraparlo. A fin de cuentas, no importa ignorar cuando uno no sabe nada.
Cuando uno se enamora, y uno no se enamora de una persona, porque sería como pensar que uno se enamora del agua salada, y no, uno se enamora de la inmensidad del mar, de lo inconmensurable, de lo que no posee referente, de lo que uno no esperaba que pasara, simplemente porque antes no había tenido existencia...uno no se enamora de la persona, se enamora de lo que descubrió con esa persona, de lo que creó con esa persona...mandarina, amo esa fruta, sus gajos, su olor penetrante, su color sin colorantes, mandarina...no recuerdo la primera vez que la degusté, lo que sí recuerdo en cada invierno es qué rico sabor tiene, amo esta fruta, casi tanto como a vos.

Trepemos alto como construyendo un precipicio, no tengas miedo de la altura, si caemos, la caída también será nuestra. No te distraigas con torpezas ajenas, si ellos caen fue porque dejaron de creer.
No me mires enojado, no me mires pensando que estoy loca, esta locura es nuestra también y no del pasado...


Pucha, como desearía no imaginarte, tenerte acá a mi lado y no hablar como si estuviera loca.
¿A dónde fue lo que tuvimos? Sería triste que ninguno de los dos sepamos la respuesta, ¿por que razón dejamos de buscarlo?, ¿por que puta razón lo perdimos?
Escribirte no es tenerte, eso está claro. Escribirte, es un hecho.

Agustina Saubidet