domingo, mayo 30, 2010

Intimas Verdades 5 La pasión por transmitir

a Juan Cruz Saubidet y Graciela Bourel


De chica, cuando estaba enferma y me quedaba en cama, mi mamá me leía mitología griega y leyendas populares del mundo entero: Brasil, China, Perú.

De todas la historias que me leía, la que más me gustaba era la de la Guerra de Troya. Había un personaje, Patroclo, que me caía bien por el sólo hecho de asociar su sonido al pochoclo o a una empanada de humita. Esa sílaba, CLO, en la boca de mi mamá, sonaba a canto de ranita después de la lluvia a la hora de siesta, una dulzura eterna que hasta el día de hoy recuerdo con tierna exactitud.

Lo que no recuerdo bien es qué versión del mito me leía; pero sí recuerdo su voz nítida, pausada, metiéndome en la historia como si la estuviera viviendo, ahí mismo, adentro del caballo; su mano dando vueltas la hojas y los millones de detalles del relato que mamá se detenía a contarme y explicarme, con cuidado, profundidad y sencillez (creo que gracias a ella amo tanto la filosofía).

Papá en cambio era mucho más frío. Formalmente académico.

Recuerdo que cuando tenía siete u ocho años, mi viejo daba clases en la facultad de ingeniería que estaba por paseo Colón; y con mi mamá y mi hermana lo íbamos a buscar a la noche. Recuerdo el edificio gigante, con sus eternas escalinatas, sus pasillos largos, sus techos altos, la madera, el mármol. Tenebroso de noche.

Tenebroso de noche, hasta que llegaba al aula donde mi papá daba clases.

Como siempre llegábamos un cachitín temprano, yo me apoyaba en la puerta del aula y lo veía, allá en el fondo, con su pizarrón y su portafolios apoyado en el enorme escritorio.

Sabía que no podía entrar al aula hasta que oficialmente no se terminara la clase y para mí, la señal de la entrada y el fin de mi espera, era cuando los alumnos se iban. Entonces, yo avanzaba por el corredor del medio del aula, feliz, como si fuera una princesa.

Siempre había algunos alumnos que se quedaban a preguntarle cosas a mi viejo, y yo me sentía orgullosa porque en ese momento, mi papá me presentaba: “Agustina, mi hija menor”. Mientras hablaba con los alumnos papá se limpiaba un poco las manos (porque las tenía llenas de tiza) y con cuidado iba cerrando su portafolios y poniéndose su saco azul, un saco azul…

Cuando ya estaba todo listo para irnos, papá (casi por instinto o por costumbre o por amor) guardaba un pedazo de tiza en el bolsillo de su saco. Después, me tomaba de la mano y me dejaba que le llevara el portafolios.

Cuando bajábamos la escalera que da a la Avenida Paseo Colon (esa escalera que me hace acordar a las construcciones griegas que mi mamá con tanto detalle me describía), mi papá con cuidado sacaba la tiza blanca de su bolsillo y me la regalaba. Yo, entonces, fascinada con mi tiza, le devolvía su portafolios; y mientras mi mano izquierda se llenaba de tiza, con mi mano derecha le sostenía su mano; y bajábamos juntos la escalera para luego ir a buscar el auto e irnos a comer afuera los cuatro.


Creo que la docencia es una pasión, una pasión que heredé de los dos: de mi papá tal vez más la entereza para plantarse delante de los alumnos, superando el miedo a exponerse; saber que una clase tiene que estar bien preparada por respeto a los alumnos, pero sabiendo de antemano también, que uno no sabe TODO. (aunque eso es más mío).

Exigir de uno mismo y de los alumnos, lo máximo POSIBLE, que piensen, que sientan, pero también siempre darles lugar a escucharlos, a sus preguntas, a sus reflexiones. Eso para mí es la docencia, que sin la pedagogía fantástica, maravillosa, poética y sensible de mi madre, esa retórica envidiable (que siento nunca alcanzaré) jamás hubiera podido ser docente.

La docencia exige dos condiciones indispensables: la generosidad y el coraje para el salto. Y el salto es de todos, de los alumnos y mío también, un salto que supieron dar mis padres para tomarme de la mano y ayudarme a mí también a saltar con ellos y más allá de ellos, también.


Gute


PD: Gracias por la vida que me dieron y por tanto más. Los AMO

lunes, mayo 24, 2010

Cazadores de tornados se despide del aire

Les dejo una info que tal vez les interese.
A beneficio del comedor-capacitador Gotitas de Esfuerzo de Bariloche, Argentina http://www.gotitasdeesfuerzo.blogspot.com/
Entrada alimentos no perecederos.
Allí los espero. Un abrazo, Gute


L@s esperamos el PROXIMO MARTES 25 DE MAYO en NoAvestruz, a partir de las 19:30 hs cuando daremos sala, para vivir con nosotros el ULTIMO PROGRAMA de Cazadores de Tornados, en horario especial de 20 a 23 hs.

Haremos un repaso frenético, intenso, emotivo, de lo que han sido estos 100 programas. Compartiremos el habitual chat pero ésta vez en pantalla gigante, y disfrutaremos de la música y el teatro en vivo de algunos de los tornad@s que hemos cazado: Andrea Prodan, Sr.Mikozzi, Botis Cromático Protoplasmático, María Ezquiaga, Mariana Pereiro, Lautaro Merzari, Radioeléctrica, Mariano Fernández, y Mariela Herlein.

¡ Traé tu portátil y participá del CHAT EN PANTALLA GIGANTE !

Sino podés acercarte personalmente, podés seguir la transmisión desde tu casa a través de www.unaradio.com.ar y participar desde el chat de una radio http://www.unaradio.com.ar/seccion/chat

Conducción general: Cristian Estrella
Para más información http://www.facebook.com/event.php?eid=125681244109310&ref=ts


martes, mayo 11, 2010

Nosotros no hacemos el amor

(antes de leer este post, se recomienda hacer click en el título para musicalizar la lectura)


Sobre la noche, esa, esa única noche dónde todo pudo haber acabado; pero no. Todo siguió igual y yo sin dormir, como a la espera de algo que alivie.

Salvia comida

El amor nos nutre, nos perfora, nos duele, nos renace, nos oculta, nos mutila, nos despierta, nos enlentece, nos desarma, nos fragiliza, nos devora, nos agranda, nos achica, nos apura, nos calma, nos llora, el amor nos hace. Nosotros no hacemos el amor.

Los hombres piensan que la cosa pasa por la continuidad del llamado y, no, no pasa por ahí el compromiso.

Ellos ya saben que todo no se sostiene con el sexo y que el compromiso en realidad viene de lo siguiente:

Antes de los noventa, se los llamaba mujeriegos; después de los noventa algo pasó y se camuflaron delante de la frase “yo no quiero compromisos, esto es free, Light, tranqui, sin compromisos”. Distinguimos la marca del menemismo, en dos detalles: uno, la posición tan chota desde donde se emite el discurso; segundo, los términos anglosajones para camuflar su posición de mujeriego. Creen que en la posibilidad de variar a tiempo, yace la posibilidad de conservar el deseo intacto.

Las mujeres, en cambio, necesitamos cierto anudamiento del deseo, quizás ficticiamiente, en el compromiso; porque la continuidad de un vínculo nos tranquiliza todo ese exceso que tenemos. Pero tranquilizar no es lo mismo que adormecer. Recuerden que gran porcentaje de los divorcios y de las separaciones están decididas por las mujeres.

Nosotras no tenemos más miedo de separarnos de lo que ya no nos genera deseo: mal, bien, a tiempo o destiempo, nosotras ya aprendimos a dejar, de alguna manera; y necesitamos algo mucho más que el sexo; pero no se trata de hacer el amor. Sabemos que el amor no pasa por el sexo; que en todo caso, ayuda a sostener ciertas posiciones sobre el sexo (sobre, que no es lo mismo que al sobre).


Según la abuela, todo se soluciona con saliva

La primera saliva es la mejor por eso hay que tomarse un vaso de agua cuando te laventás y claro, también al acostarse.


It s all right if you need to write, but remember to keep the left even if you write with your right.


Dicen que rompo corazones, pero es porque yo tengo el corazón roto y transmito todo eso; y voy rompiendo corazones para no sentirme tan sola; porque en esa soledad, en esa soledad no habita nadie, y vos, petit cochon, vos eso lo sabés muy bien…

Sabés qué feo es que ninguna persona ya te sorprenda; que pocos te generen esa admiración; y sólo aquel, aquel que logró capturarte, ya ni siquiera mira, porque está igual que vos, perdido; pero ya no es que “ya no se pueda nada”, sino que ya nada te sorprende.

Puta revolución que no llegó.

Eso sí, se vuelve al formato mínimo de la comunidad de la especie, porque volvimos a ser especie.

No me mires así con sorpresa, petit cochon, esto lo entendés y te duele tanto como a mí. Claro, tu caparazón de felino te protege del mundo, pero ojo, también te protege de sentir con el cuerpo, y conmigo algo sentís, que no sabés qué es; como no te permitís decir nada que sea gris (tiene que ser blanco o negro) y conmigo la cosa es gris; y no te lo bancás.

Yo, en cambio, si bien algo de esto puedo sentir, algo de la revolución sí ha llegado a mí, mejor dicho, en mí.

Desde hace no mucho, surgió en mí una epifanía sobre el amor, gracias al derrumbe de las bases de los pilares que habían construido la manera de vivir el amor.

El amor nos construye definitivamente, ya bien lo dijiste, como nos construye el universo en el proceso misteriosamente hermoso de la vida, en todas sus dimensiones. Y como la vida es cambio, siempre habrán catástrofes, descubrimientos, decepciones, ilusiones: todo puede cambiar en cuestión de segundos, vos ya bien lo sabés, porque eso lo debemos saber quienes andamos por los caminos del amor. Sino estamos fritos.

Hay que dejarse construir por el amor, por el amor de lo que llega a nuestra vida, traiga lo que traiga; entregarse al momento y soñar; aprender para seguir andando; saber que siempre se puede estar mejor. Por eso a veces me voy.


Vendrán seguramente muchas personas a compartir el amor, pero siempre queda el amor de los amigos, que es el mejor………..y claro,

El amor por la comida también

Bueno sí, la cosa para mí no es nada fácil. Una cosa es aprender inconcientemente lo que es perder; y otra, que se te queme las casa y salves tus cosas. Ahí perdés mucho más…

¡Puta!, aprender a diario, que todo puede perderse definitivamente en escasos segundos de corridas, porteros eléctricos y hollín.

Pero bueno, aquí me ves con mi música y vos con tus nomates. Se baila y se escribe, se pinta, se hace música para inscribir algo también. Sólo es cuestión de establecer el método, no los elementos.

Lo intenso siempre es singular, pero no necesariamente peor, ni menor; es diferente y a veces, te lo aseguro, petit couchon que hay intensidades tan singulares, pero tan singulares, que parecen preparadas. Intensidades intencionadas. Pero lo loco, es que son azarosas, petit couchon y eso también lo sabemos los que no hacemos el amor.


Texto Maripaz & Gute; música Les negresses vertes & Massive Attack; foto, Gute; fuego, Maripaz; Arbol, piñas; Argentina, Mar Azul 2010

lunes, mayo 10, 2010

La Mancha del Kiss Jote

El Quijote de la Mancha, versión Canon Mar Azul, 2010. Toma directa, Agustina Saubidet Bourel

miércoles, mayo 05, 2010

La caída

Sobre el tercer estante de la heladera, una cacerola de metal azul a medio cerrar que deja ver una base de arroz con carne, cebolla, ajo, morrón, todo podrido, pegado, marrón, todo marrón, hasta el olor. En el centro de la cacerola, una capa de moho blanca y verdosa donde descansa congelada una cucaracha de patio, atrapada como en una teladearaña.

Por una hojota que se enreda en la base de la heladera, Marta cae sobre el mosaico frío. El impacto no le impedirá pensar que de no escucharse su caída, pueden pasar semanas hasta que alguien dé con ella. Se angustia, piensa en la cucaracha congelada, seguramente nadie vino a socorrerla. Ella piensa que ni el portero sabe de su caída.

Observa con detenimiento la situación como buscando objetos que puedan ayudarla a imaginar una salida. Con cuidado, extiende su mano sobre el tercer estante, ese mismo que sostiene a la cacerola. Entonces, trata de utilizarlo como punto de apoyo para incorporarse, pero la fuerza es mayor y el estante cede y se desmorona rompiendo el vidrio de la parte inferior de la heladera, con tanta mala suerte que la cacerola rueda junto con un montón de vidrios hasta su cabeza.

-Al menos de hambre, no voy a morir –piensa Marta quien cierra los ojos, respira hondo y hunde su mano reumática sobre la capa espesa de moho.

Agustina Saubidet Bourel