lunes, septiembre 27, 2010

Aline y Tryó

Pela, no era ni pele, ni piel, ni por la; pela condesaba todo eso, unido a un paisaje hecho conjunto, colmado. Pela

Ahí entendió Aline que Tryó acabada de inventar una palabra.

“Me gusta tua pela”- le dijo. Pela que es como “tu piel por la que mi mano se desliza, una sensación tal linda”, todo eso junto es pela. “Me gusta tua pela, Aline”- le repitió Tryó al oído.

Aline sonrió, quiso olerlo una vez más para llenarse de su olor, cerró los ojos e inspiró profundo; pero suave (Tryó no tenía que darse cuenta de lo que estaba haciendo Aline). Eso de olerlo era también una forma de explotación y no quería, no quería extraer lo mejor de él. Y Aline se detuvo al borde de extraer todo su olor y volvió a sonreír, sin ninguna otra mezcla de emoción.

Tryó le preguntó si estaba bien. Aline bajó la mirada, se acercó más y le dijo que “sim”. Luego, lo besó en la frente, sobre su tercer ojo abreviado y olió su tercer ojo, hasta llegar a su mirada y ahí se detuvo Aline, se detuvo y lo miró y se trepó sobre él hasta llegar a su tercer ojo, como si el cuerpo de Tryó fuera una montaña.

Aline le dijo: “correte, ponete al medo”. Medo no era ni medio, ni miedo, era otra cosa, era “ponete al medio entre mi miedo y yo”. Tryó la beso y quedó detenido dentro da pele de ela, pela; y Aline dejándose pelar de medo.


Agustina Saubidet


jueves, septiembre 23, 2010

Bulnes, esto queda entre Pringles y paternal palermo


No sé, intuyo que volviste, sé que volviste sabiendo idiomas más raros que el inglés, francés, portugués, algo de lo que te acuerdes de latín del nacional (nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo), o de griego. ¿Habrás vuelto de buscar lo que dijiste querer buscar?, ¿qué encontraste?; ¿encontraste otra pista sobre esta vida?; ¿por qué volviste? (yo no sé si quiero volver); ¿por qué esas fotos en tu blog?, esas, y no otras; y así todo, cancelaste puertas, seguro. Los moros suelen hacer esas cosas, me lo dijo mi abuelo, un abuelo que nunca conocí.
Pensé bastante. Debo admitir que lo que más recuerda mi cabeza de esas horas largas de charlas (y también de lluvia de domingo por ventana en paternal); lo que recuerda mi cabeza, fue tu forma de hablar sobre la docencia (claro, al mismo tiempo que encontraba los 9 cuentos de sallinger en tu pseudo mesa de luz, ¡qué buen libro! Un libro sin besos ni cachetadas, un libro sobre una pseudo mesa de luz). Y hablabas de la docencia y explicabas tan bien eso que yo siento y que nunca pude definir; y yo nunca pude decirte nada, esa noche madrugada mañana: No quería hablar, quería escucharte hablar (que es una poética manera de decirte que me hiciste callar, a mí que nadie me calla). Yo no pude decirte nada, lo único que te dije (mientras vos preparabas el café en ojotas ya casi al mediodía ya casi nublado (linda luz sobre tu cartelera cocina)), te dije, mientras vos preparabas café: “viste, esos momentos que no podés; pero esos momentos que no podés naaada”; y te reíste, con sonrisita de coté (esas cancheras que te salen). Me agradó escuchar que te rieras. Eso me hizo saber que vos eso lo habías sentido alguna vez, que lo habías pasado vos también y que por eso te reías, porque vos también habías sentido esos días en que “no se puede nada, pero nada…”y ahora, irónicamente (casi cínico), sonreías un poco melancólico tal vez; y otro poco, alegremente espontáneo, mientras preparabas el café.

Por eso los mails y la música: hay un silencio largo, pero lleno de ritmo y me gustaría contártelo por acá y no sé, tal vez te cuente (y te lo puedo contar porque no estás cerca que rima con algo moro) no sé, te podría contar que la percusión me cambió la vida, que encontré eso que quería y que por instinto siempre llevé.


Gute
.

PD: Ojala no hayas tirado el tubo de pringles, y si fue así, dónde estés, comprate otro; pero no te comas todas las pringles, dejá algunas y partilas chiquitas (sino tenés arroz, suena bien igual, en cualquier ciudad medieval en dónde estés, aunque yo sigo prefiriendo el Caribe, y ahora ya sabés porqué, por los tambores, esos mismos que suenan en Salvador de Bahia).

Recuerdo la jota en portugués

Zumbido al oído

como jeito

eu gosto de teu jeito

teu jeito

de cara mora,

Cara, mora libre!



miércoles, septiembre 15, 2010

Actos heroicos 2: Silencios rojos

No creo en los actos heróicos, esos en los que cree el común de la gente, eso de irte a buscar a la salida del trabajo, o las 3 de la mañana; o en hacer parar un avión. No, para mí esos no son actos heroicos, eso es pelotudez. Yo me refiero a los actos heroicos más micros, en esos creo, aunque no creo del todo, creo a medias; pero en algo sí, y eso que me hace no creer del todo, es lo que permite tener los ojos abiertos y no cegarme frente a la pelotudez.
Entonces, creo en algo del orden del acto heroico en un formato más micro (¿por qué a alguien que está escribiendo nadie le da un asiento en el colectivo?, cuando escribo mi movilidad está reducida, ¿es que acaso no lo ven? “Si me dejás sentar, te lo voy a agradecer” Estoy escribiendo, mi movilidad es reducida, si frena me caigo porque con la derecha agarro el cuaderno y con la izquierda escribo, y mi movilidad está reducida por la escritura). Como decía, resulta, estemmm, que yo quería acabar con toda esa historia y fui decidida a hacerlo. Fui a su casa y ups, lo que nunca…me había olvidado el frasquito para las lentes de contacto (nunca en mi vida me había olvidado eso y hace como 15 años que las uso) el caso es que me lo había olvidado así que no podía quedarme ahí, tenía que irme y volver a casa y dormir en casa de nuevo, no me podía quedar a dormir con las lentes puestas y yo tenía sueño, mucho, muchísimo. Ahí viene el acto heroico micro que por lo general hace lo imposible.
Acto heroico: se fue el quia a comprar la solución salina para mis lentes e improvisó un estuche esterilizado (al menos eso dijo). Nunca lo escuché irse a la farmacia, tampoco volver. Sé que me despertó para que me sacara las lentes, y me preguntó si era de la Plata, si tenía parientes, por los de las diagonales, dijo, después seguí durmiendo y no pasó nada, me quedé dormida, dormí casi sin él, dormí y a la mañana hice lo que tenía que hacer y terminé con esa historia; porque sé que es lo mejor; sino, no hubiera sido un acto heroico (un protagonista más cercano a la tragedia griega que a un héroe joligudense, un héroe con todas las letras tercermundistas, un superchango). Para mí, ese fue su único acto heroico, cuando ya no importaba tanto que lo hiciera, aunque por decir esto algunos me acusen de actos histéricos.
Ahora ya sabía que el héroe no hace las cosas para el otro, hace las cosas para auto aplaudirse. Él no quería que me fuera, pero no me lo dijo; se lo dijo con un acto, a él mismo, pero él mismo no lo escuchó y pensó que era para mí, un acto heroico en el cuál yo creo que creo a medias, no lo hizo para mí, lo hizo para él y un poco también para ambos, Algo pasó, de ese acto heroico quedó algo en mí que rescato, hacer algo… quizás por eso empecé percu, empecé por el simple hecho de aprender percusión y nada más que eso; tal vez por eso no se lo conté a nadie, porque era mi primer acto heroico micro dirigido hacia mí, porque hay que dudar de lo creado por otro. Mejor empezar por crear en la propia casa, que puede ser un tambor también (y en eso creo, en el cuero del tambor áspero, curtido, obrero, creo en eso por encima de cualquier otra cosa, incluso de un paréntesis).

Gute Saubidet texto y fotografía