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miércoles, noviembre 25, 2009

Cortazar hablando sobre el cuento y la fotografía

Fragmento de Aspectos del cuento.

"La novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía, en la medida en que una película es en principio un "orden abierto", novelesco, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo utiliza estéticamente esa limitación. No sé si ustedes han oído hablar de su arte a un fotógrafo profesional; a mí siempre me ha sorprendido el que se exprese tal como podría hacerlo un cuentista en muchos aspectos. Fotógrafos de la calidad de un Cartier-Bresson o de un Brasai definen su arte como una aparente paradoja: la de recortar un fragmento de la realidad, fijándole determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia, como una visión dinámica que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara. Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una síntesis que dé el "clímax" de la obra, en una fotografía o en un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucha más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento. Un escritor argentino, muy amigo del boxeo, me decía que en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out." Julio Cortazar

Agradezco a Marcelo Guerrieri, quien tan generosamente ayer en el programa Cazadores de Tornados conducido por Cristina Estrella, nos hizo conocer este maravilloso texto.
Gracias Marce, y gracias Cristo por la invitación de ayer, la verdad muy buen programa, al menos yo me divertí mucho.
Gute

miércoles, mayo 06, 2009

Répétez avec moi: « No puedo » (fragmentos de novela)

"Aquello que no queremos saber de nosotros mismos, termina por llegar del exterior como un destino” Jung.


Le pidió que se quede esa noche en su casa. No contestó nada, como tantas otras veces.

-Dale, quedate a dormir… - le dijo ella.

El no dijo nada.

En broma ella le sugirió.

-A ver, Répétez avec moi: “No puedo”.

E insistió tanto hasta que finalmente él dijo “no puedo” y cuando lo dijo, le confesó que había sentido un gran dolor al decirlo.

Su “no puedo” susurrado fue igualmente contundente. Dejó entrever sus ganas de quedarse, pero sólo dijo “no puedo”. Era la primera vez que lo decía y esas palabras salidas de su boca, al escucharlas le permitieron a ella sentir un alivio. O más bien, esa angustia masiva que la invadía otras veces al separarme de él, ahora se había transformado en tristeza y la tristeza es más aliviante que la angustia, porque es más definida, porque tiene una razón más clara aunque injusta. “¿Por qué no puede?” Ya eso no importaba, le importaba ahora mucho más su propia tristeza que su impotencia; y sus caricias ya no le resultaban tan perfectas.

Antes de su “no puedo” a ella le angustiaba separarse de él. Era como sentir todo el tiempo que lo perdía, y vivía ese instante con desgarro y bastante poca dignidad.

Hoy con su “no puedo”, por primera vez sintió que era él el que podía perderla.

Él le mandó un mensaje diciéndole que la quería. Ella entendió que su querer no era suficiente, y se puso triste y lloró en silencio casi para adentro…tardó unos minutos en contestarle que ella también lo quería, sin embargo la tristeza había teñido ya su boca y su “te quiero” sonaba distinto. El lo sabe, y ella sabe que él lo sabe porque ambos son inteligentes y saben que hay cosas que tiñen las bocas en momentos poco apropiados a pesar del sentimiento. Ella decidió apagar el celular, ya no quería más los tequierosconsoladoresenmensajesdetexto; quería quedarse con el “no puedo” de él susurrado, demorando su tristeza en algún que otro texto.

Sobran ganas y falta tiempo. Hay tiempos que son lógicos. El problema son los otros tiempos.


Agustina Saubidet (Bourel)

sábado, febrero 14, 2009

Fragmentos de novela 3, a Julio Cortazar

Hace dos días fue un nuevo aniversario de la muerte de este grande, Julio Cortazar. Aquí un breve homenaje desde mi novela. Un diálogo entre Comoquieras y Miguel en un auto en la ruta. Agustina Saubidet


"- Comoquieras, ¿vos creés en la magia?- dijo Miguel mientras sacaba de su cuello una moneda.-

Tengo algo para mostrarte. No es nada magnífico y se escucha medio mal, pero cuando lo escuches, sé que te va a encantar. Es un cassette que armé con un par de discos que tengo de Cortazar leyendo Cortazar. Empieza con Torito un cuento magnifico y una introducción aún más genial donde el tipo habla del lenguaje como nadie habló: el habla porteña. Pará que lo tengo que rebobinar.

A veces cuando escucho a Julio Cortazar en ese cassette que tengo, pienso que definitivamente este tipo no puede estar muerto. Después pienso en su muerte y me acuerdo que cuando fui a Paris le dejé el ticket del metro en la tumba y una carta que se iba a echar a perder porque llovía mucho, pero sin embargo la dejé.

El tipo tenía una gran habilidad para escribir como uno piensa en el colectivo, genialidades que no se encuentran en los libros, que salen de la calle y no pueden morir en tumbas o eso creía yo, al menos

-Ahora ¿qué pensás?

-Que la muerte es un silencio jodido y largo y nada más que eso.

Cortazar me enseñó a jugar con las palabras y con el tiempo. Saberlo muerto es también jodido, porque entonces el tiempo que uno cree eterno, como ese tiempo del colectivo, aunque sea en un instante o tres paradas, la muerte lo vuelve real y caduco. Un nombre, una fecha, tickets de metro, no hablan del tipo, hablan del tipo que regaló su tiempo a la escritura, o le regaló a la escritura un tiempo.

-A mí me asusta la muerte, ¿a vos no?- le pregunta Comoquieras

- La mía, ya no tanto. Tal vez sí la de los otros porque me recuerdan mi propia posibilidad de muerte. Un acto egoísta, seguro pensás, y tal vez sea esa la realidad de un escritor. Un egoísmo melancólico que intenta escapar a la muerte sobreviviendo en millones de papeles o cassettes.

Me hubiera gustado conocer a Cortazar, por ejemplo, tomarme unos mates o un café con él., escucharlo en una cinta no es lo mismo que tenerlo en frente. A Torito lo tengo oído como 50 veces y de vez cuando, lo confieso, me canso de escuchar lo mismo, porque me lo sé de memoria y sé donde está cada silencio, pero aún así siempre intento encontrarle algo nuevo, como buscando que su palabra renazca.

Cuando estuve aquella vez en el cementerio de Paris y le dejé esas palabras, en realidad sentía como si el tipo fuera un tío querido, un amigo próximo, un juglar.

Seguramente, él pensaría que dejarle esa carta no tenía sentido, porque el mundo simbólico no se detiene frente a una tumba, menos aún frente a un nombre, o un libro.

Y fijate una cosa, es raro pero la muerte, unida al recuerdo y a las reiteradas lecturas y escuchas de la escritura de Cortazar y de su pensamiento, me hacen sentir con la facultad y el derecho de imaginar que ya sé lo que piensa el tipo, una locura. Más allá de Cortazar, calculo que esto pasa en general con la muerte.

Uno le teme a la muerte antes, pero una vez que ocurre, con alguien cercano, por ejemplo, el temor desaparece y aparece la ausencia. Y los que quedamos vivos, frente a esa nada que deja la muerte, nos imaginamos y nos sentimos en algunos casos con derecho hasta de afirmar como pensaría y opinaría el tipo que se murió, como negando lo que pasó, prolongando en nuestra imaginación una vida que ya no existe, porque la realidad es que el tipo se murió y no piensa más. Es como que necesitamos apropiarnos del lugar que deja ese otro, para entender lo imposible de entender y suponer que aquí no ha pasado nada y que todo sigue igual. En esos casos, lo que uno hace con la muerte, degrada al deseo y corrompe la realidad más próxima. Ahí la imaginación, no es más que una mera suposición, que en nada arregla las cosas, digo, Cortazar sigue muerto y la verdad que es una cagada…y me jode y me duele que se haya muerto.

El tema no es la muerte, sino lo que uno puede hacer con ella. Tampoco sé si hay una edad para pensar en la muerte, como tampoco hay una edad para morir, sí para el resto de las cosas…no hay tiempo para nada Comoquieras, pero eso no pasa siempre, pasa a veces.

Por eso me gusta besarte y encontrar monedas en tu cuello."




lunes, enero 26, 2009

Impalpable, como el azucar (fragmentos novela)

Capítulo: EL lago

Te escribo porque es más fácil que mirarte o que tocarte, porque si te toco siento que ya no sos vos, que algo de mí te está cambiando, y no quiero, hasta cuando te miro siento que te volvés otra y entonces, ya dudo…pongo distancia, como cuando me enojo; pero esta vez me enojo conmigo mismo por no poder dejar de mirarte, ni de tocarte.
Te escribo que es casi como apreciar tu respiración entrecortada, detenerme a escucharla, contar cada pausa donde cada exhalación tuya se vuelve oxígeno para mis magros pulmones llenos de nicotina; pero entonces me doy cuenta de que se vuelve inútil tener algo entre las manos que no seas vos.
Te observo pálidamente para pasar desapercibido, para que no sientas que te miro y te palpo con mis ojos azules, mientras tus ojos negros descansan detrás de tus párpados.
Me hace bien mirarte, me hace bien escribirte…es como cuando nos reímos, cuando cruzamos miradas, cuando soñamos despiertos como aquella tarde en el cuarto del motel y jugamos con las formas de nuestros cuerpos en el espejo y creemos que estamos en Japón y que detrás de esa fuente de porcelana, asquerosamente decorada, imaginamos que aparece un superhéroe que nos resguarda; pero en realidad estamos en un lúgubre cuarto de hotel, y tenemos sólo unas horas y el parket no se puede sacar para romper esa fuente tan fea, porque esa ni siquiera es mi casa…
Hay veces que me pregunto si esta imaginación que nos invade por las tardes tiene el precio tan alto del equívoco; el peso de saber que estamos construyendo recuerdos que deben ser perfectos; o al menos debemos aprender a reírnos de sus imperfecciones…me pregunto si cuando “me mirás- mirarte” estás sabiendo todo esto, ojalá que no, porque entonces ya no sería a vos a quien estaría mirando…porque serías otra y no quiero que seas otra.
Me pregunto si realmente creés en mi burla constante; si detrás de eso no intuís nada de mi ausencia cuando se aleja de vos; si creés que realmente estoy ahí al lado, burlándome de todo, ocultándote el enojo; esa risotada sarcástica que ejerzo sobre mi mismo, no sobre vos, porque tengo varios años más que vos, y es la única solución que encontré frente a todo esto; porque al fin y al cabo, me parece bien que todavía creas que las cosas siempre son auténticas, que sólo son lo que muestran.
Me acuerdo de tu carita y me imagino tu mirada no entendiendo nada de todo esto; y me parece injusto estar generándote esa mirada, aunque sea así en mi imaginación, porque sé que hago mal en decirte estas cosas; estaría mal anticiparte un fracaso probable que no te pertenece; el fracaso de los años que vienen, porque no te tiene porque ir mal a vos, soy yo el que no puede mirar más allá de nada…
Por eso te escribo, porque no puedo mirarte, no ahora, ahora me da vergüenza y bronca haber creído una vez más en un superhéroe; me da vergüenza y bronca haber creído en tu cuerpo, en esa breve y eterna resurrección que le brindaste a mis labios secos y cansados de besar peceras sin agua…
Lo bueno de todo esto es que solamente vos sabés a quien le escribo, a vos, a quien desde la ausencia nombro sin tocarte ni mirarte, porque no quiero que te vuelvas otra, porque no quiero dejar de creer, aunque sea en un instante, que aquella tarde de jueves fue realmente a vos a quien vi, más allá de mí.

Agustina Saubidet

domingo, enero 18, 2009

Fragmentos de la novela

Desde hace muchos años estoy escribiendo una novela que espero, algún día, terminar (y creo que este es un buen momento para hacerlo). Aquí va un adelanto de un párrafo elegido al azar, que como sabemos, nunca es tan azaroso como nos hacen creer.

"Ayer te encontré diciéndome que me hace feliz agredirte y esto claro, me sorprendió bastante. Sobre todo, teniendo en cuenta a quien estaba dirigida mi agresión.

Cuando uno advierte estas verdades, todo se vuelve entonces mucho mas pesado y zigzagueante. Casi como una condena, pero uno puede elegir qué hacer.

Entonces hubo un instante de tremenda claridad, como suelen ser los instantes y me detuve justo a tiempo como para escribir otra cosa. Claro, me supe ver distinto, que esto no me pertenece o si me pertenece, y en nada me agrada y quisiera cambiarlo.

El conflicto principal radica tal vez en que uno no puede modificarlo todo, tan solo ir diluyendo los errores y también las miradas ajenas sobre uno, y apropiarse de lo realmente sea propio… que a esta altura no sé ya bien qué es. Entonces, supe verme ahì, en ese espejo del ascensor, queriéndome alejar de lo que no me agrada de mí, a la vez que viéndolo por primera vez: un objeto distante del que quería deshacerme en ese momento, en el instante mismo donde lo había encontrado.

Me encontré tanto en lo que me dijiste que me asustó, porque me encontraste en un lugar que no quería que nadie me hallara; porque me juré una y mil veces no repertir la historia y ahí estaba yo, en lo que tanto había evitado, topandome frente a frente, encontrándome con eso, y quizás tal vez, por primera vez con vos."

Gute Saubidet