Los recuerdos se reciclan, aggiornados, revestidos, desmantelando mi cabeza. A la distancia algo de aquello viejo puede rescatarse, lo bueno, lo que aún nos queda bien (y lo que nos queda mal, tal vez pueda meterlo en una bolsa de consorcio).
Con un clic de pc alcanzó para abrir el baúl que antes hacía las veces de mesa de luz. Tengo varias fotos tuyas, no podría ordenarlas, tampoco con certeza enunciar sus tonalidades…, menos venderlas al mejor postor. A la distancia las observo y se ven más lindas de lo que creía.
De alguna manera, me diste algo que nadie más me dio: la posibilidad de volver a creer que el amor es un tren que aunque no pasa seguido, pasa más de una vez…(y lo cambia todo, como un volantazo a tiempo que despabila la vida y ya nada vuelve a ser como antes).
Siento que entre muchas cosas, me regalaste el comienzo de mi novela. Fue gracias a vos que la empecé y es ahora responsabilidad mía terminarla (ya no tiene que ver con vos). Sin embargo este hecho inacabado e irresponsable de mi parte, no desdibuja para nada el espacio de inspiración que me regalaste (y que yo también supe tomar), junto con el cd de vocal sampling, dibujos en una libreta hechos con biromes que patinan, una carta para mi cumpleaños, una postal de tu ciudad y varios mails.
Los años pasaron y estoy distinta, la ropa me queda distinta, porque estoy más flaca y más liviana de pesares; sin embargo, conservo intacto en mi recuerdo ese que fuiste en mi cabeza. No sé si alguna vez coincidió con lo que vos eras, pero ese que amé, que “cimbronó” mi vida, a ese siempre le voy a tener cariño, sólo por lo bueno, sólo por lo nuestro, cuando fue nuestro y valió la pena; y claro que valió la pena sentir que conquistábamos el mundo, que éramos capaces de derribar agentes de seguridad de recitales con sólo tenernos de la mano y mirarnos; o cuando me llevaste en tu vespa a ese bar de tu ciudad más húmeda que buenos aires y me regalaste, vos también, la mejor versión que escuché en mi vida de Julia de los Beatles hecha de la mano de Manuel Moretti; y tu perra que se empeñaba en no salir si no la sacábamos los dos juntos (nunca aprendí cuando sino va junto o va separado).
Los recuerdos me habitan, no se quitan con una ducha, ni pesando menos, ni comprando ropa nueva; los recuerdos me habitan y qué bueno que lo bueno me siga habitando y quedando bien, aunque mi cuerpo no sea el mismo, ni esté en el mismo lugar; aunque no estemos más juntos, aunque ya no te ame, ni sepa bien quién sos, ni quién fuiste más allá del que yo vi… Sin embargo, hay emociones escondidas que siempre tocarán mis pupilas con la misma intensidad y me harán temblar la pera y retener las lágrimas y me lanzarán una y otra vez al mismo lugar. Ese lugar que ya no nos pertenece, ese lugar en donde ni vos ni yo estamos, pero que sin embargo a pesar de habernos ido, siento que ha atrapado algunas sensaciones que sólo pudieron pertenecernos a nosotros, cuando eramos dos…cuando éramos uno.
¿Sabés? Ese lugar es como una caja de madera, chiquita, pero inmensa a la vez, que cabe en una mano o en un abismo. Cuando te recuerdo, como con un clic, esa caja se abre, y la emoción intacta que quedó atrapada vuelve a mí; pero esta vez para escribir textos como el del "eterno resplandor de una mente sin recuerdos", que tal vez leerás de corrido, ignorando que fue escrito pensando en vos, en ese a quien yo quise que fuera capaz de cimbronar hasta mi escritura.
Agustina Saubidet Bourel (Gute o Pipina)
PD: tal vez la única distancia que te logra mantener intacto es esa, la de mis textos y qué bueno que sea eso, ¿no?
5 comentarios:
A veces ante ciertas líneas una onomatopeya es lo más consistente que podemos decir.
Wow!
Amigueta, un lujo leerte.
Te quiero!
Leri.-
Gracias Lerinha, un gusto que me leas, y que estés de nuevo en casa!
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