miércoles, julio 12, 2006

Intro Alejo Gute Leri Mauri

Hace días que duermo y despierto acechado por la reflexión más antitética: “Desearía poder abandonar el pensamiento. Las cosas nunca son como las pensamos, entonces… ¿para qué?“.

Si por medio de algún acto analítico con pretensiones de cientificismo hubiera podido anticipar el final de todas mis historias, creo que nunca hubiera encontrado razonable vivirlas. Razonable, ¿qué se yo lo que es? Vivo y revivo la repetición de la búsqueda infinita de creer en lo que no creo, ese principio de negación que hace de la diferencia una distancia insoportable cuando llega. Y siempre llega.
Tarde o temprano, es como perseguir a la angustia, Angustina.

(¿Qué hago con lo que sé –o creo que sé-? ¿Cómo matarlo?)

Miento. Filosofía barata. Hace días que duermo y despierto acechado por tu voz en mi pensamiento, tu nombre que penetra mi almohada, tus nervios que resquebrajan mis excesos de matemática. La certeza de saber que esto no es, ni será, para ninguno de los dos…
Una vez más, el desencuentro, que duele por vos, o por mí, o por los dos. Un desencuentro que siempre supe. Una historia que se repite en pequeños flashbacks que tu ausencia alimenta.

...partimos de un error y partiendo de una suposición errónea es imposible alcanzar una hipótesis acertada. Buscamos una teoría unificada que justifique las condiciones que observamos, basamos nuestras certezas en la experimentación llevada a cabo sobre una realidad que, aun siendo tan vasta como el universo verificable, no es sino un engaño, un reflejo distorsionado de la realidad. Buscamos el tesoro en el mapa equivocado, como un osteópata borracho que pretende sacar conclusiones mediante la observación del reflejo deformado de un hombre en uno de esos espejos de la risa de un parque de diversiones.-

-¿Una copa de vino, Agustina?
-No, gracias.
-Una buena copa templa los nervios.
-No estoy nerviosa—respondió irritada, y al decirlo se dio cuenta de que sí lo estaba...

Y por qué no habría de estarlo...si tal vez lo que más le jodía de ese
asunto no era sus errores, sino sentirse una caricatura dentro de un
parque de diversiones.
Claro que necesitaba vino, y whisky, y por qué no un par de anteojos
nuevos, más modernos, más pequeños, más oscuros, más
irreales.

-Dale, abramos otra botella, con una copa no nos alcanza...
-¿Quién dijo que necesito vino, u otra botella?, esto no cambia en nada las cosas y tal vez tampoco quiero que cambien. Tal vez empiezo a llevarme bien con mis errores; y mis insomnios, ahora se relacionan más con el exceso de certezas, como de vino, como de calma. Yo no busco teorías que justifiquen las cosas, ni mis nervios, ni mis errores, ni mis borracheras a ver, ¿quién carajo dijo que estoy nerviosa? Vos.
-Está bien, no te enojes, era sólo un comentario. y un comentario puede ser la muerte y el encuentro con la ausencia y a la vez una buena razón para comprarse lentes de contacto, esas que nos permiten disfrutar más las risotadas de las caricaturas de nuestro propio parque de diversiones...
-¿Quién carajo dijo que quiero reírme?

Y las botellas parecieron multiplicarse como los panes y los pescados en un viejo monte. Hasta que no hubo certeza, hasta que no hubo sentimiento. La vida es sueño o quizá un señuelo. ¿Sócrates habrá estado hasta el copete de alcohol cuando dijo que sólo sabía que nada sabía?, ¿alguien le habrá recomendado la cicuta para curarse la resaca? ¿Qué sacamos de todo esto? ¿Qué ignoramos lo que sabemos, y preferimos no saber lo que sentimos? ¿Qué sentimos no saber lo que sabemos o que ignoramos quienes somos o quienes fuimos? El alcohol me convirtió en cuestionario, y a la vez me hizo indiferente ante todo lo que pensaba y sentía, aunque en el fondo algo me recuerda que ‘mañana será otro día’.