jueves, diciembre 31, 2009

Desde la esquina del bar

Desde la ventana de un bar, se escribe, mientras se ve pasar eso que pasa...


Escribí algunas veces, cuando podía. Esas veces que podía, escribí. Todo surgía casi como un canto natural, hasta que llegaba una nota y paraba, pensaba en la emoción y paraba, como quien se para en una esquina y se fija que no haya un auto cerca, para que no te pisen. Paraba, en la esquina del margen izquierdo, paraba para pensar en la emoción, cerraba los ojos y recordaba imágenes que pudieran representarlas, imágenes extranjeras a mí; pero que de alguna manera habitaban de la misma forma, aquello que yo sentía querer decir.

Otras veces no escribí, me remitía a vivir las cosas con la impulsividad de un yo-yo, que se deja caer sabiendo que una mano con cuidado lo volvería a agarrar…mi vida en los momentos de yoyo era feliz, plenamente feliz, porque no pensaba demasiado, porque tenía una mano que me agarraba aunque cayera; entonces, vivía lo que tenía que vivir, probaba bebidas diferentes, recorría las calles sin tantas brújulas.

Hoy cuando escribo, algo me hace detenerme, y no es la emoción, tal vez es la falta de ellas y de la vida yoyo, ahora escribo y me detengo, en la otra esquina, fuera del margen, veo que viene un auto, cruzo la calle, veo a mi yoyo atropellado, lloro, me río, te lo merecías, y ahora escribo sobre eso: sobre mi yoyo atropellado, sobre mi canto detenido, escribo una y cien veces: “ no cruces la calle sin mirar si vienen autos”.


Foto y texto, Agustina Saubidet


Feliz año nuevo para todos, que el 2010 nos traiga muchas vidas yo-yo y que la paz nos toque a todos muy de cerca (paz es paz, no es detenimiento, ni muerte, ni silencio, ni sueño; paz, es PAZ, que eso que se llama paz, nos toque a todos, ese es mi deseo)


Gute

lunes, diciembre 28, 2009

Atardece el 2009

Atardecer en Claromecó- Diciembre 2009
Foto - Agustina Saubidet

viernes, diciembre 25, 2009

y otra vez Julito Cortazar con nosotros en estas fiestas

Después de las fiestas

Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,

qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,

eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.

Julio Cortázar

martes, diciembre 22, 2009

Te regalo una luna- 22 de diciembre de 2002

La noche se disfraza de mí,
Tengo la luna entre las manos

no sé bien qué hacer con ella.

Tal vez, vos que estás más cerca del cielo
y mucho más lejos de mí
atrapala,
quedatela,
y guardala bien
cuando nos veamos
la pintamos de violeta
y le hacemos una canción

ahora te dejo,
me voy a ver el mar
y con suerte a vos
y a luna también
(si las nubes no se empacan y se ponen celosas)

Beso en la frente.

G
u
t
e

domingo, diciembre 20, 2009

No a la explotación afectiva

y cuando digo esto, abarca cualquier tipo de vínculo.
He dicho,

Gute combativa

viernes, diciembre 18, 2009

Doblemente oxidado

Esos veranos en Buenos Aires,
podía sentir cómo todo el aire cansado del invierno,
del otoño, la primavera,
del año pasado
,
cómo todo el aire todo,
con su agotamiento todo,

...TODO
expiraba sobre mí.



Leri.-

martes, diciembre 15, 2009

Saudades do Carnaval (a Patricia e Joao Mauro)

"Hay costumbres que llevamos a todos lados, piensa Hernán, como esto de mirar por la ventana y ver eso que pasa, hasta que llega el café humeante, solidario con ese estado del cuerpo, de su cabeza, ese estado que no llega a poder definir…Saudade, tal vez. Maldita no traducción de algunos estados en otras lenguas: saudade no es nostalgia; el bar se llama nostalgia, aunque podría llamarse saudade y sólo algunos pocos entenderían, piensa Hernán y piensa también en escribir eso y componer una canción".1


Povo2


o carnaval nasceu

pra bater no coração das pessoas

mas o batida feita

é a batida da terra,

não dos homens.



Pueblo (traducción)

El carnaval nació

para latir en el corazón de las personas

pero el latido hecho

es el latido de la tierra

no de los hombres.


Agustina Saubidet Bourel (foto y textos)

Texto1: fragmento de una novela corta que aun no tiene nombre, ainda nao.

Texto2: Povo, poemareflexivo sobre el carnaval salido de la manga hace unos instantes, bien bien inmanente el tema.

Foto tomada este domingo pasado en San Telmo
, Buenos Aires, Argentina.




domingo, diciembre 13, 2009

Deseo

Una palabra que me lleve a ese inacabable grito perpetuo

Una vida para embriagarnos de llenos

Mil momentos para no despertar

Nunca dejar de soñarte...


Leri.-

viernes, diciembre 11, 2009

BUIKA en el Gran Rex

Ayer fue en gran día: LA BUIKA en el Gran Rex, y aunque debo admitir que me gustó más el del 2008 N/D Ateneo (por lo íntimo de la propuesta y una guturalidad mayor de la voz de Buika), el show de ayer fue increible (esta vez el caudal le ganó a la guturalidad).
Es de remarcar, la Gran labor del pianista (Ivan "Melón" Lewis), el contrabajista (Danny Noel) y el percusionista (Fernando Favier) que supieron darle un contexto itinerante, al desborde fundacional de la voz de Buika.
Como no podía ser de otra manera, mi camara me acompañó desde la fila 9 Asiento D14 y BUIKA, infaltable se sumó a la propuesta y sacó fotos de los músicos mientras transcurrían y trascendían sus respectivos solos.
Sigo AFIRMANDO que en vivo es un millón de veces mejor.
Si se enteran por ahí de su presencia, no dejen de irla a ver con una recomendación: llevar pañuelos descartables, para aquellas almitas que aplauden con lágrimas; y claro, para los que gusten, una cámara de fotos.

Agustina Saubidet

Foto Agustina Saubidet
PD: ¡tante grazie Nippur por su aviso del show!

jueves, diciembre 10, 2009

Raro

Extraño EN-óJò
Raro...


Gute

miércoles, diciembre 09, 2009

Otro Gran programa de Cazadores de tornados: resonancias

Mientras escuchaba el programa de ayer martes de Cazadores de Tornados co-conducido en duplex Esquel-Paternal, internet (guau un mundo, un hermosísimo programa); llegó a mis ojos la letra de una canción "Niño, del fin del mundo" de Agarrate Catalina y se me ocurrió, como ejercicio de escritura (ya conocen lo que hago, pero el público se renueva), tomar algunas palabras, ordenarlas, recortarlas, reinterpretarlas y escribir otro texto.
Aún no termino; pero mandé por el chat de una radio.com.ar este anticipo; bueno, ahora lo comparto con ustedes! Aquí el anticipo, no sé por qué pensé en Ebelino.


Te tocó,

Niño candilcito

la tormenta

Un mapa al revés

Payaso en las trincheras

Ojos en la muralla


Te tocó

La canción

La profecía

El secreto

Contraseñas cicatrices

Inmenso corazón de trapo


Agarrate al milagro de barro

A las alas,

Al beso sin final

Al edén en retirada

te traigo

todo un mundo

mundo que envejece por cambiar

Otro milagro

Otro rincón

Clandestina gota

Poesías de serpientes y chacal


En el medio

nacer los abrazos

a los golpes en el mar

Una latitud sin hogar

Una furia


lunes, diciembre 07, 2009

El cuadro de la abuela

(Nota del autor: Relato armado con dos fragmentos del post del 06/07/2009 , Llueve en Buenos Aires, re cortado, re editado, re insertado, reinterpretado, re contextualizado. Re, una linda nota, re menor bella tonalidad).

Llueve y mis plantas se mojan, mis canteros, mis baldosas (ojalá no mi piso flotante, porque intuyo que no sólo va flotar, sino a levitar)


-Me llamaron por teléfono, parece que se quemó el patio de la abuela – alcance a decirle a papá.
Yo me voy para allá. Cuando tenga novedades te llamo.
- Llevate el piloto.

No sé si hice bien en contarle lo de la abuela, aunque tenía que saberlo.

Llego. Hace mucho que no iba, creo que desde que se murió. Me equivoco de puerta. Nunca entendí por qué tenía dos puertas de entrada. De chica me sentía una princesa al cruzarlas.
Hay policías por todos lados, me preguntan quién soy, contesto que la nieta de la dueña. Me explican que se incendió la panadería de al lado y que las plantas del patio se prendieron fuego, que si no hubiera sido por la lluvia…
No entiendo nada. Me hacen preguntas: que hace cuánto estaba deshabitada. No sé, desde que murió la abuela.
Decido recorrerla. Me siento como cuando iba a festejar mi cumpleaños; pero mi abuela ya no está, pienso.
Quiero encontrarlo, que no se haya quemado todo; busco el cuadro con su retrato, no lo encuentro. Voy al pasillo, un corredor eterno con una alfombra marrón de plástico despegado. Nunca entendí porque no dejaban que el parquet se luciera. Busco el cuadro en otra pared, entro en todas las habitaciones. Vuelvo a recorrer el pasillo, ese que de chica me parecía interminable y hoy, lo siento más breve, algo así como las vacaciones de invierno que ya no tengo.
Vuelvo al living. Le pregunto al policía si vieron el cuadro de la abuela (ese que le pintó su hermano Juan, cuando mi abuela era joven, una mujer que no conocí).
Mamá siempre me dice que hay que buscar las cosas por los lugares lógicos y que cuando eso se acaba…
Voy al baño. Encuentro el cuadro en la bañadera. La ducha está abierta, el cuadro todo mojado, quiero cerrar la canilla, gira en falso. ¿Qué hago? Cierro la puerta del baño, me desvisto. El jean no me pasa por los zapatos, lo empujo con fuerza hacia abajo. Sale. Agarro el banquito de metal del baño que está abajo del lavatorio, tan oxidado como el de la cocina. Lo pongo adentro de la ducha, me subo al banquito oxidado, intento enroscar el pantalón para que el agua deje de salir.
Durante unos segundos parece haber bajado su caudal, pero sigue cayendo agua. Me saco la blusa, se me rompe un botón que rueda hasta la rejilla y cae.
El pantalón explota y pega contra cuadro. Enrosco con fuerza la blusa, la aprieto como si fuera un marinero desesperado. No sé hacer nudos.
Empiezo a transpirar por las manos, la frente, una gota pasa por entre mis pechos, los pega.
Tocan la puerta.
-¿Señorita, está bien?
No contesté. Me miro. Estoy mojada y con la ropa interior toda húmeda.
El cuadro empieza a flotar, choca con el banquito, lo empuja, se resbala, no llego a saltar.
-¿Señorita, está bien?
-Sí- grité.
Miro la bañadera, el cuadro se desarma con el banquito, mi ropa interior está mojada, me veo caída, el lienzo flota en la bañadera hasta cubrir mi pecho, mi rimel corrido se mezcla con el agua desteñida en millones de cuadros, el banquito a mis pies, mis pies que tocan el metal de la canilla, juego con la canilla, como cuando mi abuela me enjuagaba el pelo con sus manos y derramaba con sutil delicadeza agua tibia sobre mi pelo, supe ser la princesa…
El rostro de mi abuela se derramaba por la rejilla.
Me siento una princesa, soy una princesa, eterna princesa.

Llueve y mucho y sin parar y llueve, y me gusta, y no me cansa (hay cosas que se repiten y no me cansan; otras se repiten dos veces y ya me cansaron, y no me refiero a esa música que me gusta y que puedo escucharla infinidad de veces).


Agustina Saubidet Bourel


domingo, diciembre 06, 2009

Recuperar la voz: El loco de la colina The Beatles

No creas lo que ves, soy algo mucho más pequeñito, casi imperceptible. Ya sé que para conseguir luz hay que moverse mucho, por eso yo me muevo mucho y por eso la gente cree que tengo mucha luz, o que soy algo raro, excesivamente incomprensible; y en realidad, soy algo mucha más pequeñito, como una linterna en un encendedor, intermitente que ilumina escenarios de carton.

No creas lo que ves, soy algo mucho más pequeñito, es más te diría que con un solo puño podés agarrarme, como si fuera una luciérnaga, con un solo puño. Eso sí, si me ofrecés las dos manos voy a estar mucho más cómoda, porque de noche me muevo mucho y aunque soy imperceptible para vos, para mí, tanto movimiento mío, me molesta; aunque nadie lo vea, y menos lo crea.

Así que vos no creas mucho lo que ves, es algo así, pero todo al revés, digo es cuando creo que río (crear y reír, no es creer y reír) y entonces soy, es como hoy, que me encontré feliz cantando en la calle, sin saber bien por qué había vuelto a cantar.


Agustina Saubidet o Gute o comoquier a s



sábado, diciembre 05, 2009

Antesala

Ya no sé que esperar de esta guerra entre mis manos trémulas y mi ausencia de palabras, silenciosa como la antesala del grito.

Nada puedo decir de tus manos, porque a veces, sólo a veces, las encuentre tan ásperas que en vez de acariciarme, me raspen desgarrándome mañana, por anticipado. Nada puedo decir de tus manos porque alguna vez escribí cuánto me gustaban tus manos ásperas, que hoy son suaves y entonces qué podría decir. Nada puedo decir de tus manos ásperas porque “a veces“ no es suficiente para iniciar una oración, mucho menos una sentencia.
Y entonces observo ese silencio que precede el grito. Donde me siento amordazada.

Sé que este paquete no es tuyo, es mío.
Lo analizo.
Porque no quiero pronunciarlo, darle una vida errante, equivocada.
No quiero anticipar un mañana doliente, mañana lógico, mañana yo.
No quiero anticipar un mañana sin tus manos, aunque a veces se tornen ásperas, aunque no te pueda decir con certeza porqué sí, porqué no.

En mi mordaza albergo las lágrimas que rodaran por mis mejillas la noche anterior, esa noche que se repite desde hace más de 10 años.

Me observo al espejo y lo único que veo es un exceso de otros, hecho propio.

Pienso: Tal vez por eso la palabra se calla.
Tal vez sea mi momento para verme solita (que no es lo mismo que solitaria).

Cuando me encuentre, entonces sí, me reconocerás por el grito.


LERI._

viernes, diciembre 04, 2009

Ebelino y sus teoría ambulantes

Ebelino sale como todas las mañanas a la siete, con su jeans gris, su remera limpia (la que tenga) y su bolso de futbol gastado, repleto de chucherías para vender en el centro de Trelew. De su familia sólo conservaba el nombre de su abuelo materno, Ebelino Lopez y un saco de vestir viejo que, decían, era de su tío.
Sobre la plaza principal, en frente la Iglesia, colocaba todos los días una sábana doblada en cuatro y encima de la sábana, vaciaba el contenido del bolso y lo ordenaba como si fuera un abanico de regalos (siempre para otros).
Ese oficio lo fue aprendiendo desde los 7 años, cuando se quedó definitivamente solo. Al principio se limitaba a ver lo que los otros hacían, cómo lo hacían, qué vendían. Y así Ebelino vio pasar hippies, artesanos, modas, juguetitos chinos inservibles que los padres compraban en general los domingos a la salida de la iglesia, para hacer callar a sus hijos, hasta que empezara la función de títeres.
Ahora, Ebelino tenía 15 años y ya no sólo miraba, sino que iba comprando y vendiendo diferentes cosas, probando las modas de turno (en general no se equivocaba). Tampoco ahora estaba tan sólo porque la tenía a Marta, una joven peluquera que oficiaba las veces de madre, hermana, amante, amiga, cocinera y maestra.
En la plaza de los pueblos, siempre pasan cosas, muchas, no sólo chucherías.
Al pie del monumento central, siempre estaba el loco Cañete, típico loco de los pueblos pequeños, un personaje ya histórico, que estuvo mucho antes que Ebelino y seguramente también lo sobrevivirá, porque así es la locura, eterna.
Cañete no vendía nada, sólo hablaba a grito pelado sobre las profecías de Nostradamus, eso sí, siempre parado arriba de su banquito. Parecía que nadie lo escuchaba, que nadie lo veía, pero Ebelino sí. Siempre escuchaba atentamente sus relatos e iba anotando en su libreta algunas frases que el Loco Cañete decía. Así fue, como el joven vendedor de ambuleterías, llegó a la conclusión de que el fin del mundo había ocurrido muchas veces, mismo antes de que el naciera; que no había una fecha exacta para que la humanidad desapareciera; que el fin del mundo era para cada uno, un día.
Para Ebelino, el fin del mundo iba a llegar el día que se comprara un auto, no tanto por el fin del mundo, sí tal vez para conquistarlo. Mientras tanto seguiría yendo a comer a lo de Marta, y a besarla otras tantas; seguiría yendo todos los días a la plaza con su jean gastado (y la remera limpia que tenga) a vender chucherías, a escuchar a Cañete, y tener siempre a mano su libreta y un paraguas grande, casi como una sombrilla, no vaya a ser que se venga el diluvio - pensaba Ebelino- y se me mojen las cosas y entonces no pueda comprar el auto y no llegue mi fin de mundo (ese mundo que Ebelino pareció nunca haber elegido).

Agustina Saubidet

jueves, diciembre 03, 2009

El placer de recuperar el salto

a Thierry Mermod

Faltan unos días para el aniversario de tu muerte, nunca hay nada que festejar en esa fecha, esa puta fecha que desearía borrarla del calendario. Nunca pude escribirte nada de esto, te escribí sí un millón de cartas que nunca publiqué, ni compartí con nadie, porque eran sólo para vos, aunque nunca las pudieras leer. Yo sé que vos debés saber ya todo o lo supiste, mientras estuviste vivo; y ese es mi mayor consuelo, siempre entendiste mis miedos, mis respetos, mi distancia; nunca quisiste cambiarme y me ayudabas a descubrirme con cada detalle que rescatabas de mis gestos; y eso también lo extraño mucho, como eso de que las piedras miran todo y que cuando las tocabas sentías que era como tocar la historia y que eso te hacía acordar a mí y a esa distancia que aún sigo poniendo con el mundo, gracias a mis anteojos. La verdad que con tu muerte nunca pude hacer demasiado, más que añorar tus palabras y tu sensibilidad, dejándome con la certeza de creer que el sentimiento puro se fue con vos, y fue una macana seguir viviendo mirando siempre para atrás, frente a cada nuevo desencuentro y ver la historia que no fue, por miedo, un miedo que me resultó mucho más pesado después de tu muerte. Te fuiste demasiado pronto, con tus treinta y tres, jóvenes 33; y me dejaste con tantas cosas para decirte. Así que preferí regalarte una poesía que escribí hace mucho.

Quise que la foto que acompañara esta poesía fuera la del post anterior. De alguna manera, esa bella imagen me hizo acordar a esta poesía que sentí, tenía que estar cerca de esa foto y también separada, por los años y las cosas, porque para saltar siempre tiene que haber una distancia que permita inaugurar el salto. Recién ahora, siete años después de tu partida, entiendo que la capacidad del salto, no se fue con vos, que sigue intacta, entre el 2002 y ahora y siempre, y se salta, cuando nos animamos a sortear los miedos. Ya no se trata de tu muerte; se trata sí, del más acá de mis miedos y me deja más tranquila que ya no tenga que ver con vos. Claro, después de tu muerte aprendí a perdonar a mis miedos; no así, a tu muerte. A tu muerte, no la voy a perdonar nunca; pero ya no está bueno usarla de excusa para no saltar. Te dejo libre y me libero, ojalá que dónde estés, estés saltando y yo te prometo que cada vez que salte, me voy a acordar de sacarme los anteojos.

La Joie

On partage la nuit, la pluie, la tristesse

On ne trace l´abîme que de l´oublie, comme l´envers de ta main

lignes nomades, sans chemin prévu, sans rides.

sans points…sans chagrins

La chemise vide quitte le corps froid

La bouche est sans mots,

les mots sont sans toi

La main devient pied,

Je perds la mesure des pas

Je saute



El placer (siempre se pierde algo en la traducción, tenía razón Derrida, pero también se gana en voz y estoy casi segura que esto Derrida también lo sabía)

Compartimos la noche, la lluvia, la tristeza

No trazamos el abismo más que del olvido, como el revés de tu mano

líneas nómades, sin camino previsto, sin arrugas

sin puntos, sin lamentos

La camisa vacía deja el cuerpo frío

La boca es sin palabras

Las palabras son sin vos

La mano se transforma en pié

Pierdo la mesura de los pasos

Salto.


Agustina Saubidet


A-lado: el salto



Sábado a la noche. Noche de amigos, conocidos, teatro, festivales, charlas y fotos. Salimos de la cueva sin pretensiones de conquistar al mundo.
Sobre la terraza, vemos una sombra (todos la vemos, pero Andy y yo también la pensamos).

-
Es un conejo- me dice Andy
-
Sí, es un conejo- comento asombrada- Es un conejo

Pasamos la sombra, nos damos vuelva, volvemos sobre el mismo punto; pero ya no es el mismo.
-
No, no era un conejo- le digo a Andy- Era una planta.

Conclusión de la noche:
El lado B de la planta, es un conejo
¿cuál es tu lado b?

Gute narra aneda.
Picture Andy, last saturday (linda noche, lindo disparo, eso que no se ve)

PD:
-En la galera hay un conejo
-No, hay una planta
(y pincha)
El lobo

miércoles, diciembre 02, 2009

¿por qué estamos tan separados?


Picture by Gute que extraña producir con vos

martes, diciembre 01, 2009

Cartas de amor sin findes de lucro

Vamos, esto no tiene que ver con el amor, el amor llega mucho después. Con suerte – dijo Manuel la primera vez que se conocieron mientras apoyaba su mano derecha sobre el pecho izquierdo de Inés. Y tenía razón y ambos lo sabían ya de memoria (no por tener la misma edad, ni la misma cantidad de pelo; sino por leer casi los mismos libros y bailar las mismas canciones, cansados de los mismos cansancios). Ambos lo sabían; pero el secreto para volverse a ver era que ninguno de los dos lo dijera.

“Nunca en un primer encuentro hay que hablar de amor”, piensa Inés, el amor viene mucho después: es verlo dormir, escribirle una carta manuscrita y enviársela por correo argentino; es verlo enfermo y abrazar su fiebre hasta volverla sexo; es mirar su andar desprolijo y amarlo igual. Eso es el amor y mucho más también.

El amor no está nunca en el primer encuentro y aún cuando, en esas raras ocasiones, se atisba un asomo de amor, en general si eso pasa, ese amor nuevo, pequeñito se transforma enseguida en miedo viejo. Por eso ambos sabían que la primera vez, nunca se trata de amor y esto, aunque se sepa de memoria, nunca hay que decirlo.

Tiempo después hablé con Inés, le pregunté por Manuel, me dijo que no lo había vuelto a ver, y ahí entendí que hay veces que no es bueno saber demasiado algunas cosas, porque saberlas nos reafirma en la memoria agrandando el desencuentro y la lista de los porquenós. El saber de memoria, nunca nos eyecta hacia el futuro incierto de la rutina no inaugurada (y quizás esto tampoco quiebre el transcurso de la historia, digo, animarnos al futuro incierto; pero al menos, pienso, nos permite escribir la historia en los márgenes, donde todo es otra historia, donde parece haber menos miedos, o al menos eso creo, no sé).

Me quedó una duda, ¿qué hacía la mano derecha de Manuel en el pecho izquierdo de Inés? Rien d’amour. Rien de rien?

Gute


Bonus track del post Fernando Pessoa, Diálogo en el jardín del palacio - El Privilegio de los Caminos

“B. [el Hombre]
¿Valdrá la pena amar lo que podemos tener? Amar es querer y no tener. Amar es no tener. Lo que tenemos, lo tenemos, no lo amamos.
A. [la Mujer]
¡Y si nos amáramos a pesar de todo !
B. [el Hombre]
No, ahora, no se puede más. Nosotros descubrimos en un instante lo que la gente feliz no descubre en toda su vida, lo que la gente infeliz sólo descubre después de mucho tiempo. Descubrimos que somos dos, y que por eso no nos podemos amar ni tampoco imaginar que se ame.
A. [la Mujer]
¡Pero yo te amo tanto, tanto! Si decís eso, es porque no te podés imaginar cuánto te amo.
B. [el Hombre]
No, es porque yo sé cuánto no me podés amar... Escuchame. Nuestro error fue pensar en el amor. Sólo hubiéramos tenido que pensar al otro. Así nos hemos revelado, descubiertos de la ilusión para ver bien cómo éramos, y vimos que éramos apenas como una ilusión. Al fin, no somos nada más que Dos. Al fin, somos una epopeya eterna - el Hombre y la Mujer...
A. [la Mujer]
¡Oh, mi amor! ¡No pensemos más, no pensemos más! Amémonos sin pensar. ¡Maldito sea el pensamiento! Si no pensáramos, seríamos siempre felices... ¡El que ama no necesita saber que ama, ni pensar el amor, ni lo que es el amor!”

(cierro cita de Pessoa)