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lunes, diciembre 07, 2009

El cuadro de la abuela

(Nota del autor: Relato armado con dos fragmentos del post del 06/07/2009 , Llueve en Buenos Aires, re cortado, re editado, re insertado, reinterpretado, re contextualizado. Re, una linda nota, re menor bella tonalidad).

Llueve y mis plantas se mojan, mis canteros, mis baldosas (ojalá no mi piso flotante, porque intuyo que no sólo va flotar, sino a levitar)


-Me llamaron por teléfono, parece que se quemó el patio de la abuela – alcance a decirle a papá.
Yo me voy para allá. Cuando tenga novedades te llamo.
- Llevate el piloto.

No sé si hice bien en contarle lo de la abuela, aunque tenía que saberlo.

Llego. Hace mucho que no iba, creo que desde que se murió. Me equivoco de puerta. Nunca entendí por qué tenía dos puertas de entrada. De chica me sentía una princesa al cruzarlas.
Hay policías por todos lados, me preguntan quién soy, contesto que la nieta de la dueña. Me explican que se incendió la panadería de al lado y que las plantas del patio se prendieron fuego, que si no hubiera sido por la lluvia…
No entiendo nada. Me hacen preguntas: que hace cuánto estaba deshabitada. No sé, desde que murió la abuela.
Decido recorrerla. Me siento como cuando iba a festejar mi cumpleaños; pero mi abuela ya no está, pienso.
Quiero encontrarlo, que no se haya quemado todo; busco el cuadro con su retrato, no lo encuentro. Voy al pasillo, un corredor eterno con una alfombra marrón de plástico despegado. Nunca entendí porque no dejaban que el parquet se luciera. Busco el cuadro en otra pared, entro en todas las habitaciones. Vuelvo a recorrer el pasillo, ese que de chica me parecía interminable y hoy, lo siento más breve, algo así como las vacaciones de invierno que ya no tengo.
Vuelvo al living. Le pregunto al policía si vieron el cuadro de la abuela (ese que le pintó su hermano Juan, cuando mi abuela era joven, una mujer que no conocí).
Mamá siempre me dice que hay que buscar las cosas por los lugares lógicos y que cuando eso se acaba…
Voy al baño. Encuentro el cuadro en la bañadera. La ducha está abierta, el cuadro todo mojado, quiero cerrar la canilla, gira en falso. ¿Qué hago? Cierro la puerta del baño, me desvisto. El jean no me pasa por los zapatos, lo empujo con fuerza hacia abajo. Sale. Agarro el banquito de metal del baño que está abajo del lavatorio, tan oxidado como el de la cocina. Lo pongo adentro de la ducha, me subo al banquito oxidado, intento enroscar el pantalón para que el agua deje de salir.
Durante unos segundos parece haber bajado su caudal, pero sigue cayendo agua. Me saco la blusa, se me rompe un botón que rueda hasta la rejilla y cae.
El pantalón explota y pega contra cuadro. Enrosco con fuerza la blusa, la aprieto como si fuera un marinero desesperado. No sé hacer nudos.
Empiezo a transpirar por las manos, la frente, una gota pasa por entre mis pechos, los pega.
Tocan la puerta.
-¿Señorita, está bien?
No contesté. Me miro. Estoy mojada y con la ropa interior toda húmeda.
El cuadro empieza a flotar, choca con el banquito, lo empuja, se resbala, no llego a saltar.
-¿Señorita, está bien?
-Sí- grité.
Miro la bañadera, el cuadro se desarma con el banquito, mi ropa interior está mojada, me veo caída, el lienzo flota en la bañadera hasta cubrir mi pecho, mi rimel corrido se mezcla con el agua desteñida en millones de cuadros, el banquito a mis pies, mis pies que tocan el metal de la canilla, juego con la canilla, como cuando mi abuela me enjuagaba el pelo con sus manos y derramaba con sutil delicadeza agua tibia sobre mi pelo, supe ser la princesa…
El rostro de mi abuela se derramaba por la rejilla.
Me siento una princesa, soy una princesa, eterna princesa.

Llueve y mucho y sin parar y llueve, y me gusta, y no me cansa (hay cosas que se repiten y no me cansan; otras se repiten dos veces y ya me cansaron, y no me refiero a esa música que me gusta y que puedo escucharla infinidad de veces).


Agustina Saubidet Bourel


miércoles, noviembre 25, 2009

Cortazar hablando sobre el cuento y la fotografía

Fragmento de Aspectos del cuento.

"La novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía, en la medida en que una película es en principio un "orden abierto", novelesco, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo utiliza estéticamente esa limitación. No sé si ustedes han oído hablar de su arte a un fotógrafo profesional; a mí siempre me ha sorprendido el que se exprese tal como podría hacerlo un cuentista en muchos aspectos. Fotógrafos de la calidad de un Cartier-Bresson o de un Brasai definen su arte como una aparente paradoja: la de recortar un fragmento de la realidad, fijándole determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia, como una visión dinámica que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara. Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una síntesis que dé el "clímax" de la obra, en una fotografía o en un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucha más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento. Un escritor argentino, muy amigo del boxeo, me decía que en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out." Julio Cortazar

Agradezco a Marcelo Guerrieri, quien tan generosamente ayer en el programa Cazadores de Tornados conducido por Cristina Estrella, nos hizo conocer este maravilloso texto.
Gracias Marce, y gracias Cristo por la invitación de ayer, la verdad muy buen programa, al menos yo me divertí mucho.
Gute