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domingo, abril 04, 2010

Feriado: las pibitas del subte

a María, de Esquel
Estoy sentada en el subte D. Es feriado y lo sé porque no viajo parada. Cuatro o cinco pibitas suben al vagón, son de esas pibitas que venden gomitas de pelo o costureros por dos pesos que guardan en una bolsa de nylon negra, a veces blanca o verde.
Son muchas, rara vez hay tantas juntas (tal vez es porque es feriado). Tienen diferentes edades, uno las supone porque algunas comienzan a desarrollarse y otras aún son muy niñas, las más grandes cuidan de las más pequeñas, casi por descuido; y todo transcurre con “normalidad” en el subte, una imagen cotidiana y en realidad, en ese desarrollo temprano de los pequeños pechos que se esconden detrás de remeras ajustadas, hay una niña (que esconde sus pechos para seguir siendo niña) y uno piensa en los millones de hijos de puta que pagan por tener sexo con esas niñas, por el sólo hecho de sus pechos pequeños y entonces todo se vuele un asco, un rechazo a esa realidad que uno no concibe, ni por descarte de opciones. Son NIÑAS.
Niñas que usan por lo general zapatillas de colores, el pelo largo, lacio, atado, a veces ya teñido, a veces natural trigueño; usan calzas ajustadas y remeras coloridas que jamás combinan a los ojos de los otros, y en las uñas de las manos, un esmalte saltado que deja ver una mugre de uña percudida, de mano que ha pasado por millones de lugares, menos por agua, y yo me detengo simplemente a mirarlas…a pensar en esos detalles.
Algunas hablan a los gritos, otras al oído entre ellas. Se rién; pero son de esas risas que duran poco. La más benjamina debe tener cuatro año. Apoya su cuerpo en el pasamanos que va hasta el piso, en el fondo del vagón. Esa chiquita posee una belleza tan profunda en los ojos, mezcla de ingenuidad y desilusión, como si estar ahí fuera un juego y no tanto, como si tuviera ya conciencia de que esa vida de subte ya no es un juego, porque no la elige, porque ya no elige jugar a eso. Veo esa mirada, tengo la cámara de fotos conmigo, pero no le encuentro sentido, pienso en la nena, en su vida. Como esa vez, hace algunos años que me encontré con un chiquito de la calle, por Pueyrredón y Santa Fe, llorando porque no había conseguido vender nada y no pude más que comprarle un par de biromes y un paquete de carilinas, para tapar mi culpa social, un poco lo que hacemos todos, o no todos, algunos, aunque no todo el tiempo… de golpe, recordé a ese chiquito, no sé porqué recordé sus lágrimas grises, en el instante en que salí hoy del subte y pensé en escribir sobre esto, esas lágrimas de mugre. Puta pascua.
Aún resuena en mí, los ojos de ese chiquito angustiado, temeroso, triste, un pibito que no tendría más que 7 años en aquel entonces, que iba a la escuela, en aquel entonces; o esa chica que pedía en el vagón y que su mamá tenía celular, allá por el 99 y me dio una bronca. Uno ve todas esas fotos juntas y piensa, bah, no sé, yo pienso, algo no está bien; tal vez mi silencio no esté bien, esto también forma parte de la vida, de las cosas, de la cosas que elijo no sacar con mi cámara y que prefiero plasmarlas en un papel. Aunque también es un poco absurdo escribir sobre esto.
Cuando llegué a Paris buscando otra realidad para ver, lo primero que me pasó al tomarme el tren rumbo al centro, fue que un tipo me dejó un cartelito en francés diciendo, me llamo X tengo tres hijos, bla,bla,bla historia que todos conocemos y me dije: ¿viajé tantos quilómetros para encontrar más de lo mismo? Y en realidad no era lo mismo, porque ese tipo, estaba solo, no estaba camuflado por la imagen frágil de un niño, si tal vez por un relato que apelara a la desprotección, pero sin exponerla como un zoológico.
La vida adulta… hasta acá mi vida con lo que pude: juego ahora un solitario donde nadie puede ganar de mano, ni irse al mazo. Soy yo contra mí misma
Dos alternativas para apostar: puerta derecha, amor; puerta izquierda, arte ¿cuál elegís, Saubidet?
Ser adulto implica también hacerse cargo de esas elecciones y pienso en esas pibitas del subte, qué opciones tuvieron, o tienen. De chico no sé si hay opciones; con el arte no se come sobre todo de niño, con el arte se juega, o eso debería ser, porque tanto el arte, como el juego se plasman a partir de la fantasía, y la fantasía no es la realidad: una cosa es jugar a ser adulto, otra muy distinta, es serlo. La fantasía radica pues en eso, en creer que se… pero no serlo, ni estarlo y estas pibitas no jugaban, eran adultas, ¿eran adultas por falta de opciones? De qué carajo sirve el arte en estos casos, de qué carajo sirve jugar; de qué amor estamos hablando, ¿acaso arte y amor son opciones para ellas? Siempre creí que mientras más conectáramos con el arte, mayor era la posibilidad de revolucionar al mundo, aunque sea el propio; hoy no sé si pienso lo mismo. Ahora, en este instante, en lo único que pienso, es que empieza a hacer frío en buenos aires y pienso en el frío y en esas pibitas del subte también, pienso en el frío de esas pibitas que nunca las dejamos ser niñas.

Agustina Saubidet Bourel

PD: gracias María por la charla de hoy en la plaza, me hiciste pensar y sentir mucho. GRACIAS
PD: no sé por qué, pero me acordé de una canción que escuchaba de chica, que me hacía llorar tanto como Carito. El pibe Ramón, de Piero "y siempre andaba con los pies descalzos, inaugurando baldíos y plazas... y la inocencia la perdió en los charcos y veinte letras que se aprendió y así se fue tuteando con la bronca..."

martes, diciembre 15, 2009

Saudades do Carnaval (a Patricia e Joao Mauro)

"Hay costumbres que llevamos a todos lados, piensa Hernán, como esto de mirar por la ventana y ver eso que pasa, hasta que llega el café humeante, solidario con ese estado del cuerpo, de su cabeza, ese estado que no llega a poder definir…Saudade, tal vez. Maldita no traducción de algunos estados en otras lenguas: saudade no es nostalgia; el bar se llama nostalgia, aunque podría llamarse saudade y sólo algunos pocos entenderían, piensa Hernán y piensa también en escribir eso y componer una canción".1


Povo2


o carnaval nasceu

pra bater no coração das pessoas

mas o batida feita

é a batida da terra,

não dos homens.



Pueblo (traducción)

El carnaval nació

para latir en el corazón de las personas

pero el latido hecho

es el latido de la tierra

no de los hombres.


Agustina Saubidet Bourel (foto y textos)

Texto1: fragmento de una novela corta que aun no tiene nombre, ainda nao.

Texto2: Povo, poemareflexivo sobre el carnaval salido de la manga hace unos instantes, bien bien inmanente el tema.

Foto tomada este domingo pasado en San Telmo
, Buenos Aires, Argentina.




lunes, agosto 10, 2009

Esquinas (urbano buenos aires)

Era de noche, apenas de noche, hay días que son apenas de noche. Toma su gamulán de cuello marcado y mangas frías (los gamulanes tardan en tomar calor) y abre la puerta.

Camina por el barrio como buscando una novedad que no parezca cotidiana, descubrir en su barrio un detalle que lo vuelva aún más barrio.
Llega hasta la esquina de Sanchez de Bustamante y Charcas (justo ahí donde Bustamante casi desaparece, justo cuando su olor se vuelve de Almagro). Hacía rato no pasaba por esa esquina pintada.


Cinco rostros de hombres, que bien podrían ser él, lo miran sin mirarlo desde el muro. El hombre cruza la calle y los observa mejor a la distancia. Un poste de luz con un cartel de yoga interrumpe los rasgos de uno de ellos... Del rostro de otro, alguien ha destruido una gran parte de la pintura cerca de la nariz ….El hombre simplemente se limita a mirarlos con discreta atención.


Una pareja se besa como si fuera la última vez (como esos besos de días que son apenas de noche), delante de uno de los rostros (que se comueve y llora una gran lágrima azul, densa que parece no moverse).


Las esquinas no hablan, por eso son esquinas. El hombre no piensa eso, el hombre no piensa, por eso es hombre, por eso llora; por eso llora en una esquina (con lágrimas secas, como esos días que son casi de noche).


Agustina Saubidet y sus problemas de formatos

miércoles, julio 08, 2009

Bajo la copa de vino… a Javier Guillermo Romero un gran escritor

El bar ya estaba enmudecido de aplausos. Ahora disfruta el placer de tocar sólo para él, sin desear más manos que las suyas sobre esas teclas amarillas y negras. Tenue atmósfera de jazz impregnada de perfume de parejas, de noche de amigos, de testigos de silencios, cómplices, como los vasos vacíos que de a poco se van limpiando sobre el mostrador de la barra hasta que el barman elija cual será el próximo afortunado: “¿por dónde empezar?”
- “¡Tócala de nuevo Sam!”- grita desde el mostrador el barman con su sonrisita de “côté”, repasador enganchado en el bolsillo izquierdo- ¡Una que sepamos todos!”
El músico sonríe la victoria de contar con la libertad de elegir.
Entre unas mesas del fondo y la niebla del tabaco ya quemado, una joven se aproxima. La luz de la barra por un momento irrumpe en su andar, marcando su silueta: el barman alcanza a verla, el músico no… ella se acerca sigilosa al escenario, midiendo cada uno de sus pasos, como si cada uno cayera en el compás correcto, luego de un silencio de negra.
Se sienta en la mesa más próxima a la columna: no esperaba ser musa, pretendía simplemente estar escondida entre aquellos acordes, acariciada por esa brisa de nostalgia justa, de vida deseosa y urgida de ser vivida, vivida a tiempo, degustada como un buen vino.
El músico mira al barman: -“¿Te quedó algo de Chateau Vieux?”
El barman vuelve a sonreírle de “coté”. Deja el trapo húmedo, pero aún tibio sobre el mostrador y se acerca a darle su última copa.
- “Tome, pero no deje de tocar”- dijo el barman. Esa maldita costumbre de no tutearlo sabía más a envidia que a respeto. Así se miraron durante un instante, hasta que el barman recordó porque estaba ahí y comenzó a acomodar las sillas. El músico tomó un trago de vino, lo apoyó sobre el borde del piano, junto al cenicero de vidrio opaco donde descansaba su último cigarrillo…
De repente un otoñal sonido de acordes se asoma en el vacío de aquella madrugada y “las hojas muertas” comienzan a caer caducando aún más la noche.
Ella llora sonriente odiando la elección del músico. El barman la ve y pretende ofrecerle consuelo con otro trago (lo único que podía ofrecerle a esa altura de la noche un barman, aunque su deseo era descansar entre sus piernas por primera vez, sabiendo que sería la única).
Ella dice -“Gracias, no quiero tomar más”.
El barman vuelve a sacudir las cenizas y las cáscaras de maní que yacen olvidadas en la mesa (fiel reflejo de lo que queda de una noche de diversión de otros, “como todas las noches” piensa el barman). Las tira con bronca y descuido, las deja caer, las empuja con el repasador que ahora cuelga de su mano…y quedan ahí, cenizas y cáscaras, esparcidas por el suelo, recuerdos ya olvidados de lo que queda cada noche de su cuerpo, sólo eso, pedazos de cáscaras vacías, tragos sin terminar, colillas impregnadas de nicotina: cenizas de fuego que ya no quema…
-“Estamos por cerrar”- le dice el barman resignado a no tenerla y sabe que sólo es eso, un barman, un cuerpo de ceniza.
Ella se apresura a secarse el rostro. El rimel ha dibujado el sendero de lágrimas que lo ha recorrido, la huella del brutal encuentro con ella misma que sabe que jamás volverá a ser para ella primavera.
Toma rápido su saco gris y envuelve sus hombros con el perfume de noches pasadas.
Cierra la puerta del bar queriéndose olvidar de su trago, de la galantería absurda del barman, del misterio de las manos del pianista, de las “hojas muertas” envueltas en millones de acordes de otoño.
Llueve. Es de madrugada de invierno porteño que huele el asfalto. Las luces ridículas de la avenida encendida luchan en vano contra la oscuridad de los cuerpos que garúan por eternas soledades, por felicidades efímeras, por siluetas olvidadas, por cuerpos de ceniza, como el del barman, el del pianista, el de ella.
Para las hojas muertas, jamás llega la primavera.

Agustina Saubidet Bourel (texto original La copa de vino año 2000, reeditado 2009)

PD: mi hermana acaba de pasarme una versión hermosísima que hizo Iggy Pop de "les Feuilles Mortes" pueden buscarla por youtube...no es jazz pero es increíble (tenías razón hermanilla, el clarinete final es sublime)

"Les feuilles mortes" (Las hojas muertas letra J. Prévert- música J. Kosma)

Oh! je voudrais tant que tu te souviennes
Des jours heureux où nous étions amis.
En ce temps-là la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle.
Tu vois, je n'ai pas oublié...
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi
Et le vent du nord les emporte
Dans la nuit froide de l'oubli.
Tu vois, je n'ai pas oublié
La chanson que tu me chantais.

C'est une chanson qui nous ressemble.
Toi, tu m'aimais et je t'aimais
Et nous vivions tous deux ensemble,
Toi qui m'aimais, moi qui t'aimais.
Mais la vie sépare ceux qui s'aiment,
Tout doucement, sans faire de bruit
Et la mer efface sur le sable
Les pas des amants désunis.