jueves, enero 29, 2009

Such Great Heights


Hay momentos que en la vida nos son regalados tan perfectos que uno no cambiaría ni el más minúsculo matiz. Para mi propia desgracia, yo siempre fui especialista en imaginar “ese detalle” que los llevaría un paso más allá..
Experimentaba entonces la belleza de esos instantes “casi” perfectos… (y si tan sólo hubieran sido como los imaginé… quién sabe cuánto más!). Como aquel recital de Soulwax y el punto exacto en que dejaron sus instrumentos y aparecieron las consolas y se operó la transmutación: ya eran Two Many DJs. Disfruté tanto de ese contrarecital (elegir una banda para mí desconocida y dejar de ver a Blondi y Morrisey, a los que había ido a ver, podría calificar así, de contra). Pero en realidad no había existido opción posible, una vez que conecté con su transmutación musical de pies a cabeza. No es metafórico, Soulwax llegaba grave desde el césped retumbante e ingresaba por la planta de mis pies y Two Many DJs se encargaba de ejercer el recorrido contrario hasta que mis manos se elevaban danzantes en el dominio de la música.
¿Qué fue lo que imaginé que lo hubiera hecho más perfecto? Tal vez que mientras Soulwax (la banda) tocaba, tiraran bruscamente los instrumentos en el escenario y una nube de luz roja lo cubriera todo hasta que se disiparan las cuatro formas en los costados y reaparecieran con fuerza en el centro (los djs), en sus consolas enfrentadas, para dar comienzo al festival de baile, luces y sonidos.

El punto en realidad no es lo que imaginé ni cuán bueno hubiera estado… se trataba a fin de cuentas de un efecto… Lo que importa sí es que ese instante imaginado retornaba a mí para robarme furtivamente la posibilidad de abrazar momentos perfectos.
Pero dicen que todo tiene un fin, tarde o temprano, y que a veces la realidad excede el límite de lo imaginable.

Esto pasa con suerte muy rara vez, sin garantías de que pase ni de que no vuelva a pasar, y cuando ocurre el impulso más cercano que uno tiene es el llanto. Los ojos se humedecen de lágrimas no pensadas, lágrimas que no estaban allí 5 segundos antes.

Sin dejar muy en claro si llorábamos de gratitud ante la posibilidad de experimentar un momento tan perfecto, o por la certeza de que no podía durar para siempre, nos abrazamos fuerte hasta transpasarnos. Hasta que ya no hubo tiempo ni capacidad de distinguir un latido del otro. Un temblor nos envolvió desde el piso como en un soneto de graves. Él se dio cuenta -porque estallé en su cabeza- que durante un momento habíamos sido uno (y si a fin de cuentas, somos moléculas de energía, porqué no suponer que éstas bien podrían mezclarse de vez en cuando, para luego volver a quienes se creen sus dueños, ya transformadas). El cobró la consciencia y yo no quería dejar de abrazarlo. A nuestro lado la heladera hacía un sonido que nos era casi imperceptible. Sólo escuchábamos la música que nos envolvía en nuestro momento perfecto. No llegaba a oír lo que decía la letra, él la había cargado en mi computadora unos minutos antes -uno de sus tantos regalos musicales-, pero imaginé o más que imaginar quise con fuerzas que pudiera tener que ver con nosotros, porque así como ese abrazo que había llegado sin aviso y nos había transformado en el piso de la cocina, algo en esta canción me llenaba de una sensación de esas que no se pueden describir tan bien como se sienten… casi como si una gran mano nos envolviera desde la garganta y nos la recitara al oído, dejándonos al borde del llanto, otra vez. ¿Qué es lo que tiene la belleza que nos impulsa a llorar?

Ni bien se fue busqué la letra. Y me sorprendí o ya no tanto de encontrar que no sólo había experimentado un momento TAN, DEMASIADO perfecto que mi imaginación no habría siquiera podido esbozarlo. Sino que incluso había una canción que lo musicalizó desde mucho más allá de una lista de I-Tunes. Tal como lo había deseado.

Lerinha.-


PD: A la Canción, Such Great Heights (The Postal Service), es posible acceder desde el link del título.

1 comentarios:

Bizomáticas dijo...

clap clap Lerinha...clap clap

Gute,
PD hermosa canción, el contexto justo.