Soñé con vos.
Ojalá hubiera sido diferente, pero fue así. Yo no pude tejer mucho de toda esta historia, no sé vos, pero lo poco que tejí tengo ganas de tirarlo y empezar de nuevo, siento que me comí un montón de puntos y ni una aguja de crochet puede salvarme esta noche.
Hay distancias que duelen más que otras. Me pasa como con la palabra AMRO que el word se empeña y se empeña en corregirla por la palabra AMOR y no me deja que escriba AMRO hasta que aprendí un truco: si pongo distancia entre cada letra de la palabra A M R O, entonces puedo escribirlo. Esa distancia, cuando es justa, cuando ningún sistema viene a cambiártela, es la única que te permite estar con el mundo de alguna manera; porque el mundo no cambia, yo ya lo aprendí. Uno cree, por momentos (esos que son los más lindos) que el mundo no existe más, como cree en la magia, pero sabemos que eso no pasa. Es esto (y no puteo), yo quise escribir la palabra AMRO; pero sí, había un sistema que me corregía todo el tiempo, todo el tiempo, que no decodificaba que era yo escribiendo y entonces…
El sistema no sos vos, el sistema es el mundo real, yo escribo, pongo distancia para poder escribir porque sino me hago mal. Estoy triste por no ser perfecta, porque no me agrada que ya no creas que tengo una mirada inteligente. El miedo y la inteligencia no se llevan, es como AMRO y AMOR, son códigos distintos, incompatibles, yo no quería que esto se volviera incompatible (pucha, tampoco me permití que se volviera algo compatible).
Lo que me pone más triste es que esperé un gesto tuyo, un gesto que nunca llegó y no es un reclamo, es lo que más duele, como la mina que espera que mientras el hombre está manejando le acaricie la pierna. Yo soy de las mujeres que esperan eso todo el tiempo. Es como si hubiera estado en el auto con el pico cerrado de regreso, esperando a que te dieras cuenta que necesitaba de “esa caricia en la pierna” y no te diste cuenta, o si te diste cuenta, entonces también te diste cuenta que hay una realidad, que para escribir AMRO se necesita poner distancia -algunas veces, no siempre, depende de tantas cosas, para el caso es lo mismo-; te diste cuenta que mi mirada también había dejado de ser inteligente. Estaba triste, estoy triste. Me enojo con mis trajes, esos de caminar rápido, de despedidas cortas, casi como trámites, como queriendo borrar lo que que pasó. Yo camino rápido y me hago que no miro para atrás, porque si me quedo y te dejo ir, (porque sé que tampoco puedo hacer nada para que te quedes), si me detengo, me duele mucho más. Los pasitos cortos y rápidos por la calle, eso es un traje, un traje que sirve para tapar el dolor, para tapar la frase “no quiero que esto se termine”, pero yo sé que vos podés ver más allá del traje, vos viste más allá del traje, vos podés ver como esto habita en mí realmente, porque tu mano acariciando mi pierna derretía mi traje y lo sabías y lo sabés (y lo bueno es que lo vas a saber siempre). Lloro como cuando me robaron.
Al menos tengo dos aros, todavía no perdí uno, sigue siendo par…sigo escribiendo “todavía” como si la realidad no existiese todavía.
PD: pensar que podríamos estar conquistando el mundo, lástima que el mundo guarde tanta distancia. Y sí, te extraño y mucho, no es fácil conquistar el mundo sola.
Como me gustaría estar en Cabo Verde.
Agustina Saubidet
jueves, enero 01, 2009
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2 comentarios:
aiiiiaaaa, como dolio leer esto, justo hoy... es verdad q hay distancias necesarias... pero no deja de doler el pecho porque nuestro cerebro sepa cuán necesarias son, no? Agus, no se si es tuyo, pero me gusto, como mucho de lo que leo aca aunque no siempre escriba. besotes. Belén
Gracias Belu, qué lindos los comentarios que dejaste, me encantaron. Me había olvidado de editar la firma en el texto.
Tenés razón, nunca deja de doler el pecho y duele tanto a veces que uno quisiera extirparlo, pero no se puede.
Evitar sentirlo es ir en contra de uno mismo también. El arte siempre ayuda. Besotes Belu, Gute
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