Mostrando las entradas con la etiqueta relato breve. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta relato breve. Mostrar todas las entradas

lunes, marzo 21, 2011

Los dictámenes y el tiempo

“Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente” (1) Siempre resultaba difícil resignarse a esos dictámenes cortazeanos, algo así como una norma justa, impuesta por otro llamado tiempo o espacio: momentos. Ese era el término correcto, momentos. Los dictámenes en cambio nunca eran de momentos, los dictámenes valían desde hoy y para siempre, algo así como la militancia. A lo justo, justo; a lo injusto…resignarse no, dar lucha; pero si la lucha no funca entonces resignarse a acatar el dictamen. Acatar el dictamen, pero eso implicaba perderlo y perderlo era también perderlo en la fantasía, perderlo en lo que ella imaginó que era posible, era verlo reír y reírse toda; era reírse toda y redescubrirse otra vez riendo también sobre ella misma y era también no atreverse a romper con el dictamen, porque si lo rompía y tocaba a su puerta, sabía que “minuciosamente él no estaría”, o al menos eso decía el dictamen y ella, por alguna cuestión de deseo muerto como el de un esclavo, lo acataba por creerlo más cercano a lo justo; mientras tanto la vida urdía el noazar del encuentro con su risa esa que ya apenas conocida le resultaba minuciosamente bella.

Gute Saubidet
1) El texto entrecomillado corresponde a Julio Cortazar

sábado, enero 22, 2011

Palabras cortas

Breves estrofas en mi menor, reclaman tu ausencia, vacío mortal, visceral, por lo que no pudimos conservar.

Llegamos a la cima (demasiado rápido, no costó nada; pero así cómo se llega a una cima tan rápido, sin esfuerzo, sin un sendero o sin escalar; cuando se quiere bajar no hay sendero tampoco, ni guía; entonces no nos quedaba otra que saltar desde la cima, pero para esa altura hacer eso era igual a un salto al vacío).

Vencimos el miedo, pero llegamos tan cansados de luchar sin sentido. Nos habíamos olvidado de la causa, ya no importábamos ni vos ni yo, sólo el frio monótono de tu Vespa por las calles de una Lisboa invernal. De a poco, me iba congelando tras tu espalda y vos ya no buscabas mis ojos en tu espejo retrovisor. Yo había logrado conservar el equilibrio más allá de la cerveza y lo peor, más allá de vos.

Las esquinas dejaron de ser excusas para unir nuestras manos en semáforos eternamente rojos. Los cuerpos se nos fueron enfriando de a poco. Perdimos el deseo de mirar, pero seguíamos viendo…sostuvimos el peso del fracaso hasta que nuestras manos se nos cansaron de buscarse; sólo en la noche, alguna vez lo lográbamos.

Sin embargo, “ejercer el amor con vos” era para mí el sencillo acto de observar tu respiración; buscarte hasta encontrar en el medio de tus clavículas mi deseo ejercido; tus ojos húmedos como tu espalda; tu sexo seguro; mi sexo débil; mi amor incondicional; mi escondite absurdo de pudor, un pudor que se deshacía tan rápido que ni valía ya la pena sentirlo.


Gute Saubidet

PD: Algo increíble me pasó. Este texto lo escribí en abril de 2005. Fue escrito, guardado y archivado. Nunca lo había leído, ni me acordaba de haberlo escrito. Lo encontré hoy y me gustó, le hice algunos retoques, lo confieso, no muchos, un par. Decidida a musicalizarlo (previa charla con Nueva Zelanda para darme su visto bueno), busqué canciones en mi menor, en esa tonalidad. Había varias. Muchas. Pero algo me hizo clickear acá http://www.youtube.com/watch?v=dwgQAKw_bAo&feature=related

Esta canción se llama “en resumidas cuentas” o “en pocas palabras”, y este texto se llama: palabras cortas. ¿Señales? Bueno, si son señales seguro que están escritas en mí menor.

miércoles, septiembre 15, 2010

Actos heroicos 2: Silencios rojos

No creo en los actos heróicos, esos en los que cree el común de la gente, eso de irte a buscar a la salida del trabajo, o las 3 de la mañana; o en hacer parar un avión. No, para mí esos no son actos heroicos, eso es pelotudez. Yo me refiero a los actos heroicos más micros, en esos creo, aunque no creo del todo, creo a medias; pero en algo sí, y eso que me hace no creer del todo, es lo que permite tener los ojos abiertos y no cegarme frente a la pelotudez.
Entonces, creo en algo del orden del acto heroico en un formato más micro (¿por qué a alguien que está escribiendo nadie le da un asiento en el colectivo?, cuando escribo mi movilidad está reducida, ¿es que acaso no lo ven? “Si me dejás sentar, te lo voy a agradecer” Estoy escribiendo, mi movilidad es reducida, si frena me caigo porque con la derecha agarro el cuaderno y con la izquierda escribo, y mi movilidad está reducida por la escritura). Como decía, resulta, estemmm, que yo quería acabar con toda esa historia y fui decidida a hacerlo. Fui a su casa y ups, lo que nunca…me había olvidado el frasquito para las lentes de contacto (nunca en mi vida me había olvidado eso y hace como 15 años que las uso) el caso es que me lo había olvidado así que no podía quedarme ahí, tenía que irme y volver a casa y dormir en casa de nuevo, no me podía quedar a dormir con las lentes puestas y yo tenía sueño, mucho, muchísimo. Ahí viene el acto heroico micro que por lo general hace lo imposible.
Acto heroico: se fue el quia a comprar la solución salina para mis lentes e improvisó un estuche esterilizado (al menos eso dijo). Nunca lo escuché irse a la farmacia, tampoco volver. Sé que me despertó para que me sacara las lentes, y me preguntó si era de la Plata, si tenía parientes, por los de las diagonales, dijo, después seguí durmiendo y no pasó nada, me quedé dormida, dormí casi sin él, dormí y a la mañana hice lo que tenía que hacer y terminé con esa historia; porque sé que es lo mejor; sino, no hubiera sido un acto heroico (un protagonista más cercano a la tragedia griega que a un héroe joligudense, un héroe con todas las letras tercermundistas, un superchango). Para mí, ese fue su único acto heroico, cuando ya no importaba tanto que lo hiciera, aunque por decir esto algunos me acusen de actos histéricos.
Ahora ya sabía que el héroe no hace las cosas para el otro, hace las cosas para auto aplaudirse. Él no quería que me fuera, pero no me lo dijo; se lo dijo con un acto, a él mismo, pero él mismo no lo escuchó y pensó que era para mí, un acto heroico en el cuál yo creo que creo a medias, no lo hizo para mí, lo hizo para él y un poco también para ambos, Algo pasó, de ese acto heroico quedó algo en mí que rescato, hacer algo… quizás por eso empecé percu, empecé por el simple hecho de aprender percusión y nada más que eso; tal vez por eso no se lo conté a nadie, porque era mi primer acto heroico micro dirigido hacia mí, porque hay que dudar de lo creado por otro. Mejor empezar por crear en la propia casa, que puede ser un tambor también (y en eso creo, en el cuero del tambor áspero, curtido, obrero, creo en eso por encima de cualquier otra cosa, incluso de un paréntesis).

Gute Saubidet texto y fotografía


sábado, septiembre 11, 2010

Cosas de antaño: Mercado Lambert


Extraño tus besos lloviendo sobre mí,
tus cucharas que nunca fueron suficientes, incluso cuando hubo un café que revolver, cuando lo revolvimos hasta el hartazgo.
Abrazo el gesto erótico que es la lluvia
y te maldigo por los besos que ya no vuelven.


Gute,
texto: agosto 2009
foto: Interior del Mercado Lambert, Palermo, Buenos Aires, Argentina
pude finalmente entrar ¡qué distintas se ven las cosas desde adentro!

miércoles, septiembre 08, 2010

Lo primero es lo primero

Busqué como un loco las llaves de mi casa. Desanduve el trayecto desde el supermecado chino hasta el lugar donde descubrí que me faltaba ese manojo de llaves.

Le pregunté al florista de la esquina, al cajero oriental, el chico boliviano que limpia el piso el supermercado chino (que huele a azafrán) y nada.

Presté suma atención a todas las baldosas que mis zapatos marrones pisaron con descuido; me llevé por delante varias paradas de colectivos, porteros, ancianos y gurrumines que salían del colegio.

Palpé mi sobretodo tantas veces como comí en mi vida y en la desesperación, hasta hundí mi mano en el interior del bolsillo derecho, pensando si las muy malditas no se hubieran metido por el agujero, eterno agujero que juré nunca coser. No estaban allí tampoco, sin embargo lo que sí encontré fueron monedas, unas cuantas de un peso, otras de diez centavos. Encontré hasta un cospel de subte, una tarjeta magnética de la oficina que ya no piso, un carnet del club Harrods Gath y Chaves, un alicate oxidado, un hueso de pollo partido sin suerte, un pedacito de cabo de rosa, una piedra pómez teñida de tinta de birome bic, un anillo de plástico, un poema escrito en un tranvía milanés, restos de tabaco con el que podría armarme siete paquetes nuevos (con razón pesaban tanto mis inviernos.)

Ahí nomás me acordé que no tenía casa y me fui a comprar una puerta. Lo primero es lo primero, me dije; aunque ahora que lo pienso mejor, debería primero desjurar mis juras y coser mi sobretodo.


Gute

martes, agosto 31, 2010

Algo con monos


Se murió Lucas. De no haberlo conocido, la noticia no me hubiera impactado así.

Me gustaba, era lindo, tocaba muy bien el bajo. Fui un par de veces a verlo, en un lugar por Palermo, cuando Palermo no tenía sobrenombres y Lucas tenía una banda de hardcord.

Estaba su madre y la pareja de su madre tomando un vino. Su padre, brillaba por su ausencia. Se comentaba que no se llevaban bien padre e hijo (se, sería la manager de la banda que era prima de una muy buena amiga mía). Decía que Lucas era un buen tipo, y lo parecía. Llevaba el pelo corto y un gorro en la cabeza. Su banda tenía algo que ver con monos, no recuerdo si el nombre, o ¿sería esto parte de la letra de una canción de ellos?

Me había grabado, en un TDK de 90, sus canciones. Eran raras. Me gustaban. Eran de esas canciones que cuando las escuchás más de una vez, te van gustando cada vez más. De seguro si las escuchara ahora, me encantarían; no tanto por la muerte de Lucas, sino más bien porque yo me debo haber vuelto una mujer rara.

No es lo mismo la muerte de Lucas, que la muerte de un amigo; pero no es lo mismo tampoco haberlo conocido y saber que ya no está más, aunque no lo haya visto nunca más después de esas veces, por los 90, cuando mi generación crecía dentro de un burbuja de unos a unos, que con los años se fueron transformando de a pocos en poco.

Cuando la muerte te toca de cerca, es mejor no mirarla; pero si llega a estar un poco más lejos, como en la vereda de enfrente (varios pasos adelante tuyos), ni le mires la nuca, como a los monos, dicen que esto no sólo trae mala suerte; sino también recuerdos raros.


Gute, dedicado a un gran músico que se fue y a Florencia Gargantini, que tiene una familia preciosa

Foto Cementario de la Recolecta, cosecha propia, 2009

miércoles, mayo 05, 2010

La caída

Sobre el tercer estante de la heladera, una cacerola de metal azul a medio cerrar que deja ver una base de arroz con carne, cebolla, ajo, morrón, todo podrido, pegado, marrón, todo marrón, hasta el olor. En el centro de la cacerola, una capa de moho blanca y verdosa donde descansa congelada una cucaracha de patio, atrapada como en una teladearaña.

Por una hojota que se enreda en la base de la heladera, Marta cae sobre el mosaico frío. El impacto no le impedirá pensar que de no escucharse su caída, pueden pasar semanas hasta que alguien dé con ella. Se angustia, piensa en la cucaracha congelada, seguramente nadie vino a socorrerla. Ella piensa que ni el portero sabe de su caída.

Observa con detenimiento la situación como buscando objetos que puedan ayudarla a imaginar una salida. Con cuidado, extiende su mano sobre el tercer estante, ese mismo que sostiene a la cacerola. Entonces, trata de utilizarlo como punto de apoyo para incorporarse, pero la fuerza es mayor y el estante cede y se desmorona rompiendo el vidrio de la parte inferior de la heladera, con tanta mala suerte que la cacerola rueda junto con un montón de vidrios hasta su cabeza.

-Al menos de hambre, no voy a morir –piensa Marta quien cierra los ojos, respira hondo y hunde su mano reumática sobre la capa espesa de moho.

Agustina Saubidet Bourel


lunes, abril 26, 2010

El humo


estoy agotada
decididamente agotada
salgo de una, entro en otra y en otra y en otra
llena de hollín y de olor a humo y detergente sintético.
ayer estaba agotada
y hoy estoy más
como si un humo de problemas me persiguiera
pero estoy feliz
El sábado volví a tocar algo de percu, alguien dijo que tenía una sombra de chamanes detrás
estaba poseídamente feliz contra mano mano izquiera, ritmo en derecha, jugar... fui feliz, más que sacando fotos, aunque tenía toda la ropa con olor a humo.
Varios tocaron instrumentos, algunos por primera vez en la vida y Maripaz en el sillón, parecía feliz y llena de humo, pero estaba feliz.
Jugó con la clave cubana y yo con mi contratiempo mano izquierda, volví a tocar
quiero volver a la percu, a la música, a cantar,
quiero hacerlo
permitirmelo
tocar
de nuevo
que es casi como amar
pero tocar es aún más increíble
soy feliz
como cuando bailo
y mi cámara duerme
y yo feliz
con olor a humo
y detergente sintético
y Maripaz feliz
y Manu feliz
Y Carli feliz
y Marce feliz
y Cristo feliz
yo plena
faltaba Marpín
dijo Maripaz
feliz

Gute
Foto Martín Naya

martes, enero 12, 2010

La política y la vida


No está bueno volver con vos para no sentirme solo; eso sería como votar al menos malo (¿viste?,ya nadie hace votos afirmativos) yo sí, hago votos afirmativos; y prefiero estar solo, a votar por el menos malo.

¡QUIERO VOTOS AFIRMATIVOS ! exclamó Miguel, después de haber ganado si primer candidatura (*1),


Agustina Saubidet


(*1) habiendo omitido esta afirmación hasta el momento de cierre de su campaña (todos aplaudieron igual), como lo ocurrido con el proyecto de privatizaciones de ya sabemos quien.

jueves, noviembre 26, 2009

Goteras (relatos mínimos)

Mi vecina, la del 3 algo, se empeña y se empeña en regalarme goteras. Al principio las contaba, hasta que no tuve más números.
Un día, le toqué el timbre y le pedí que no me regalara más goteras.
A partir de ahí, el silencio volvió a reinar en mi cuarto y el tiempo, se volvió de nuevo desmedido.
Ahí entendí que las goteras de alguna manera contaban el tiempo y el silencio se quedaba callado, por miedo quizás a entrar fuera de tiempo.
No sé que prefiero: si contar esto o contar las gotas aunque ya no existan.

Gute (texto dedicado a Girondo y su poema Espera "rítmicas goteras")

lunes, septiembre 28, 2009

Relatos de Dibujo Imaginario

Ya no escribo los domingos, los domingos están para descansar de eso que pasó en la semana; aunque no siempre entendamos qué pasó.

Sabemos al menos que nos empuja a escribir un lunes, relatos que nadie entiende, que nadie lee, que fueron escritos y ya.


Fiesta, terraza, fotos, amigos, queloscumplasfeliz

Más charlas, vino

CharLas de vino, devino en charla

Chapoteamos en DIBUJOS

En la docencia

en marcas de cámaras y en ángulos

Eso de habitar el mundo en portugués

Bajo las amistades Antiguas

Que siempre son bienvenidas

Ella y él, hablan, los veo de lejos, están en la terraza

sentados a un costado

Los sé bien, estoy tranquila, hay que cuidar a los amigos,

Entonces me relajo y puedo b a i l a r

Yo prefiero bailar en la cocina, donde se cocina la cosa y hace menos frío

El espacio es lo de menos,

Me salgo de mí, de mi rol de bailarina y bailo

Y bailo tan adentro mío que me olvido de mí

Hasta que vuelven las fotos

y algo me interrumpe el movimiento

Una voz mora, una voz salida de bares de esquina

Improvisada,

desprovista de trajes almidonados

y el vaso de vino que contiene el Pequeño Sorbo que aun no fue

Yo digo todo lo que tengo al alcance,

cual-quier-cosa

para convencerme de que un silencio vale

después de mucho ruido de charla

vale TANTO como ese silencio de la avenida

por donde ya casi no pasan los bondisendomingo,

sólo árboles Y frío Y lluvia

Y ahí puedo escuchar el silencio, un rato, hasta que llegue a casa

Y vuelva a salir, una y otra vez, un domingo

Para escribir eso, que es mejor

escribir un lunes.


Agustina Saubidet

PD: Lo que se omite, se calla; aunque lo escrito, escrito está.

Foto de alguna calle de San Telmo, septiembre 2009.