lunes, mayo 09, 2011
Deleuze y su eterno retorno hacia la J
ser escritora y conquistar la metáfora.
Quiero ser música y conquistar el silencio..."
Gute, escombrada
consecuencia de recordar a Deleuze y su puta letra J del Abecedario, La JOIE.
La locura puede también ser conquistar un color
jueves, marzo 03, 2011
Y a gozarla diría un caribeño; no así un psicoanalista
Linda la vida de bar. Convida a la escritura semi obligada. Reflexiono: distinguir entre obligación y deseo. Ese fue el tema de esta semana: cantar, no cantar; tocar, no tocar; verse, verlas, verlos, vernos, verme.
La lectura de la popular frase “sin compromiso” llego a su fin. Ya encontré mi definición del “sin compromiso”. Sin compromiso igual sin obligación. O sea, siempre que sea con ganas… (de lo que sea, pero con ganas) . Y tuve que darme cuenta de esto gracias al recuerdo de una Jam, que implicó mi vuelta a la música después de años de haberme alejado.
La Jam: su formato improvisado cuestiona lo central del capitalismo: la pérdida del lazo social. De alguna manera el formato de una jam restituye el lazo social al plano de la producción inmanente donde los medios de producción les pertenecen a los productores y circulan entre todos, con un respeto casi natural.
Bueno, más allá de estas reflexiones complicadas y teóricas, en términos líquidos, diría Bauman; el hecho es que para distinguir obligación de deseo, hay que poder primero establecer un límite, una puerta, un portón. Ej. Yo no sabía si subirme o no al escenario a cantar; dudaba neuróticamente hasta que dije: “ok, me subo, pero sabiendo que si me llego a sentir un poquito mal por algo, me bajo”. Ese fue el límite que me permitió subir y disfrutar de ese momento con pleno compromiso con lo que se estaba haciendo en términos de ganas y en conjunto con el resto de los músicos, porque era una producción colectiva y de eso se trataba.
El tema es que uno tiene que saber cuál es el límite propio; pero ojo, señor neurótico, no confundir límite con excusas berretas llamadas miedo.
Un silencio por ejemplo, puede ser algo de este orden; pero hablo de esos silencios incómodos, esos que duran como dos cuadras… y es raro porque en general cuando hay más de uno, poco usual es que puedan estar esos silencios incómodos después de tanta charla en la misma sintonía, sin cruzarse en un silencio. Y de golpe parece que algo te silencia, algo corta todo y se respira una tensión molesta, como cuando se va el decorado y nos encontramos más desnudos y es mejor entonces no desvestirse más con las palabras: la dermis tiene frío y necesidad de huida, de ir a casa y taparse..
A mí hace poco me pasó uno de esos silencios incómodos como de dos cuadras y en realidad creo que lo que más me incomodó era que el silencio no fue total, porque había de fondo un ruidito constante que seguía al silencio, un ruido como de bicicleta.
Hay semisilencios bicicleteados que funcionan cómo límites y sólo si hay límite hay espacio; y hay espacio porque hay tiempo y si hay tiempo, entonces, el tiempo dirá, no pensemos tanto.
Gute
miércoles, septiembre 15, 2010
Actos heroicos 2: Silencios rojos
No creo en los actos heróicos, esos en los que cree el común de la gente, eso de irte a buscar a la salida del trabajo, o las 3 de la mañana; o en hacer parar un avión. No, para mí esos no son actos heroicos, eso es pelotudez. Yo me refiero a los actos heroicos más micros, en esos creo, aunque no creo del todo, creo a medias; pero en algo sí, y eso que me hace no creer del todo, es lo que permite tener los ojos abiertos y no cegarme frente a la pelotudez.
Entonces, creo en algo del orden del acto heroico en un formato más micro (¿por qué a alguien que está escribiendo nadie le da un asiento en el colectivo?, cuando escribo mi movilidad está reducida, ¿es que acaso no lo ven? “Si me dejás sentar, te lo voy a agradecer” Estoy escribiendo, mi movilidad es reducida, si frena me caigo porque con la derecha agarro el cuaderno y con la izquierda escribo, y mi movilidad está reducida por la escritura). Como decía, resulta, estemmm, que yo quería acabar con toda esa historia y fui decidida a hacerlo. Fui a su casa y ups, lo que nunca…me había olvidado el frasquito para las lentes de contacto (nunca en mi vida me había olvidado eso y hace como 15 años que las uso) el caso es que me lo había olvidado así que no podía quedarme ahí, tenía que irme y volver a casa y dormir en casa de nuevo, no me podía quedar a dormir con las lentes puestas y yo tenía sueño, mucho, muchísimo. Ahí viene el acto heroico micro que por lo general hace lo imposible.
Acto heroico: se fue el quia a comprar la solución salina para mis lentes e improvisó un estuche esterilizado (al menos eso dijo). Nunca lo escuché irse a la farmacia, tampoco volver. Sé que me despertó para que me sacara las lentes, y me preguntó si era de la Plata, si tenía parientes, por los de las diagonales, dijo, después seguí durmiendo y no pasó nada, me quedé dormida, dormí casi sin él, dormí y a la mañana hice lo que tenía que hacer y terminé con esa historia; porque sé que es lo mejor; sino, no hubiera sido un acto heroico (un protagonista más cercano a la tragedia griega que a un héroe joligudense, un héroe con todas las letras tercermundistas, un superchango). Para mí, ese fue su único acto heroico, cuando ya no importaba tanto que lo hiciera, aunque por decir esto algunos me acusen de actos histéricos.
Ahora ya sabía que el héroe no hace las cosas para el otro, hace las cosas para auto aplaudirse. Él no quería que me fuera, pero no me lo dijo; se lo dijo con un acto, a él mismo, pero él mismo no lo escuchó y pensó que era para mí, un acto heroico en el cuál yo creo que creo a medias, no lo hizo para mí, lo hizo para él y un poco también para ambos, Algo pasó, de ese acto heroico quedó algo en mí que rescato, hacer algo… quizás por eso empecé percu, empecé por el simple hecho de aprender percusión y nada más que eso; tal vez por eso no se lo conté a nadie, porque era mi primer acto heroico micro dirigido hacia mí, porque hay que dudar de lo creado por otro. Mejor empezar por crear en la propia casa, que puede ser un tambor también (y en eso creo, en el cuero del tambor áspero, curtido, obrero, creo en eso por encima de cualquier otra cosa, incluso de un paréntesis).
Gute Saubidet texto y fotografía