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lunes, abril 26, 2010

El humo


estoy agotada
decididamente agotada
salgo de una, entro en otra y en otra y en otra
llena de hollín y de olor a humo y detergente sintético.
ayer estaba agotada
y hoy estoy más
como si un humo de problemas me persiguiera
pero estoy feliz
El sábado volví a tocar algo de percu, alguien dijo que tenía una sombra de chamanes detrás
estaba poseídamente feliz contra mano mano izquiera, ritmo en derecha, jugar... fui feliz, más que sacando fotos, aunque tenía toda la ropa con olor a humo.
Varios tocaron instrumentos, algunos por primera vez en la vida y Maripaz en el sillón, parecía feliz y llena de humo, pero estaba feliz.
Jugó con la clave cubana y yo con mi contratiempo mano izquierda, volví a tocar
quiero volver a la percu, a la música, a cantar,
quiero hacerlo
permitirmelo
tocar
de nuevo
que es casi como amar
pero tocar es aún más increíble
soy feliz
como cuando bailo
y mi cámara duerme
y yo feliz
con olor a humo
y detergente sintético
y Maripaz feliz
y Manu feliz
Y Carli feliz
y Marce feliz
y Cristo feliz
yo plena
faltaba Marpín
dijo Maripaz
feliz

Gute
Foto Martín Naya

miércoles, julio 22, 2009

Fanatismos, héroes e ídolos (puras máscaras de carnaval)

Odio los fanatismos (bah la idealización “al cuete” que le dicen) Bueno, tampoco la ODIO, me causa más bien molestia. Los podios también me molestan, porque son altos y me duele el cuello después (el fanatismo te hace doler el cuello). El fanatismo también, te reseca las manos cuando uno ya aplaude por costumbre, y se pasa el día entero aplaudiendo las giladas ajenas de aquellos que hemos olvidado, son personas comunes y corrientes o hechos poco trascendentales.

Los ídolos con los años se vuelven de pacotilla, de cotillón, de carnaval carioca y uno ya ni sabe por qué anda haciendo el trencito, bailando con sombreros raros y maracas con formas de fruta que después de la fiesta uno no sabe dónde meterlas y termina tirándolas en alguna mudanza dentro de una bolsa de consorcio, junto con alguna carta vieja de la primaria que ni recuerda al remitente (o mejor dicho lo que es hoy el remitente y su destinatario, uno).

Los héroes, también, son medio complicados, sobre todo cuando caen. La relación con el héroe es siempre unidireccional: es uno el que soporta al héroe, es uno el que juzga su acto como heroico (y en realidad puede tratarse de una idiotez) y sin uno, el héroe no existe (bueno, no es tan así, siempre hay otros dispuestos a “soportarlo”).

Uno termina sabiendo más de la vida del héroe que de la propia. Se fascina leyendo su biografía autorizada -porque ni admitimos la des autorizada- o escuchando sus grandes hazañas pasadas (en el mejor de los casos, presentes). Pero al héroe no le importa la vida de sus “supporteurs” (hinchas), le importa un rábano lo que le pasa a aquel hincha que lo soporta, sólo le importa la mirada del otro puesta en él (a eso se resume cualquier acto del héroe, puro acto narcisista que sin el aplauso no vale ni para tomarse un bondi).

¡Ah! pero cuando el héroe cae, uno prefiere verlos medio de lejos, hasta te producen vergüenza ajena (en algunos casos hasta asco, lo confieso). Uno se muerde los labios y dicen, “ya no, éste no es mi héroe”.

Cuando un héroe se cae, se cae todo.

Por eso prefiero a los amigos saltando en una cama elástica de circo, todos juntos saltando, bajando, chocando; siempre a diferentes alturas, siempre en diferentes direcciones.

Ojo que esto, no va por los amigos (principio de la negación freudiana)


Agustina Saubidet


PD inmanente: son las cinco de la mañana, me desperté, parece que ya no quiero vivir más el sueño de otros y digan lo que digan me encanta tener un millón de amigos esparcidos por el mundo. Son como miguitas de pan que me permiten encontrar el camino para volver a casa, cuando me pierdo (eso sí, nunca me pegan fuerte ni me dicen Roberto Carlos).

Me voy a comprar puchos. ¡Qué frío que hace en Buenos Aires! (Musicalización Buika New afro spanish generation)

jueves, enero 08, 2009

Una red para que saltes (hoy por ti), 2

Yo me sé otra. De equilibrios desbalances y caídas. Falsas salidas y malas compañías. Hay debilidades etílicas. Hay amigos, pero algunos parecen tener síndrome de corcho, pegando sus bocas a las de las botellas. Es preferible pegar la boca a otros labios, pero cuando no hay labios a los que pegarse es mejor mantener la boca cerrada, dicen que no entran moscas de esa manera. El caso es que este fulano estaba en mala compañía, la suya, no la mía. Las cosas pasan. No sé, esto no es lo que quería decir, si es que quería decir algo. Recurrente el alcohol porque me traigo una resaca que me reseca y me saca lo nulo de mí. En fin. Hay fines de línea y hay etapas de descanso, lo que es necio es seguir en el lugar donde uno no pertenece (ahhh que familiar me suena ese caso). Pero conócete a ti mismo, decía el oráculo, frase que se robó impúdicamente y con toda las saña del perro roñoso, aquel profesor de anatomía que parecía chino, y al que salvo esa frase robada, no se le entendía nada. Hay cosas que duelen y cosas que fortalecen. Hay cosas que nos dejan pensando. Lo que no te mata te fortalece y yo no soy supermán. Llega un momento en la vida que de tan fuertes deberíamos ser inmunes a todo, pero nah, ni madres, seguimos doliendo y causando dolor, pero ahhhhh en medio de la tormenta siempre está el faro de los amigos (me recontraconsta), y, como es mi caso, a pesar de decir tanta incoherencia el sentimiento es claro, los amigos son más que un faro (intenta abrazar un faro y verás lo que digo).

Mauricio

Una red para que saltes (hoy por ti)


De niña solía perder el equilibrio y caer. Sus piernas diminutas albergaban las marcas de cada golpe. A ella le gustaba pensar que esas marcas eran porciones de vida, como las líneas que veía formarse en los ojos de su mamá cada vez que reía. Como pequeños arco iris que habitaban su piel luego de una lluvia tempestuosa.

-Reíte mami! Quiero ver tus arrugas –demandaba insistente. Pero el rostro de su madre cobraba un aspecto lúgubre y áspero; y todo lo que obtenía era una mirada desdeñosa que la entristecía profundamente.

Un día dejó de demandar, mucho antes de entender que esa rigidez, que esa angustia, poco tenían que ver con ella y con su dificultad de caminar.

Para ese entonces, cansada de caerse, ya se había comprado un bonito bastón, colmado de espejos y de piedras preciosas, que utilizaba cuando sentía que sus piernas se aflojaban. Eso no ocurría siempre, ciertamente no cuando bailaba, cuando escribía, cuando reía desde el fondo de su ser, ciertamente no cuando estaba con él; ahí sus piernas se aflojaban pero no era lo mismo, ya no buscaba equilibrio, buscaba enredarse en su piel y desaparecer para siempre en ese revoloteo de manos y almohadas y sábanas y olores que no se iban.

Y sí, eventualmente, pasó lo que tenía que pasarle (porque siempre estas cosas le pasaban a ella). Se dio cuenta que desde allí arriba las caídas dolían más.

Y cada vez le pesaba más caer.
Llegó a pesarle tanto que en un momento dejó de concebir la vida sin su bastón (el cansancio hacía que pierda el equilibrio… y ella estaba agotada).
Dejó de bailar también, porque, después de todo, ¿a quién no le incomoda bailar con un bastón?
Había olvidado que cuando bailaba no lo necesitaba.
Había olvidado que una vez había adorado esas marcas de arco iris sobre su piel.

* * *

Si pudieras verte, tan bella, tan llena de colores como yo te veo.

Cierro mis ojos y tiendo la red.
Para que saltes,
para que rías,
para que llores,
para que bailes,
para que escribas,
para que caigas de nuevo…

Porque caer es tan cierto como la vida y la muerte.
Nosotros, en cambio, somos mucho más que eso.



Tus amigos ególatras &
Lerinha (encarnando a “Tus amigos ególatras”).