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jueves, agosto 04, 2011

Habitar el viaje: evocarlos

A los Qom y a la gente del MOCAFOR, en especial a Don Ignacio Valiente, Teodoro, Cándida y sus respectivas familias y, claro, también a los compañeros de ruta y de guitarreada.



Foto: La Sra Agueda haciendo almidón de mandioca (Formosa, Argentina julio 2011)


Quise irme de viaje para alejarme un rato de mí. Idea obligada al subir al micro. ¡Qué ingenua que era!

Uno no puede alejarse de uno jamás, salvo cuando muere; pero ahí la lucha también se acaba (y esto es para todos por igual).

Pero no pude alejarme de mí, todo lo contrario. Cada dolor ajeno era sentido como propio de una manera tan cruda como el grito del chancho antes de morir (tal vez el dolor que veía hablaba de mi mismo dolor, porque era el mismo dolor).

Antes de volver a esta jungla porteña, hubo una charla y una pregunta que quedó resonando toda en mí, ¿qué es la pobreza?

La pobreza es la soledad, pero no la del escritor; sino la otra soledad, la soledad del olvido la soledad de la lucha, la soledad del hambre... (pienso en Zitarrosa y su exilio, también).

Dicen que sólo se puede recordar aquello que se vivió, y si yo no hubiera viajado (ni hubiera deseado querer alejarme de mí) y los hubiera leído sólo en diarios, posiblemente me olvidaría. Pero elegí vivirlo. Un poco para volver a sentirme viva y otro poco para no olvidarlos; y darnos la bienvenida cada vez que se pueda; y recordarlos también cada vez que agarre una tiza.


Agustina Saubidet

PD: Ebocar, ponerlos en mi boca; evocarlos, penerlos en mi voz


jueves, marzo 24, 2011

24 de marzo de 1976 - 24 de marzo 2011

Baldosas por la memoria- Almagro Balvanera- 27 de febrero 2010, por Agustina Saubidet

jueves, enero 20, 2011

Libertad de expresión


San Telmo, Buenos Aires, Argentina. Abril 2010.
Agustina Saubidet Bourel

martes, noviembre 16, 2010

El tifón colectivo


"La alegría es la efectuación de una potencia. Una vez más, no conozco ninguna potencia que sea mala: el tifón es una potencia, que debe regocijarse en su alma, pero no se regocija de destruir las casas, sino de ser. Regocijarse lo es de ser lo que se es, es decir, de haber llegado allí donde se está. Así que no se trata de la alegría de uno mismo, que no es una alegría. La alegría no es estar contento consigo mismo. En absoluto, no es el placer de estar contento consigo mismo: es el placer de la conquista, como decía Nietzsche. Pero la conquista no consiste en sojuzgar a la gente. La conquista es, por ejemplo, para un pintor, conquistar el color. Sí, eso es una conquista, sí. Ahí está la alegría. Aunque la cosa acabe mal, porque, en estas historias de potencia, cuando se conquista una potencia, o cuando se conquista algo en una potencia, aquello corre el riesgo de ser demasiado potente para la persona misma, que se vendrá abajo: Van Gogh".

Gilles Deleuze, Abecedario.
Foto Lobos, Prov de Buenos Aires, Argentina by Gute

yo conquisto un sonido
vos conquistás el aire
él conquista un color
nosotros conquistamos el mundo
ustedes y ellos, ¿qué importa?
...¿acaso importa?


El tifón colectivo

miércoles, septiembre 15, 2010

Actos heroicos 2: Silencios rojos

No creo en los actos heróicos, esos en los que cree el común de la gente, eso de irte a buscar a la salida del trabajo, o las 3 de la mañana; o en hacer parar un avión. No, para mí esos no son actos heroicos, eso es pelotudez. Yo me refiero a los actos heroicos más micros, en esos creo, aunque no creo del todo, creo a medias; pero en algo sí, y eso que me hace no creer del todo, es lo que permite tener los ojos abiertos y no cegarme frente a la pelotudez.
Entonces, creo en algo del orden del acto heroico en un formato más micro (¿por qué a alguien que está escribiendo nadie le da un asiento en el colectivo?, cuando escribo mi movilidad está reducida, ¿es que acaso no lo ven? “Si me dejás sentar, te lo voy a agradecer” Estoy escribiendo, mi movilidad es reducida, si frena me caigo porque con la derecha agarro el cuaderno y con la izquierda escribo, y mi movilidad está reducida por la escritura). Como decía, resulta, estemmm, que yo quería acabar con toda esa historia y fui decidida a hacerlo. Fui a su casa y ups, lo que nunca…me había olvidado el frasquito para las lentes de contacto (nunca en mi vida me había olvidado eso y hace como 15 años que las uso) el caso es que me lo había olvidado así que no podía quedarme ahí, tenía que irme y volver a casa y dormir en casa de nuevo, no me podía quedar a dormir con las lentes puestas y yo tenía sueño, mucho, muchísimo. Ahí viene el acto heroico micro que por lo general hace lo imposible.
Acto heroico: se fue el quia a comprar la solución salina para mis lentes e improvisó un estuche esterilizado (al menos eso dijo). Nunca lo escuché irse a la farmacia, tampoco volver. Sé que me despertó para que me sacara las lentes, y me preguntó si era de la Plata, si tenía parientes, por los de las diagonales, dijo, después seguí durmiendo y no pasó nada, me quedé dormida, dormí casi sin él, dormí y a la mañana hice lo que tenía que hacer y terminé con esa historia; porque sé que es lo mejor; sino, no hubiera sido un acto heroico (un protagonista más cercano a la tragedia griega que a un héroe joligudense, un héroe con todas las letras tercermundistas, un superchango). Para mí, ese fue su único acto heroico, cuando ya no importaba tanto que lo hiciera, aunque por decir esto algunos me acusen de actos histéricos.
Ahora ya sabía que el héroe no hace las cosas para el otro, hace las cosas para auto aplaudirse. Él no quería que me fuera, pero no me lo dijo; se lo dijo con un acto, a él mismo, pero él mismo no lo escuchó y pensó que era para mí, un acto heroico en el cuál yo creo que creo a medias, no lo hizo para mí, lo hizo para él y un poco también para ambos, Algo pasó, de ese acto heroico quedó algo en mí que rescato, hacer algo… quizás por eso empecé percu, empecé por el simple hecho de aprender percusión y nada más que eso; tal vez por eso no se lo conté a nadie, porque era mi primer acto heroico micro dirigido hacia mí, porque hay que dudar de lo creado por otro. Mejor empezar por crear en la propia casa, que puede ser un tambor también (y en eso creo, en el cuero del tambor áspero, curtido, obrero, creo en eso por encima de cualquier otra cosa, incluso de un paréntesis).

Gute Saubidet texto y fotografía


sábado, septiembre 11, 2010

Cosas de antaño: Mercado Lambert


Extraño tus besos lloviendo sobre mí,
tus cucharas que nunca fueron suficientes, incluso cuando hubo un café que revolver, cuando lo revolvimos hasta el hartazgo.
Abrazo el gesto erótico que es la lluvia
y te maldigo por los besos que ya no vuelven.


Gute,
texto: agosto 2009
foto: Interior del Mercado Lambert, Palermo, Buenos Aires, Argentina
pude finalmente entrar ¡qué distintas se ven las cosas desde adentro!

miércoles, septiembre 01, 2010

Viajes


me fui lejos, tanto que ya no sé cómo regresar a mí
Anduve en vos
anduve en ella
anduve sobre mí
me pisé
me fundí
me volví anillo
collar de pez


Gute
Foto, El palmar, Entre Ríos, Argentina, Enero 2010)

martes, agosto 31, 2010

Algo con monos


Se murió Lucas. De no haberlo conocido, la noticia no me hubiera impactado así.

Me gustaba, era lindo, tocaba muy bien el bajo. Fui un par de veces a verlo, en un lugar por Palermo, cuando Palermo no tenía sobrenombres y Lucas tenía una banda de hardcord.

Estaba su madre y la pareja de su madre tomando un vino. Su padre, brillaba por su ausencia. Se comentaba que no se llevaban bien padre e hijo (se, sería la manager de la banda que era prima de una muy buena amiga mía). Decía que Lucas era un buen tipo, y lo parecía. Llevaba el pelo corto y un gorro en la cabeza. Su banda tenía algo que ver con monos, no recuerdo si el nombre, o ¿sería esto parte de la letra de una canción de ellos?

Me había grabado, en un TDK de 90, sus canciones. Eran raras. Me gustaban. Eran de esas canciones que cuando las escuchás más de una vez, te van gustando cada vez más. De seguro si las escuchara ahora, me encantarían; no tanto por la muerte de Lucas, sino más bien porque yo me debo haber vuelto una mujer rara.

No es lo mismo la muerte de Lucas, que la muerte de un amigo; pero no es lo mismo tampoco haberlo conocido y saber que ya no está más, aunque no lo haya visto nunca más después de esas veces, por los 90, cuando mi generación crecía dentro de un burbuja de unos a unos, que con los años se fueron transformando de a pocos en poco.

Cuando la muerte te toca de cerca, es mejor no mirarla; pero si llega a estar un poco más lejos, como en la vereda de enfrente (varios pasos adelante tuyos), ni le mires la nuca, como a los monos, dicen que esto no sólo trae mala suerte; sino también recuerdos raros.


Gute, dedicado a un gran músico que se fue y a Florencia Gargantini, que tiene una familia preciosa

Foto Cementario de la Recolecta, cosecha propia, 2009

martes, agosto 17, 2010

Progreso

No nos tomamos el tiempo para ver cómo pasa el tiempo y un día miramos el horizonte y descubrimos que está contaminado, que todo tiene que tener un nombre y un sentido, que mientras más alto y más grande , mejor; que debemos ser eso que nos dicen que somos, y mientras uno pierde el tiempo en descubrir quién es, ese monstruo llamado progreso, invade los espacios que antes estaban libres.

De golpe, descubrimos que aún nos conmueve ese detalle de un horizonte no contaminado.

Ayer, sin ir más lejos, caminando por el campo, redescubrí los olores de mi infancia y lo que más me alegró de todo ese encuentro con el campo, fue darme cuenta que aún a pesar de los años invasivos de la ciudad, sigue dándome esa exacta sensación de paz, paz; esas ganas de caminar sin rumbo, de subirme a una tranquera a mirar nada y verlo todo, de tomar mate rodeada de verde sentada el pasto; de observar cada canto de hormiga, cada movimiento de marea de árboles, sin emitir ni una palabra, porque la palabra sobra en el campo.

El frío del campo es más intenso, pero es mucho más lindo que el frío de la cama vacía citadina; las horas en el campo conservan un más allá del tiempo, donde las horas se miden en función de un sol que parece perdonarnos todo, incluso su olvido; dónde todo puede hacerse ahora o dentro de tres años; donde el presente es un futuro igual de verde, donde las distancias son la poesía del paso, la metáfora del tiempo.

El progreso avanza y, sin embargo, yo me detengo aún a vivir esa emoción del campo, de esa tranquilidad no atrancada en ninguna tranquera, donde mi mirada está mucho más allá de dónde estoy y recuerdo quién fui de chica cuando caminar sin rumbo no me daba miedo, ni representaba un abismo, (el caminar y la noche son lo mismo, por momentos) y sigo pensando que algún día me gustaría quedarme en el campo, para mirar horizontes menos contaminados y sentir que el frío del campo es mucho más lindo porque es mucho más fuerte, más intenso, tal vez porque el progreso avanza y es la muralla que nos protege de cualquier emoción sin filtro.

El progreso avanza y por suerte, el campo sigue alejado del progreso y de la palabra, más cerca de noche, más cerca del silencio, más cerca de mí, detenida en mí sin ser yo, de esa yo que mira la nada, viéndolo todo: un horizonte y yo detenida en él.


Agustina Saubidet, texto y foto, Lobos invierno 2010





jueves, agosto 12, 2010

Tengo frío

Mar Azul febrero 2010.
Agustina Saubidet Bourel

jueves, julio 22, 2010

La función de la mirada: puntos de fuga en una Calesita


Y hay veces que es mejor dejar antes… y algo me hizo acordar a un perfume de calesita, como si una voz me hubiera dicho “había una vez…”, una voz como los musicuentos…, y algo me llevó a la calesita y a pensar que eso es un poco cada dolor, es una vuelta más en la calesita con la esperanza de que eso que dolió no vuelva a pasar y después no agarrás la sortija y te empezás a poner mal cuando pasan las vueltas y no ganaste la sortija, por no ser el infante perfecto, por ser gruñon -y esto vale para todos- y cada vez que estás a metros del sortijero, ese hombre parado, con bigotes, un sweater beige, como rayado y pantalón marrón (lo veo, ahora en mi cabeza ese recuerdo, esa cara que te vuelve en cada vuelta) te duele la panza, te transpira un pié, cuando estás cerca del sortijero y mirás sus manos, de golpe, el resto del cuerpo cáe, y de los ojos iluminados, desesperados y pícaros del infante, sólo queda un rastro debajo de los párpados... cuando los ojos se abren, vuelve la desesperanza. Una y otra vez, con cada vuelta perdida, hasta que en una vuelta, ya cuando el movimiento del caballo dejaba de ser la amenaza para atrapar la sortija y empezaba a ser lo adorable…el movimiento del caballo (mi abuelo criaba caballos) cuando te das cuenta que ya no importa ganar la sortija, que con estar subido al caballo ya vale la pena la vuelta, una vuelta que no vuelve a atrás, sino que gira, como el eterno retorno…
Hasta que en una vuelta, puede pasar, que un día agarrás la sortija, porque ya sabías de memoria el movimiento zizagueante de la mano del sortijero, esa mano que abanicaba fuerte una madera como de calabaza y en su punta, el trofeo: la sortija. Y lo peor de recordar esto de adulta, es que cuando lo pienso (cosas que no pensaba de niña) la sortija lo único que te daba de premio, era una vuelta más… pienso en Sarah Bianchi, debió haberse ganado muchas sortijas porque se murió de viejita viejita, esa gran titiritera, cuántas vueltas se ganó en calesita.
Pero esto lo pienso ahora, el premio era una vuelta más, y otra vez los nervios y los ojos brillantes y el movimiento del caballo que siempre hace que se me enquilombe agarrar la sortija; pero cuando la agarraba me sentía un heroína, sabía sus movimientos de memoria, pero hubo algo que siempre recordé, más allá de la sortija y el movimiento de la mano. El sortijero no se ponía mal si perdía la sortija, muy por lo contrario, hacía una mirada pícara con el ganador, complice dijiste, como un secreto entre dos; y entonces la vuelta ganada ya no es la misma vuelta, porque ahora hay un secreto, un secreto entre el sortijero y yo… ahora hay un secreto, que no vale más que un abrazo, un cd, una bufanda, una campera, una cosquilla, un despertador, un cable, de red una lámpara, una música, esa música que uno no puede escuchar siempre, porque esa música guarda un secreto que ya no tiene vuelta y le sobran las sortijas, y las músicas de las calesitas nunca me gustaron.

Agustina Saubidet Bourel / Gute

lunes, mayo 10, 2010

La Mancha del Kiss Jote

El Quijote de la Mancha, versión Canon Mar Azul, 2010. Toma directa, Agustina Saubidet Bourel

jueves, enero 14, 2010

Dientitos de arena

Ignacio (ahí)

Fotografía Agustina Saubidet , Claromecó Dic. 09´