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lunes, enero 10, 2011

La plapla (cuento de María Elena Walsh)

"Felipito Tacatún, estaba haciendo los deberes. Inclinado sobre el cuaderno y sacando un poquito la lengua, escribía enruladas "emes", orejudas "eles" y elegantísimas "zetas".
De pronto vio algo muy raro sobre el papel.
- ¿Qué es esto?, se preguntó Felipito, que era un poco miope, y se puso un par de anteojos.
Una de las letras que había escrito se despatarraba toda y se ponía a caminar muy oronda por el cuaderno.
Felipito no lo podía creer, y sin embargo era cierto: la letra, como una araña de tinta, patinaba muy contenta por la página.
Felipito se puso otro par de anteojos para mirarla mejor.
Cuando la hubo mirado bien, cerró el cuaderno asustado y oyó una vocecita que decía:
- ¡Ay!
Volvió a abrir el cuaderno valientemente y se puso otro par de anteojos y ya van tres.
Pegando la nariz al papel preguntó:
- ¿Quién es usted señorita?
Y la letra caminadora contestó:
- Soy una Plapla.
- ¿Una Plapla?, preguntó Felipito asustadísimo, ¿qué es eso?
- ¿No acabo de decirte? Una Plapla soy yo.
- Pero la maestra nunca me dijo que existiera una letra llamada Plapla, y mucho menos que caminara por el cuaderno.
- Ahora ya lo sabes. Has escrito una Plapla.
- ¿Y qué hago con la Plapla?
- Mirarla.
- Sí, la estoy mirando pero... ¿y después?
- Después, nada.
Y la Plapla siguió patinando sobre el cuaderno mientras cantaba un vals con su voz chiquita y de tinta.
Al día siguiente, Felipito corrió a mostrarle el cuaderno a la maestra, gritando entusiasmado:
- ¡Señorita, mire la Plapla, mire la Plapla!
La maestra creyó que Felipito se había vuelto loco.
Pero no.
Abrió el cuaderno, y allí estaba la Plapla bailando y patinando por la página y jugando a la rayuela con los renglones.
Como podrán imaginarse, la Plapla causó mucho revuelo en el colegio.
Ese día nadie estudió.
Todo el mundo, por riguroso turno, desde el portero hasta los nenes de primer grado, se dedicaron a contemplar a la Plapla.
Tan grande fue el bochinche y la falta de estudio, que desde ese día la Plapla no figura en el Abecedario.
Cada vez que un chico, por casualidad, igual que Felipito, escribe una Plapla cantante y patinadora la maestra la guarda en una cajita y cuida muy bien de que nadie se entere.
Qué le vamos a hacer, así es la vida.
Las letras no han sido hechas para bailar, sino para quedarse quietas una al lado de la otra, ¿no?

María Elena Walsh (escritora, compositora y tanto más, 1930-2011)

GRACIAS infinitas, María Elena, por brindarnos tanto, desde tan chiquitos.

lunes, mayo 18, 2009

a Mario Benedetti

Y sí, se nos fue un grande, un compañero de escritura, un buen amigo, un tío, un abuelo, un niño. ¿A dónde fuiste? Nadie sabe, pero como alguna vez escribiste en un poema:


donde estés

si es que estás

si estás llegando


aprovechá por fin

a respirar tranquilo

a llenarte de cielo los pulmones


donde estés

si es que estás

si estás llegando

será una pena que no exista Dios


pero habrá otros

claro que habra otros

dignos de recibirte.”(1)


Mientras vos llegás vaya a saber uno a dónde, si estás llegando, yo sigo acá en la tierra consternada, rabiosa, y triste sobre todo triste porque creí que eras eterno, porque quería que fueras eterno. Te vamos a extrañar mucho, sobre todo la literatura del sur a veces olvidada, también Galeano, Viglietti, Serrat, Subiela y yo y tantos otros, que te supimos conocer a tiempo. Pero creo, casi con certeza, que la que más te va a extrañar es la escritura.


Agustina Saubidet Bourel

(1) "Consternados, rabiosos". Mario Benedetti

sábado, febrero 14, 2009

Fragmentos de novela 3, a Julio Cortazar

Hace dos días fue un nuevo aniversario de la muerte de este grande, Julio Cortazar. Aquí un breve homenaje desde mi novela. Un diálogo entre Comoquieras y Miguel en un auto en la ruta. Agustina Saubidet


"- Comoquieras, ¿vos creés en la magia?- dijo Miguel mientras sacaba de su cuello una moneda.-

Tengo algo para mostrarte. No es nada magnífico y se escucha medio mal, pero cuando lo escuches, sé que te va a encantar. Es un cassette que armé con un par de discos que tengo de Cortazar leyendo Cortazar. Empieza con Torito un cuento magnifico y una introducción aún más genial donde el tipo habla del lenguaje como nadie habló: el habla porteña. Pará que lo tengo que rebobinar.

A veces cuando escucho a Julio Cortazar en ese cassette que tengo, pienso que definitivamente este tipo no puede estar muerto. Después pienso en su muerte y me acuerdo que cuando fui a Paris le dejé el ticket del metro en la tumba y una carta que se iba a echar a perder porque llovía mucho, pero sin embargo la dejé.

El tipo tenía una gran habilidad para escribir como uno piensa en el colectivo, genialidades que no se encuentran en los libros, que salen de la calle y no pueden morir en tumbas o eso creía yo, al menos

-Ahora ¿qué pensás?

-Que la muerte es un silencio jodido y largo y nada más que eso.

Cortazar me enseñó a jugar con las palabras y con el tiempo. Saberlo muerto es también jodido, porque entonces el tiempo que uno cree eterno, como ese tiempo del colectivo, aunque sea en un instante o tres paradas, la muerte lo vuelve real y caduco. Un nombre, una fecha, tickets de metro, no hablan del tipo, hablan del tipo que regaló su tiempo a la escritura, o le regaló a la escritura un tiempo.

-A mí me asusta la muerte, ¿a vos no?- le pregunta Comoquieras

- La mía, ya no tanto. Tal vez sí la de los otros porque me recuerdan mi propia posibilidad de muerte. Un acto egoísta, seguro pensás, y tal vez sea esa la realidad de un escritor. Un egoísmo melancólico que intenta escapar a la muerte sobreviviendo en millones de papeles o cassettes.

Me hubiera gustado conocer a Cortazar, por ejemplo, tomarme unos mates o un café con él., escucharlo en una cinta no es lo mismo que tenerlo en frente. A Torito lo tengo oído como 50 veces y de vez cuando, lo confieso, me canso de escuchar lo mismo, porque me lo sé de memoria y sé donde está cada silencio, pero aún así siempre intento encontrarle algo nuevo, como buscando que su palabra renazca.

Cuando estuve aquella vez en el cementerio de Paris y le dejé esas palabras, en realidad sentía como si el tipo fuera un tío querido, un amigo próximo, un juglar.

Seguramente, él pensaría que dejarle esa carta no tenía sentido, porque el mundo simbólico no se detiene frente a una tumba, menos aún frente a un nombre, o un libro.

Y fijate una cosa, es raro pero la muerte, unida al recuerdo y a las reiteradas lecturas y escuchas de la escritura de Cortazar y de su pensamiento, me hacen sentir con la facultad y el derecho de imaginar que ya sé lo que piensa el tipo, una locura. Más allá de Cortazar, calculo que esto pasa en general con la muerte.

Uno le teme a la muerte antes, pero una vez que ocurre, con alguien cercano, por ejemplo, el temor desaparece y aparece la ausencia. Y los que quedamos vivos, frente a esa nada que deja la muerte, nos imaginamos y nos sentimos en algunos casos con derecho hasta de afirmar como pensaría y opinaría el tipo que se murió, como negando lo que pasó, prolongando en nuestra imaginación una vida que ya no existe, porque la realidad es que el tipo se murió y no piensa más. Es como que necesitamos apropiarnos del lugar que deja ese otro, para entender lo imposible de entender y suponer que aquí no ha pasado nada y que todo sigue igual. En esos casos, lo que uno hace con la muerte, degrada al deseo y corrompe la realidad más próxima. Ahí la imaginación, no es más que una mera suposición, que en nada arregla las cosas, digo, Cortazar sigue muerto y la verdad que es una cagada…y me jode y me duele que se haya muerto.

El tema no es la muerte, sino lo que uno puede hacer con ella. Tampoco sé si hay una edad para pensar en la muerte, como tampoco hay una edad para morir, sí para el resto de las cosas…no hay tiempo para nada Comoquieras, pero eso no pasa siempre, pasa a veces.

Por eso me gusta besarte y encontrar monedas en tu cuello."