Odio los fanatismos (bah la idealización “al cuete” que le dicen) Bueno, tampoco la ODIO, me causa más bien molestia. Los podios también me molestan, porque son altos y me duele el cuello después (el fanatismo te hace doler el cuello). El fanatismo también, te reseca las manos cuando uno ya aplaude por costumbre, y se pasa el día entero aplaudiendo las giladas ajenas de aquellos que hemos olvidado, son personas comunes y corrientes o hechos poco trascendentales.
Los ídolos con los años se vuelven de pacotilla, de cotillón, de carnaval carioca y uno ya ni sabe por qué anda haciendo el trencito, bailando con sombreros raros y maracas con formas de fruta que después de la fiesta uno no sabe dónde meterlas y termina tirándolas en alguna mudanza dentro de una bolsa de consorcio, junto con alguna carta vieja de la primaria que ni recuerda al remitente (o mejor dicho lo que es hoy el remitente y su destinatario, uno).
Los héroes, también, son medio complicados, sobre todo cuando caen. La relación con el héroe es siempre unidireccional: es uno el que soporta al héroe, es uno el que juzga su acto como heroico (y en realidad puede tratarse de una idiotez) y sin uno, el héroe no existe (bueno, no es tan así, siempre hay otros dispuestos a “soportarlo”).
Uno termina sabiendo más de la vida del héroe que de la propia. Se fascina leyendo su biografía autorizada -porque ni admitimos la des autorizada- o escuchando sus grandes hazañas pasadas (en el mejor de los casos, presentes). Pero al héroe no le importa la vida de sus “supporteurs” (hinchas), le importa un rábano lo que le pasa a aquel hincha que lo soporta, sólo le importa la mirada del otro puesta en él (a eso se resume cualquier acto del héroe, puro acto narcisista que sin el aplauso no vale ni para tomarse un bondi).
¡Ah! pero cuando el héroe cae, uno prefiere verlos medio de lejos, hasta te producen vergüenza ajena (en algunos casos hasta asco, lo confieso). Uno se muerde los labios y dicen, “ya no, éste no es mi héroe”.
Cuando un héroe se cae, se cae todo.
Por eso prefiero a los amigos saltando en una cama elástica de circo, todos juntos saltando, bajando, chocando; siempre a diferentes alturas, siempre en diferentes direcciones.
Ojo que esto, no va por los amigos (principio de la negación freudiana)
Agustina Saubidet
PD inmanente: son las cinco de la mañana, me desperté, parece que ya no quiero vivir más el sueño de otros y digan lo que digan me encanta tener un millón de amigos esparcidos por el mundo. Son como miguitas de pan que me permiten encontrar el camino para volver a casa, cuando me pierdo (eso sí, nunca me pegan fuerte ni me dicen Roberto Carlos).
Me voy a comprar puchos. ¡Qué frío que hace en Buenos Aires! (Musicalización Buika New afro spanish generation)
2 comentarios:
Agregaría Agustina, modestamente, algo a tu interesante escrito sobre fanatismos, hérores e ídolos... que no escapa de nuestra cultura o conjunto de costumbres: Maradona.
Cuando vino a Ñuls el 2º semestre de 1993, fueron más de 50 mil leprosos a verlo a la cancha, uno de ellos fui yo. Estuvo 5 meses y se fue, jugando apenas 4 partidos completos. La gente se “shockeó” por su paso... hasta le pusieron a una tribuna nueva que se construyó en 1998 su nombre lo cual, desde mi parecer, convalida tu escrito. Pero me dolió su indolencia.
También me llamaba la atención sus diatribas diarias, mucho tiempo antes de que viniera.
Algo me despertaba curiosidad y era que, a pesar de su gran fama, criticaba asidua y cáusticamente a Pele. Y Pele también a él pero, no tanto.
Vos dirás narcisismo y sí... pero también, ¿no existe la envidia (envidia según RAE: emulación, deseo de algo que no se posee) como un eslabón más, perdido dentro de la saga de ídolos populares o en aquellos que consideramos héroes?
Admiré su talento pero no sus cualidades personales y temperamento... hasta llegó a congratularse con Ahmadineyad y Chávez, uno es un cínico y sanguinario autócrata el otro, un seudo demócrata que se despertó e hiperventiló con un montón de plata debajo de sus zapatos. Ergo, a la miércoles con el talento, su heroísmo y su fugaz paso por mi Ñuls...
Beso, jcw.
Los ídolos parece que sólo pueden mirarse entre ellos (por envidia o para no pisarse la cola), pero rara vez el ídolo mira para abajo, ni para la tribuna, parece.
Gracias por tu comentario, JCW. Saludos, Gute
Publicar un comentario