Amordazada, las palabras golpeaban en sus labios y caían por dentro, lastimando su lengua, su paladar, su garganta, su estómago.
- Creo que tenés una llaga. – le dijo, idiotamente sorprendido.
Ella cerró la boca. Abrirla había sido un error.
Casi tan grande como el de dejarlo entrar, una vez más.
Leri.-
2 comentarios:
Esas palabras con espinas. Impasables pero que caen. Duelen en ambas vías (médicos imaginen incluyendo la intravenosa). Y ese que entra porque tiene llaves maestras, porque es cerrajero consumado o de plano porque esa puerta no cierra. Los humanos somos una especie que deja mucho que desear, mientras se la vive deseando, lo inalcanzable y lo perfecto, en su asequible e imperfecta naturaleza.
Gracias amigo!
Tus palabras son como la invitación a una danza silenciosa, siempre bienvenida.
Y cuando termina, lejos de permanecer el silencio, retumba el movimiento que ivita a seguir bailando.
:-)
¿será el deseo nuestra condena, o la condena de los que osan entrar por la puerta?
V.-
Publicar un comentario