Primero estaba el absurdo del vaquero sin lectores, atemorizado por el sueño de una quema de libros que mataba al gaucho que ya no existía por fuera de ellos.
Seguido se encontraba el del banquero sin futuro -o sin acciones?.
De estos dos ellos daban cuenta, porque les tocaban de cerca.
El tercer absurdo era el del escritor sin reflectores, sin comentarios, sin metadiscurso ni opiniones, sin brillos de otras ventanas en la noche de su escritura.
A este lo seguía el absurdo del estudiante que quería salvar la humanidad. (Este es mi preferido, me gusta pensar que yo pude ser uno de esos. Y no que no lo fui).
El quinto absurdo pertenecía a un altruista que conformaba su totalidad, por ende su forma de dar a los demás era darse a sí mismo.
El sexto unos médicos que oraban para que existiera un Dios, toda vez que pare-serlo les pesaba demasiado... (a veces la sociedad es tan turra que pone estas misiones imposibles y luego reclama por su incompletud -si no sabe a que me refiero pregúntele al psicólgo amigo).
El séptimo era el absurdo de la riqueza comportándose como bestia, si acaso no existiera una metáfora que la ilustrara mejor.
El octavo un joven que se preguntaba si era suficiente orar para que el cambio fuera real; y volvía una vez más a la página del libro de autoayuda mientras veía un nuevo capítulo de la serie de física cuántica para principiantes.
El noveno los derechos humanos para las vacas (y Kike que me cuenta que en Cuba es más dura la pena por matar a una vaca "propiedad del estado" que a una persona, como si estos no lo fueran también).
Y llegamos al décimo absurdo, y el décimo eras vos, que te quejabas mientras acababas al servicio del poder, enalteciendo la pregunta sin banco ni altar (y aún por fortuna bastante alejado de los palos de golf).
Leri y Mauri.-
(o la remake de Leri del texto de Mauri,
VAle le pena? http://mobtomas.wordpress.com/2009/02/21/¿vale-la-pena/#comments )
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