jueves, marzo 03, 2011

Y a gozarla diría un caribeño; no así un psicoanalista

Linda la vida de bar. Convida a la escritura semi obligada. Reflexiono: distinguir entre obligación y deseo. Ese fue el tema de esta semana: cantar, no cantar; tocar, no tocar; verse, verlas, verlos, vernos, verme.

La lectura de la popular frase “sin compromiso” llego a su fin. Ya encontré mi definición del “sin compromiso”. Sin compromiso igual sin obligación. O sea, siempre que sea con ganas… (de lo que sea, pero con ganas) . Y tuve que darme cuenta de esto gracias al recuerdo de una Jam, que implicó mi vuelta a la música después de años de haberme alejado.

La Jam: su formato improvisado cuestiona lo central del capitalismo: la pérdida del lazo social. De alguna manera el formato de una jam restituye el lazo social al plano de la producción inmanente donde los medios de producción les pertenecen a los productores y circulan entre todos, con un respeto casi natural.

Bueno, más allá de estas reflexiones complicadas y teóricas, en términos líquidos, diría Bauman; el hecho es que para distinguir obligación de deseo, hay que poder primero establecer un límite, una puerta, un portón. Ej. Yo no sabía si subirme o no al escenario a cantar; dudaba neuróticamente hasta que dije: “ok, me subo, pero sabiendo que si me llego a sentir un poquito mal por algo, me bajo”. Ese fue el límite que me permitió subir y disfrutar de ese momento con pleno compromiso con lo que se estaba haciendo en términos de ganas y en conjunto con el resto de los músicos, porque era una producción colectiva y de eso se trataba.

El tema es que uno tiene que saber cuál es el límite propio; pero ojo, señor neurótico, no confundir límite con excusas berretas llamadas miedo.

Un silencio por ejemplo, puede ser algo de este orden; pero hablo de esos silencios incómodos, esos que duran como dos cuadras… y es raro porque en general cuando hay más de uno, poco usual es que puedan estar esos silencios incómodos después de tanta charla en la misma sintonía, sin cruzarse en un silencio. Y de golpe parece que algo te silencia, algo corta todo y se respira una tensión molesta, como cuando se va el decorado y nos encontramos más desnudos y es mejor entonces no desvestirse más con las palabras: la dermis tiene frío y necesidad de huida, de ir a casa y taparse..

A mí hace poco me pasó uno de esos silencios incómodos como de dos cuadras y en realidad creo que lo que más me incomodó era que el silencio no fue total, porque había de fondo un ruidito constante que seguía al silencio, un ruido como de bicicleta.

Hay semisilencios bicicleteados que funcionan cómo límites y sólo si hay límite hay espacio; y hay espacio porque hay tiempo y si hay tiempo, entonces, el tiempo dirá, no pensemos tanto.


Gute

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