Se murió Lucas. De no haberlo conocido, la noticia no me hubiera impactado así.
Me gustaba, era lindo, tocaba muy bien el bajo. Fui un par de veces a verlo, en un lugar por Palermo, cuando Palermo no tenía sobrenombres y Lucas tenía una banda de hardcord.
Estaba su madre y la pareja de su madre tomando un vino. Su padre, brillaba por su ausencia. Se comentaba que no se llevaban bien padre e hijo (se, sería la manager de la banda que era prima de una muy buena amiga mía). Decía que Lucas era un buen tipo, y lo parecía. Llevaba el pelo corto y un gorro en la cabeza. Su banda tenía algo que ver con monos, no recuerdo si el nombre, o ¿sería esto parte de la letra de una canción de ellos?
Me había grabado, en un TDK de 90, sus canciones. Eran raras. Me gustaban. Eran de esas canciones que cuando las escuchás más de una vez, te van gustando cada vez más. De seguro si las escuchara ahora, me encantarían; no tanto por la muerte de Lucas, sino más bien porque yo me debo haber vuelto una mujer rara.
No es lo mismo la muerte de Lucas, que la muerte de un amigo; pero no es lo mismo tampoco haberlo conocido y saber que ya no está más, aunque no lo haya visto nunca más después de esas veces, por los 90, cuando mi generación crecía dentro de un burbuja de unos a unos, que con los años se fueron transformando de a pocos en poco.
Cuando la muerte te toca de cerca, es mejor no mirarla; pero si llega a estar un poco más lejos, como en la vereda de enfrente (varios pasos adelante tuyos), ni le mires la nuca, como a los monos, dicen que esto no sólo trae mala suerte; sino también recuerdos raros.
Gute, dedicado a un gran músico que se fue y a Florencia Gargantini, que tiene una familia preciosa
Foto Cementario de la Recolecta, cosecha propia, 2009