jueves, enero 21, 2010

Hilvanando incongruencias

Ok entendí. La cosa no era nada sencilla, eso lo sabíamos todos de antemano, es como ordenarse después de un gran desorden; como la casa que queda después de la fiesta, que parece otra casa; como un auto después de un viaje corto; como escribir forzando las palabras; como ese olor a perfume impregnado en un pañuelo hindú

Hay imágenes que pueden decirlo todo, yo prefiero el silencio, pero el silencio de la marcha…

Había varios métodos, matarlo, matarse, qué puede decirse sobre lo que no hay

Y ¿yo?, estos abecedarios me los sé de memoria

Por algo se dice: “tiempo loco”

Vaciarme de mí, hasta que no quede nada

Antaño era otro tiempo, más despacio, más lento,

bastante alejado de la inmediatez de los mensajes “de testo”

¿Puede añorarse acaso aquello que no conocimos?, exacto, una idiotez tan obvia; como decir: “quiero ser feliz” que es casi como una locura en el tiempo, como el viaje corto del pañuelo hindú, como el olor del desorden y la casa, la fiesta, lo que queda, aunque a veces uno sienta que no queda nada, ni la nata pegada a la cuchara.


Gute

Ese dolor

Ese dolor no te lo vas a confundir con ningún otro dolor. Es ese dolor y no otro.


Gute

miércoles, enero 20, 2010

Frases fallidas

quiero delicarme (a mí).
Gute

jueves, enero 14, 2010

Dientitos de arena

Ignacio (ahí)

Fotografía Agustina Saubidet , Claromecó Dic. 09´

martes, enero 12, 2010

La política y la vida


No está bueno volver con vos para no sentirme solo; eso sería como votar al menos malo (¿viste?,ya nadie hace votos afirmativos) yo sí, hago votos afirmativos; y prefiero estar solo, a votar por el menos malo.

¡QUIERO VOTOS AFIRMATIVOS ! exclamó Miguel, después de haber ganado si primer candidatura (*1),


Agustina Saubidet


(*1) habiendo omitido esta afirmación hasta el momento de cierre de su campaña (todos aplaudieron igual), como lo ocurrido con el proyecto de privatizaciones de ya sabemos quien.

viernes, enero 08, 2010

La tormenta y su fin


Era cuestión de la noche, las luces de mercurio titilaban como semáforos intermitentes: se viene la tormenta- le dijo y la besó.
Biromes azules son comunes tintas rojas que rozan el viento; así se escriben las nubes en el tiempo y el cuerpo en tu metáfora.
Aquello que no dijo podría haber sorprendido a varios, pero por callarlo a la única que sorprendió fue a ella, quien esbozó una sonrisa, pensó en él hasta contar hasta 100. Lo olvidó.
Si el beso, la metáfora y el olvido tienen algo que ver en toda esta historieta, diré una sola cosa (Freud ya lo conocía 100 años antes) "llorar haciendo surcos, valles sobre mejillas insolentes, hinchando los labios hasta no verlos morados, tibios, vivos vinos".
Te amé una noche que fue tan larga y se transformó en vida.
Puedo escribir cualquier cosa, inclusive la palabra fin
Puedo escribir cualquier cosa, inclusive poner la palabra comienzo al final (tal vez) (y tal vez, al fin, la palabra restituiría la cosa o calcaría menos las cosas) aunque el origen esté perdido (y tu palabra, vamos...) y la palabra fin se haya vuelto infinita.



Gute, foto y texto, algún día del año viejo, que comienza, hoy, 2009 cuento para atrás para volver a cero y recomenzar.

jueves, enero 07, 2010

Pactos con la sonrisa

Hagamos un pacto: aparecé seguido pero no abuses, la gente puede confundirte con distracción, o excesiva indiferencia frente a otras cosas.
No mientas, siempre que aparezcas, la causa debe ameritarlo
Ya sé que cambias la forma de mis labios y también de mi vida
Y me gusta y no me molesta eso
Por eso te pido que me cuides y te cuides, sonrisa mía, de todo aquello que te borre

Gute

domingo, enero 03, 2010

Errante (errar errante, errante errar, huella que se entierra)


Me gusta la palabra errante, porque es desprolija; porque describe esa sensación de equívoco constante, pero necesario; esa sensación de andar por la vida vagando por caminos difusos, por sensaciones extrañas que nos hacen caminar sin rumbo, abriendo cerraduras con llaves de otros, que nunca abren.
Me gusta la palabra errante porque encierra esa idea de vagar confundida, esa mirada perdida en le horizonte que nunca ve lo que busca; que no sabe lo que busca; pero sabe que lo que ve, es lo que no quiere.
El que yerra quema la vida con balas de goma, que nunca matan a nadie, pero tampoco tiran demasiado... El que yerra se arrepiente de lo andado cuando ve las suelas de sus zapatos desgastadas “al cuete”.
El ser errante no tiene miedo a la huida, ni siquiera a confundirse, tiene miedo de encontrar una razón para quedarse; una razón para dejar de errar por la vida; esa razón que desgaste sus pies hasta dejarlos sin sombra (y entonces vuele bailando descalzo).
Me gusta la palabra errante porque describe esa sensación de búsqueda perdida, donde las brújulas pierden el norte y entonces tampoco hay un sur de referencia; donde las tumbas no tienen nombre, ni hay flores, ni pájaros que me despierten; donde tu voz se escucha más fuerte, del otro lado de la puerta, como un eco imperfecto y entonces vuelvo a ver el horizonte, allá donde tus pasos han dejado las huellas perdidas de un andar incansable, como del que yerra; y ahí lo entiendo todo, o casi, o nada o tan sólo entiendo porque me gusta tanto la palabra errante: porque yerra en lo más cauto, preservando el deseo.


Texto y foto, Agustina Saubidet (Bourel)