Ese mismo sonido. El sonido. Tan torturador como profundo, tan rutinario…Hasta podría decirse demasiado aburrido. Entraba en sus oídos para continuar con su cerebro y someterlo a la más absoluta de las contracturas (si es que los cerebros se contracturan).
“Otra vez”, pensó lo mismo como todos esos reiterativos días que no eran otra cosa que el símbolo de su vida. En el fondo, cada jornada era encarada como nueva, con la intención de ser llevada a la originalidad, a la variación; pero pronto, ni bien su cara era trasladada al espejo del baño, comenzaban las decepciones y las falsas promesas: “otra ve será”…Así había sido siempre y López empezaba a aceptar que seguiría por siempre igual, hasta que un día él dejara de oír ese sonido y todos los otros…
La tortura continuaba cada vez más potente y ácida (¿o sólo era sugestión?). Para intentar olvidarla López comenzó a programar su día, como objetivamente siempre hacía…El colectivo repleto, asfixiante; la levedad de sus compañeros de oficina; el vacío de la vuelta a casa en soledad, que ya aceptaba sin reproches, porque de todas formas, ¿de qué servían?, ya había perdido el sabor, el olfato, el tacto…de disfrutar la vida. Ya no quedaba nada pro descubrir.
Todo contribuía a esa sofocante rutina diaria en la que estaba sumergido…y López tal vez sin quererlo (o tal vez buscándolo) se había convertido en parte y prolongación de su aburrimiento.
Era inevitable, el sonido cada vez más desgarrante se lo aseguraba. Entonces, estiró el brazo sacándolo del letargo en el que estaba y casi sin pensarlo (o meditándolo terriblemente) apagó el despertador. “Ese día sería diferente” pensó, y decidió seguir durmiendo…
(¿continuará?)
Texto Francisca Saubidet
Foto Alejo Sivori http://www.flickr.com/photos/alesivori