Patriarcados que reinan, reinos sin pueblo, desierto de murciélagos.
Todos volamos, pero ellos más alto que nosotros: pintan murales, escriben baños, dejan cartelitos en la heladera de turno con tal de no despedirse, al menos dejan carteles: señales de que supieron amar y huir a tiempo.
Movimientos microfísicos se desdibujan entre sábanas de redes; todos van cayendo en agujeros negros que opacan la ciudad de Buenos Aires; ahora, ya, siquiera gris.
Algunos se aferran de las fibras más fuertes, pero caen de todas formas.
Los débiles son los únicos que resisten; son los únicos, porque vuelan.
Buenos Aires, 15/07/03
Agustina Saubidet Bourel
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