- ¿Hace cuánto dejaste de escribir?
- No lo sé, sé que pensé que en las vacaciones escribiría más; pero no te podría decir en qué momento dejé de hacerlo. La verdad es que tuve más ganas de estar con ellos. Él primero, luego Ella, después él, de nuevo. Compartirlo con ellos todos.
Recordé a Gute y la soledad de Duras. Cuando me la presentó, me pareció una generalizadora de particularidades, su obra una simpática dictadura. En el fondo creo que esa violencia fue porque ayer me hubiera sentido identificada, pero su lectura llegaba en el preciso instante en que elegía otra cosa (No es fácil cambiar, y no se trata simplemente de una resistencia propia, sino que los demás tampoco están acostumbrados a que nosotros cambiemos, por lo que hay que lidiar con una suerte de resistencia coyuntural al cambio).
Sobre mi ayer se podría haber dicho -lo podría haber comentado yo, pero Duras se me adelantó- que "escribir era lo único que llenaba mi vida y la hechizaba". Hoy estaba él. Y cuando estaba sin él, yo escribía para él. Palabras íntimas, palabras... cursis, palabras... de esas que te rozan el alma pero que aún así resultan incomparables a las situaciones y momentos que las detonan.
Fue con él que los "te amo" se volvieron insuficientes contenedores de emociones rebasantes. Chicle debajo de la mesa. Ya ni me sorprendía que esa palabra "te amo", antes valorada en extremo, hoy se hiciera a un lado por no estar a la altura de los abrazos que circunstancialmente nos fundían el uno en el otro, ni cerca de las lágrimas que habitaban nuestras retinas cual vecinas frecuentes de la sensación de desborde.
Él decía que tratar de explicarnos en palabras era como intentar agarrar 500 chinches voladoras en una sóla mano. Él tenía razón (¿Pero entonces qué pasaba con la palabra, con la escritura...?).
Necesité crear un neologismo que nos hablara, que se definiera en el uso, por contexto, por asociación, como hacía yo para entender sus chilenismos.
-¿Cómo te explico que te amo? ¿Que exploto de amor por vos? Te explamo.
Él no pidió aclaraciones.
Y yo lo pude escribir.
LERI.-
PD: Pensé luego que la soledad era también necesaria, restringiéndome al momento exacto de la escritura. Pero me sentí condescendiente conmigo misma... Ella no se refería a esto.
lunes, abril 06, 2009
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2 comentarios:
El cambio sorpresivo siempre encontrará reticencia en los otros. ¿Y ahora a éste qué le pasa?, que me devuelvan al éste que conosco, poeque ahora parece Sur. Al final uno descubre que quien creía uno ser era otro. El fantasma de Rimbaud flota sobre las aguas divagantes. Total que no importa ni la opinión de uno ni la de los otros, en tanto la felicidad haga su nido en el corazón.
Que lindo Mauri! Gracias por tus palabras, tu presencia y tu amistad de siempre.
Cuentan las buenas lenguas, que la resistencia refuerza la decisión de cambio. Como una selección natural que aqueja a las flojas voluntades...
"Si usted no está decidido, siga participando!" :-)
Besos!
Leri.-
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