Cuando tenía 22 años vivía en un departamento en el barrio de Monserrat: Salta 444, difícil de olvidar.
La casa tenía grandes ventanales por donde la luz de la luna entraba y algunas noches, la muy cretina ni me dejaba dormir. Pero lo más interesante que tenía el departamento, no era eso; sino que en primavera, entre las siete y las siete y media de la mañana, entraba una luz hermosísima, entre naranjas, rojos y ocres.
La primera vez que descubrí esa luz, observé cómo, a través de las rendijas de la persiana, se proyectaban sobre la pared del comedor un juego de luces y sombras infinito; y vi también que mi propia sombra no podía quedarse afuera de semejante acontecimiento.
Entonces ponía música y se quedaba mi sombra bailando horas y horas hasta que la luz se iba.
Durante tres años, en primavera, siempre llegaba tarde al trabajo.
Agustina Saubidet
Foto Purple Sky "comme d´habitude" de Gonza Saenz, un amigo de la casa, bah, un habitante más de la casa
http://www.flickr.com/photos/gonzalo_ar/235820425/in/set-1585397/
lunes, diciembre 15, 2008
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2 comentarios:
Gute, siguiendo con la propuesta, aquí va algo de lo que salió al revolver entre tus palabras:
por las mañanas
en primavera
entraban naranjas, rojos y ocres
por los grandes ventanales:
un juego de luces infinito,
y se quedaban bailando
con mi propia sombra
e inspirado en lo que escribiste, un haiku (sugerido):
luces y sombras
juegan en el ventanal
y me demoran
abrazo!
Nippur qué lindo eso que escribiste.
No sé como pero te metiste en el recuerdo y lo definiste mejor que yo: me demoran. Las luces y las sombras siempre nos demoran, como el amor y la melancolía nos impulsan a veces, o casi siempre, a escribir. Millón de gracias.Gute
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