Hay algo de sincronicidad en nuestro encuentro, algo de telepatía, algo de mística quasi religiosa, porque la religiosa la dejé atrás. Aún recuerdo a esa niña que se confesó una vez por matar mosquitos, la recuerdo sentada en el baño en medio de una conversación unilateral, pidiéndoles que se alejen. A esa niña le faltaba contacto con la naturaleza, a ese cura tacto.
No lo culpo. Era imposible verla con los ojos cerrados, yaciendo en su rincón; caminando con su correa y su perro patín inanimado, cantándole canciones de cancha, entonando una despedida; armando su bolsito y huyendo de su casa cual hormiguita viajera, a llorar a la esquina, como si supiera que alguien la iría a buscar. Y alguien siempre la iba a buscar (aunque no sin antes hacerla esperar un buen rato).
Me pregunto donde quedó la magia, sin verla justo enfrente mío... Está en esta ventana y me hablás a través de ella. Me decís que sin química no hay magia, que yo la detono…Y entonces te digo que tenés razón, que la magia simplemente se da. Se da entre nosotros y entre nosotros y unos pocos otros se da. Y hablamos capicúa y vos hablás con la ñ… y qué? Gute siempre está.
Reviso mi e-mail. Su respuesta me inunda en esta noche que quiere dormir, quiere trabajar pero no quiere… quiere algo más.
“Te adoro Amiga del Alma...de la vida..de la risa...de veranos...de confites!”
Como el brillo de las estrellas que se abre por detrás de una noche nublada, así se anima el perro, viaja la hormiga, revive el mosquito, se desnuda la magia de sabernos conectados, donde sea que estemos.
Leri.-
jueves, diciembre 11, 2008
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