Hay verdades que sólo se nos imponen cuando alguien las dictamina. Me pregunto entonces cuantas verdades obvias nos rodean y uno ni las advierte, hasta que claro, uno las descubre y alguien nos muestra (o ambas, ¿por qué no?)
Ayer, en la noche de las librerías de la "Calle Corrientes"(evento que me pareció más que interesante por el sólo hecho de caminar por el medio de la avenida sin que me pisen los autos) me sentí bastante extranjera. Esto que podría ser una verdad para cualquiera, la descubrí ayer, caminando. La avenida que tanto había amado durante mucho tiempo, que tantas veces recorrí por diferentes razones, ayer era una gran puesta en escena, casi como la feria del libro. Me pareció más una cuestión comercial que un encuentro con la lectura. Las librerías estaban plagadas de personas, los cafés inundados. Todo estaba programado, ubicable, cronometrado; ahí nadie podía perderse, sólo había circuitos a seguir, a respetar; y ahí me di cuenta: mi amada avenida Corrientes ya no era Corrientes y no tenía que ver con los bondis.
Hasta que de repente, un auto hecho de libros viejos, como un torino pero de carrocería de textos, avanzaba por el medio de la avenida, pidiendo permiso entre la gente. Tres o cuatro personas subidas al auto, megáfono en mano, nos recordaba que el amor por los libros no tiene que ver con el comercio de libros, con aquello que nos quieren vender…la literatura tiene que ver con otra cosa.
Le dije a mi amigo Adrián que mejor sería ir a comer una pizza. Cruzamos la 9 de julio. Todo pareció volver a su cause normal, hasta el árbol blanco de navidad al lado del obelisco. Hay cosas que nunca cambian.
Después de comer una deliciosa muzzarella con jamón y charlas de millones de cosas; emprendimos el regreso.
Cuando subimos al auto Adrián prendió la radio. Yo me empeñé en buscar una emisora que acompañara ese momento. De repente me dijo: “viste, las radios son todas impares” Yo sonreí, nunca me había dado cuenta y ahí pensé: “los libros también, los libros también son impares”.
Buenos Aires, 10 de diciembre de 2008. Agustina Saubidet
PD: nota de color. En la mesa de informes que se encontraba sobre la calle Corrientes, te daban una postal que decía: “Noche de Librerías. Avenida Corrientes entre Callao y Talcahuano. Miércoles 10 de diciembre. Entrada libre y gratuita” y una pequeña inscripción al costado “Promociones especiales en las librerías. Regale libros en estas fiestas.” Al reverso de la tarjeta: Ministerio de desarrollo económico; Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El día que tenga una cámara le saco una foto a la postal, por si alguien necesita cotejar la veracidad de esta posdata.
“Un libro abierto, también es la noche”, Marguerite, que es Duras. Escribir
2 comentarios:
Pues mil veces preferible que se comercie con libros que con cosas descartables, como bufandas que sólo se usarán una temporada. Un libro es un buen amigo (aunque no todos, no todos). No es del tdo mal comerciar con libros, es buen material para comerciar. Y de hecho ese carnaval mercantil se me hace una propuesta interesante, de tanta gente al menos uno va aleer algo bueno y ya con eso valió la pena.
buen punto Mauri, pero vos tenés un recuerdo de corrientes bastante mas interesante. Besotes Amigos.
Calle Corrientes te espera. Gute
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