domingo, abril 12, 2009

Su mano en mi cabeza


No puedo pensar. Hace rato que no puedo pensar. Es más, te diría que desde que perdí su mano en mi cabeza, me desordené por completo.

Intento hacer ejercicios que vuelvan las cosas un poco más ordenadas, o al menos con una forma concreta que no empañe los bordes que ahora siento, todo el tiempo, borrosos.
Me distraigo con cosas banales: los últimos amoríos de vacaciones, los éxitos del verano, pero nada parece contribuir a mi incipiente necesidad de alivio y de orden.
La confusión es tal, que cuando vienen a preguntarme qué me pasa, me quedo en silencio; no puedo pronunciar palabra, porque mis palabras también tienen contornos borrorosos, prefiero entonces el silencio.
Cuando tenía su mano en mi cabeza, las palabras no abundaban, pero eran precisas; yo me entendía y con eso alcanzaba para que cualquiera me entendiera. La certeza habitaba mi boca, bueno también los ojos, y el pelo y el resto del cuerpo, inclusive mis frágiles tobillos.
Ahora soy una madeja de lana podrida, que se corta por cualquier cosa, incluso cuando corto la cebolla. Antes, cuando tenía su mano en mi cabeza, yo cortaba la cebolla con la justa precisión de un cirujano. Hoy no puedo hacer nada, quizás no deba hacer nada.
Anoche intenté poner música; todos los cds estaban en sus cajas incorrectas, y yo ya no recordaba cuál era el orden anterior, cuando mi cabeza estaba en su mano. Quise apagar el equipo y se encendió la radio; quise rascarme, pero no me picaba nada; quise tocar mi cabeza y entonces la noche cayó, contundente, sobre mis hombros.

Agustina Saubidet Bourel

3 comentarios:

Nippur dijo...

me gusta esa última imagen de la noche cayendo, esa metáfora final.

un gran abrazo

Bizomáticas dijo...

Otra gran abrazo para vos, Nippur.
Gute (ojo con la noche)

Bizomáticas dijo...

Contundente Guterinha!

Parece posible que en esas ocasiones en que la relación se ve dotada de una especial unicidad, el contacto de su mano sobre tu cabeza te llene de certezas atópicas e incuestionables... esas que cuando se van te dejan sin poder pensar en nada más.
Por lo demás, siempre nos queda la celebración de lo atópico que destacó esa relación, separándola del conjunto del común de las relaciones.

¡Quién nos quita lo bailado...!

:-)
Te quiero!
Leri.-