Miró en el espejo su cara deformada y entumecida, sus ojos sin vida, perdidos. En otra época hubiera llorado frente a esa imagen de sí mismo que le era devuelta sin el mínimo de reconocimiento. Pensó que un extraterrestre, tal vez un robot, se había apoderado de su cuerpo. Se rió tan para adentro que no cambió su expresión. Otra prueba más para la teoría del robot.
Y tomó la camisa de la silla y se la puso, y partió hacia la oficina. Cuando llegó, le resultó difícil responder al saludo de compañeros que irónicamente bromeaban con que ¿estas son horas de llegar? Se sentó en su escritorio y notó que tenía más e-mails de los usuales, más e-mails de su jefe. Parecía que el darse cuenta de su ausencia fue suficiente argumento para erscribirle más, pedirle más cosas, denotar más urgencias. El tono absurdo, áspero, cortante. Se enojó. ¿Qué si hubiera estado enfermo? (Sabía por otro lado que no estaba enfermo pero eso no lo tranquilizaba) ¿Así se responde a años de absurda sumisión a las agujas del reloj?.
Fue entonces que entró su jefe, con el ceño fruncido, y comenzó: "¿Se puede saber qué demonios pasó? Llamó la gente de .... y tenemos que... y está claro que no pueden esperar porque esto debería haber estado ayer...". EL discurso de su jefe fue interrumpido por la reacción de López que se paró, y dijo casi gritando: "Ustedes me tienen harto. El cliente siempre quiere las cosas para ayer; y lo peor es que como Ustedes no conciben otra respuesta que sí, terminan explotándonos a Nosotros que ya no conocemos hora de salida. Y EL DÍA que se nos ocurre dormir más, no hacen otra cosa que remarcar la falta como si se tratara de una empresa donde se trabaja de 9 a 18. ¿Sabe qué? No voy a ser partícipe de esto. Renuncio. El cliente va a tener que esperar."
Las palabras llegaron antes de que las pensara, como si las hubiera dicho el robot y no él.
A medida que avanzaba por el pasillo, sus compañeros comenzaron a aplaudir -sabían que era una licencia que algunas veces se podían tomar, siempre y cuando al otro día se quedaran trabajando hasta tarde.
Una sonrisa se dibujó en el rostro cansado de López, que ya no parecía tan cansado, y a medida que salía del edificio, se convirtió en una carcajada. "¿Viste que no era tan difícil?", se dijo, mientras hacía su reflexión. "Nunca hay que menospreciar los efectos de un buen sueño".
Leri.-
2 comentarios:
jajajajajaja ! todos hemos soñado ser López, pero no todos pudimos serlo cuando quisimos. Algunas veces, claro, otras sí, pero sin aplausos.
Besotes Lerinha
Es que el pobre Lopez venía tan apaleado... que se hizo digno de un cierre hollywoodense. jajaj
Publicar un comentario