que uno comienza a irse.
Papeles gastados de tanto transportarse, con o sin sentido,
libros intervenidos y otros sin estrenar, cuestionándote porqué los trajiste,
monedas acumuladas en los confines de cada bolsillo, alahajero o rincón,
entradas que cual momentos contienen los rostros de aquellos con los que fueron compartidos,
piedras, testigos silenciosos que no mienten ni dejan espacio para el autoengaño;
Objetos diminutos, pequeños, medianos y grandes; rotos o funcionando; costosos y baratos;
Nada escapa al juicio que determinará si su destino es el de seguir acompañándonos en este viaje, esperar a ser rescatados (u olvidados) hasta el siguiente, o simple y sencillamente devenir desecho, aunque no sin antes ser despedidos.
Abro las puertas del clóset.
Cientos de despedidas en un solo cajón.
Decenas de cajones.
A la gente como yo siempre le falta tiempo para irse;
Por ello encuentro natural -y hasta predecible- que retrasemos el momento del orden.
Porque hasta que uno no se enfrenta a la montaña de objetos, recuerdos, vivencias,
Hasta que uno no realiza un balance que le permita determinar qué es lo que realmente quiere conservar,
y aquello que es mejor dejar atrás,
...hasta entonces,
UNO NO SE VA.
Leri.-
(ordenando, yéndome, casi volviendo...)
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