
Cuando uno ama con ausencia de medida (que no es lo mismo que amar de manera desmesurada), cuando uno se entrega incondicionalmente y confía y se equivoca, el dolor también carece de medida…y es tan grande ese dolor que cabe compararlo con un dolor de muelas, una fractura expuesta, un dedo martillado; duele tanto como la paliza después del reto, del robo, del secuestro. En fin, un dolor con todas las letras. Uno quisiera golpear con fuerza la pared para derribarla; pero no hay pared a la cual confiar el golpe.
Este dolor que siento es algo así como todo eso junto, pero adentro… “A lo incómodo se responde andando”, diría Enrico… ¿será hora de tomarme un respiro y de armar la valija? Tal vez sino la cierro de buenas, con un golpe bien dado, pueda cerrarla de malas y despacharla sin destino (digo, a la maleta).
Agustina Saubidet (Bourel)
Este dolor que siento es algo así como todo eso junto, pero adentro… “A lo incómodo se responde andando”, diría Enrico… ¿será hora de tomarme un respiro y de armar la valija? Tal vez sino la cierro de buenas, con un golpe bien dado, pueda cerrarla de malas y despacharla sin destino (digo, a la maleta).
Agustina Saubidet (Bourel)
PD: en el bolso de mano voy a llevar un libro (“los latidos del mundo”) que me regalaron cuatro singulares personas a las que he aprendido a apreciar y mucho, entre tantos otros muchos. Gracias Juliana, Ignacio, Matías y Juan Pablo, sus palabras son un gran consuelo y hacen que mi lugar no esté tan vacío, ni sea tan en vano. Bueno también gracias a María José, a Gonzalo, Nadia, Elba, Eduardo, Paula, Camila, Daniela 1, Daniela 2 y tres y cuatro y cinco y 3.33 que nunca da 10, pero casi.