La primera vez que Pedrín vio la nieve estaba tan emocionado que necesitó ir corriendo a avisarle a su padre; así que se guardó dos puñados de nieve en los bolsillos.
Cuando llegó finalmente a su casa, fue a buscar a su padre; pero claro, para esa altura sus bolsillos estaban llenos de agua.
PD: está aneda no me pertenece, es de un gran amigo, Pedro, a quien quiero mucho. Cuando me contó esto una ternura me invadió y hoy tenía muchas ganas de rendirle homenaje a su ternura, a su ingenuidad, a su generosidad, a su escritura, a sus padres y a nuestra amistad. Abrazo enorme, Pedrín. Espero que andes bien y que aún conserves los bolsillos llenos de agua africana. Gute que te adora.