Para Alejo Sivori
Recupero las ansias de tenerte como un estadío de la vida: como pez que de la orilla huye, no quiero detenerme.
NO quiero detenerme a pensar en tu tristeza demasiado porque habla de la mía también y entonces ninguno de los dos tendríamos consuelo.
Escribir de Duras, Marguerite -como mi abuela, Margot, nunca te hablé de ella-. Quise que compartiéramos ese texto no para ponerte triste, sí para que sepas que no estamos solos en este mundo; que los escritores sienten, en su gran mayoría, ese desencuentro con la vida; que siempre llegamos tarde o a tiempo, nunca antes, nunca podemos prever emociones, no quieras evitar sentir, así no funciona la cosa.
Es verdad que inventamos ficciones y personajes y escenarios y tierras que tal vez nunca conozcamos, pero es la forma que encontramos de contar lo nuestro, ese maravillo y lúgubre lugar de “no hay nadie allá afuera”. NO puedo hacer nada para que esto duela menos Alejo, no puedo, porque yo misma no he podido hacer nada con eso, más que escribir, más que escribirte.
La sensibilidad tiene un precio que no cotiza en ningún lado más que en nuestra propia soledad; pero no quiero dejar de pagar y perderla, porque el mundo entonces sería otro y no quiero que el mundo sea otro, porque vos serías otro también y seguro seguiríamos sin encajar y Cortazar no sería Cortazar, y Ausencia de Borges se volvería una presencia insoportable y tus cuentos…tus cuentos yo no los leería.
Hay un océano entre tu lágrima escondida y yo, un océano oscuro, profundo, denso, lento, con olas grandes negras. La espuma que llega a lo orilla son tus letras pero del océano yo no sé nada, ni me importa porque no podría jamás comprender su lógica de agua, su nube, su escarcha, su glaciar, su río. Entender la razón de esta quietud, de este detenimiento, me alejaría, Alejo, y no quiero alejarme, tampoco quiero entrar en ese mar, me da miedo, prefiero cien veces tu espuma, si puedo elegirte, tu espuma que es como la que forma el shampoo, un juego de manos, de villanos escritores, que podés intentar enjuagar como cuando éramos chicos, pero siempre queda un resto de esa espuma, que habla de océano, que no lo diluye: habla de océano y punto, como un pez que de la orilla huye para no ahogarse en la arena. NO quiero que venga Greenpeace a salvarlo.
Agustina Saubidet
Ausencia
Jorge Luis Borges Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
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