Me acuerdo casi como si estuviera pasando ahora. Ella entre
mis brazos alzada, ella chiquita con apenas dos años, luchando con los pañales
y los primeros vestidos de cumpleaños. Ella y sus enormes ojos verdes, enormes,
sus pirinchos rubios, con sus hebillas rosas, descubriendo el mundo.
De golpe su mirada se detuvo con todo su cuerpo, su ojos,
su pelo. Apenas alcanzó a extender su brazo y su breve dedo índice. Luego, me
miró con su boca entreabierta exhalando sorpresa. Supuse que aquel encuentro era
un acontecimiento en su vida y que ella aún no sabía que tal magia poseía un
nombre.
Al oído suave,
ella entre mis brazos alzada, le dije: son burbujas.
-Sí, bubucas, Tatina, bubucas-, me dijo. Y sonriendo, con una de esas eternas sonrisas
inaugurales, extendió su brazo y con su dedo índice tocó una con dulzura.
-Sí, son Bubucas, Josefina, de las que no se pinchan nunca.
Gute <(")
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