Hoy no tengo
mucho para decir
-dijo y se quedó callada. Sintió que hablar de eso era hablar de mucho más;
pero ese mucho más no se explicaba enumerando las cosas por causa y efecto. Eso
era simplificar demasiado.
Siguió
callada. Su cabeza se dedicaba a recordarlo con plena exactitud. Intentaba
encontrar ese punto en el recuerdo; ese punto tan de él. Lloraba en silencio.
Saberlo
lejos, tal vez de una manera definitiva, era lo que más la conmovía. Hasta el
punto de causar una tristeza tal…
Luego
de un prolongado silencio, dijo: estoy
triste y no le encuentro mucho sentido a hablar.
Volvió
a quedarse callada.
No
entiendo por qué me duele tanto si tanto no pasó.
No
me callaba, algo me silenciaba: creo que recordarlo.
No
tenía mucho sentido hablar porque contar todo de manera ordenada, lógica e irreversible
era más de lo mismo y esto era distinto, pero era imposible transmitir esa
diferencia. Entonces pensaba si se podría llegar a aplicar esas categoría
lógicas ordenadas irreversibles a eso y la verdad que eso era mucho más que
cualquiera de esas categorías y entonces se callaba para pensarlo.
Ya
que no podía hablar, optó por pensar por qué no podía contar de esa tristeza.
..
Estoy
callada mucho tiempo, permaneció en silencio muchísimo más, hasta llegar a
decir: Hoy estoy triste y sé que mañana
voy a estar bien, porque siempre uno se pone bien a la larga y luego quedó
en silencio.
Lo
distinto no era creer en que mañana sería mejor, lo distinto era ese silencio.
Nunca
había tenido un silencio así antes.
Lo
distinto de él a todo el resto era un punto metafórico, donde se condensaban un
montón de otras cosas, y su esencia era la combinatoria de esos mojones, capitones
de diversos momentos de toda su vida, incluso su costado más facho, visto con
la vehemencia de una sonrisa… pensar en él eran un montón de imágenes de
posibilidades de creer.
El
no era sólo un montón de cosas y sus posibilidades; él era él por la magia que
tenía para combinarlas.
Y esa magia era
el silencio que producía en mí y en cada cosa que tocaba.